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Poder

14 de Agosto de 2011

La desventura de un aviador derribado por el sexo

El tipo de la fotografía tiene 21 años y quería ser oficial de la Fuerza Aérea. Pero el 26 de agosto se metió con una cadete de primer año y lo echaron. Sus papás alegan que se cometió una injusticia. La FACH dice que actuaron apoyados en el reglamento. El “casi” piloto se lamenta: “ y todo por una cacha”. Una historia sobre la parte tórrida de los pilotos de guerra.

Por

Fabián Guerrero acabó con su carrera militar por culpa de una noche de sexo. Llevaba tres años en la FACH y le faltaban sólo cinco meses para ser piloto de guerra. Desde chico se había imaginado vistiendo uniforme y manejando un avión. Su papá trabajaba en el aeródromo de Santo Domingo y vivían en una casa ubicada ahí mismo. Fabián jugaba en el patio con aviones de verdad. Por las tardes, si tenía suerte, algún piloto lo sacaba a volar. Le gustaba asomarse por la ventana y mirar cómo los árboles se hacían pequeños.

Fabián era un cadete destacado. Tenía buenas notas, era bueno para el deporte y además tocaba la corneta en la banda de guerra. Por eso, en julio las autoridades lo nombraron ‘Brigadier Mayor’. Fabián estaba feliz: sólo los cinco mejores alumnos de tercero tenían ese privilegio. El ascenso le cambió la vida. Ahora podía dormir solo en una pieza, hablar por celular y escuchar sus discos de hardcore. Pero había algo más. Fabián le ayudaba al capitán de primer año, Ian Gorayeb, a cuidar de los cadetes reclutas. Se preocupaba que estuvieran bien y los acusaba si andaban en malos pasos.

El último sábado de agosto, los alumnos de primero armaron un asado. Uno de los oficiales se iba a otra ciudad y querían despedirlo. A Fabián lo invitaron porque era el Brigadier Mayor. Un cadete prestó su casa en San Bernardo y se puso con el carbón. Otro que era de Chillán donó las longanizas. Todos pagaron una cuota de tres mil pesos para comprar el combustible. Había cantidades industriales de tequila, ron, pisco y cerveza. Fabián llegó al convite vestido de ‘golfista’ -como le dicen a las tenidas informales- con camisa, pantalón de vestir, cinturón con hebilla y mocasines. Se veía serio, correcto, igual que sus jefes. Le dio un vistazo a la fiesta y entonces una cadete llamó su atención. Vestía ropa ajustada y aunque la había mirado muchas veces le pareció que ésta era la primera vez que la veía.

-Me impresioné porque en la escuela las cadetes siempre andan con el pelo tomado. Entonces, verlas con el pelo suelto llama la atención. Ese día ella estaba vestida de civil con pantalón y polera apretada. Yo nunca la había visto así. La verdad, no es muy bonita, pero tiene súper buen físico. Es morena, chica y voluptuosa.

Fabián se sentó en la mesa con el capitán de primero y la familia del dueño de casa. Comenzaron los brindis. Cada frase era motivo para ir bajando las botellas de pisco. Llegó la hora del perreo y Fabián salió a menear la cadera. Estaba de lo mejor, cuando se dio cuenta que la cadete bailaba a su lado. Esta vez cruzaron miradas.

-A esa hora ya habían hartos cadetes curados. Algunos, incluso, dejaron de tratarme de ‘usted’. Se formaron varios ambientes. Por un lado se bailaba y por el otro se tomaba. El capitán Gorayeb era medio rockero y estaba con un cadete tocando guitarra. Se fue cerca de la una y yo me quedé en la fiesta con el teniente al que estaban despidiendo.

Los dueños de casa arreglaron el living para que los cadetes se fueran a acostar. Fabián se acomodó como pudo arriba de un cojín. De pronto, vio que la cadete estaba a su lado. Estaba oscuro y la tentación era muy grande. Decidió ir tras ella. Le dijo que la había estado mirando en la pista de baile. Ella le respondió ‘yo también’. Fabián le dio un beso y la temperatura empezó a dispararse. Entonces, varios cadetes entraron al living y Fabián quitó sus manos del curvilíneo cuerpo de la chica. No podían verlo atracando con una subalterna, se supone que él era un ejemplo a imitar.

-Como los dos queríamos seguir le dije que fuéramos a una pieza que estaba desocupada y ella aceptó. Cerré la puerta y empezamos a incursionar. Le pregunté si se cuidaba y me dijo que no. Yo andaba con un condón. La cosa duró como una hora. Después le dije “no sé po, ¿te gusto?…”. Y eso fue todo.

Llegaron separados al living para que no los notaran. Primero entró Fabián. Luego, apareció ella y se acostó lejos. A la mañana siguiente Fabián se puso uniforme y desayunó con los dueños de casa. Eran alrededor de quince los cadetes que se habían quedado esa noche. Uno de ellos ofreció llevar a los demás en auto. Fabián y la cadete voluptuosa se acoplaron. Ella se sentó atrás y él se fue de copiloto. No hablaron ni una palabra. Al llegar, Fabián se despidió formalmente. Todos le respondieron a coro: ‘¡Hasta luego mi Brigadier Mayor!’. Ella también.

Trago amargo
La semana comenzó bien para Fabián. El miércoles tuvo que girar un avión en 180 grados y quedar con la cabeza colgando. Arriba, en el aire, se sentía poderoso. Pero ese día estaba preocupado. Le parecía extraño que nadie le hubiera hecho un comentario acerca de su noche con la cadete.

-Cuando pasa algo en la escuela uno sabe al tiro. Pero acá nadie me andaba mirando. Me puse contento porque dije ‘pasó piola’. Hasta que el jueves después de almuerzo me avisaron que el capitán Gorayeb, me esperaba en su oficina. Cuando llegué estaba con dos oficiales más. Tenían una grabadora y una pauta de preguntas. Me decían: ¿Tomaste el sábado?, ¿la cadete estaba borracha?, ¿la obligaste a hacer algo?, ¿alguien te vio? Si no quedaban conformes con las respuestas los otros dos comenzaban a presionar. Yo estaba asustado. Conté la verdad porque si uno miente al final es peor- recuerda Fabián.

Después del interrogatorio lo mandaron a la biblioteca y le prohibieron contar lo que estaba pasando. Allá se dio cuenta que estaba jodido. Así lo decía el ‘Manual del Cadete’, un libro de 50 páginas donde se reglamenta la conducta de todo futuro piloto. Fabián -al igual que cualquier alumno de la escuela- había recibido el texto en primer año y lo conocía de memoria.
Jaime, un ex cadete FACH, recuerda algunas de las normas que ahí aparecen escritas.

-Se dice que si andas con uniforme no puedes ir sentado en el metro, tenis que ceder el asiento. También que si vas al estadio tienes que sentarte en marquesina. Que sólo puedes pololear o vincularte sentimentalmente con gente de tu mismo curso, pero no con alguien que esté más arriba o más abajo. Y un montón de cosas más… Cuando te mandai una cagada te tiran una sanción que son tantas horas de arresto dentro de la escuela. Eso sí, las horas se van acumulando y si tenís más de 500 te echan.

Fabián no sabía que pasaría con él, pero imaginaba lo peor. Por reglamento, era probable que le quitaran su cargo. “Y todo por una simple cacha”, se repetía. Estaba enojado consigo mismo.

El capitán lo llamó para decirle que ahora era un cadete del montón. Fabián sentía las lágrimas acumulándose. Le ordenaron que se fuera a su casa y que el lunes volviera a conocer su verdadera sanción. Fabián quería olvidarse de todo, pero su papá le dijo la verdad: ‘te embarraste tu futuro’. Entonces, abrió una botella de vino. Sentía impotencia. No sabía cómo ayudar a su hijo. ‘Esperé que todos se fueran a acostar y me tomé un trago, el trago más amargo de mi vida’, cuenta el padre, Carlos Guerrero.

Esa noche, Fabián no pudo dormir. Había cosas que aún no entendía.
-Yo pensaba ¿qué habrá pasado?… Porque caché que la interrogación estaba hecha para saber si yo me había violado a la cadete o no. Entonces, dije ‘me van acusar de violación, de acoso sexual. Capaz que me vaya hasta preso’. También se me pasó por la mente que la mina se sintió utilizada. Pensé que debí haberle pedido el teléfono. Pero no lo hice porque sabía que se iba a volver a repetir y ahí iba a ser peor.

El lunes -antes de conocer su sanción- Fabián decidió encarar a la cadete. Necesitaba saber qué le había dicho al capitán.
-Me dijo ‘yo nunca dije que usted me obligó a hacer algo’. Entonces, le pregunté ‘¿estai clara que fue con el consentimiento de ambos?’. Y dijo ‘sí’, incluso me comentó que se sentía sorprendida cuando la fueron a interrogar. Ella les dijo que había tomado harto y que nos fuimos a otra pieza. Ella pensaba que alguien nos había delatado. Yo le creo. Todavía no sé qué pudo haber pasado.

A Fabián le leyeron su sanción delante de toda la escuela: 650 horas de arresto. Todos sabían que esa cantidad de horas significaba expulsión. Fabián tuvo que romper la fila y gritar por última vez: ‘¡Firme, mi teniente!’. Luego tomó su maleta y caminó hacia la puerta, solo. Nunca se había sentido tan humillado.

-Me dijeron que no me habían echado por abuso sexual, pero me recalcaron que había faltado a la moral. Que me había metido con una cadete que estaba bajo mi mando en una casa ajena y que había dejado mal puesto el nombre de la escuela. Lo que digo yo es que si hice algo, no lo hice solo, lo hicimos los dos. Entonces, ¿por qué a ella no le pasa lo mismo? Sólo le dieron 96 horas de arresto por estar borracha. La trataron como a una víctima… Yo siempre supe que lo que hice estuvo mal, pero me dejé llevar por la calentura.

Pabellón femenino
El año pasado dos cadetes fueron expulsados por haberse metido de noche al pabellón donde duermen las mujeres. Estaban arriba de la pelota y querían hablar con alguna compañera. Se pusieron a gritar varios nombres hasta que salió una cadete emputecida y los delató. En la escuela está prohibido que los hombres entren al pabellón femenino, y viceversa.

Incluso, en los pasillos de ambos dormitorios hay cámaras y sensores de movimiento. Desde que entraron las cadetes (el año 2000) se ha puesto más ojo. En cada curso de cien alumnos, alrededor de treinta son mujeres. Cecilia entró con el primer grupo, pero se retiró porque no era su vocación.

-Las relaciones sentimentales son complicadas allá porque uno vive el régimen militar, pero somos humanos y tenemos sentimientos y hormonas. Entonces, si no se fija distancia y respeto queda la escoba. Imagínate que cuando yo estaba en la escuela eran 450 hombres y nosotras sólo cuarenta. Era obvio que nos tenían que cuidar. Piensa tú que allí entran niños jóvenes. Yo tenía 17 años… Allá, de la puerta para afuera es tu vida, no te revisan si eres virgen, pero adentro hay que respetar y si pololeas no puedes andarte besuqueando.

Antonio fue expulsado por arrancarse a una discoteque en período de acuartelamiento. Él cree que las reglas sólo funcionan para algunos.
-Puta, adentro es súper conocida la historia de un capitán casado que el año pasado acosó a una mina. Le ofrecía salidas y le invitaba completos. Un día le preguntó qué estaría dispuesta a hacer para salir. La mina habló y al tipo lo mandaron a encargarse de la FIDAE hasta que se olvidaran las cosas. A los oficiales les tapan todas las cagadas que se mandan, pero a los cadetes los echan. Imagínate que allá hay tipos que en el colegio eran los más hueones y de repente se ven colmados de poder y le pueden decir a una mina: ‘oye, ven para acá’ y ellas están obligadas a obedecer. Igual hay varias que se aprovechan. Hay un teniente que estaba por casarse y se metió de caliente con una galla en la sala de vuelo. A la mina le iba pésimo en todo, pero le dieron miles de oportunidades.

Fabián conoce esas historias. De hecho, fue el protagonista de un triángulo amoroso cuando se puso a pololear con una Brigadier Mayor, que era acosada por un teniente. Terminaron después de tres meses porque él nunca supo si ella había dejado que el tipo la besara. Antes, eso sí, a ella le quitaron el cargo por andar con un subalterno y a Fabián lo castigaron por un fin de semana. Por eso, cuando pasó lo del asado pensó que correría la misma suerte que su ex polola. Pero lo echaron, y lo empezó a pasar pésimo. Se levantaba en las mañanas y quedaba desocupado. Fabián tiene 21 años y en sólo meses se convertiría en piloto de guerra. Incluso, ya había inventado su nombre de combate: ‘Germen’. Decidió ocupar su derecho a replica y le escribió una carta al director de la escuela, Eduardo Peña Merino, pidiéndole disculpas y suplicándole otra oportunidad.

-Reconozco que fue una falta grave… pero me sacrificaron. Hay gente que comete errores y los perdonan. Además, la otra injusticia es que los que hicieron el sumario eran los mismos oficiales que estaban en el asado. Y el reglamento interno dice quienes juzgan ‘tienen que ser agentes imparciales’. El capitán, como era el más antiguo, debió haberse quedado hasta el final del asado, pero se fue. Por eso me echó y se lavó las manos.

Consultada sobre este punto la FACH respondió: ‘el ex subalférez Guerrero fue dado de baja por haber sobrepasado la cantidad de deméritos (horas de arresto) que establece el reglamento de disciplina. Hemos actuado dentro del marco reglamentario y si el afectado siente vulnerado sus derechos puede recurrir a los Tribunales de Justicia como cualquier chileno’.

Consultada acerca de otros líos de falda entre los oficiales, la FACH no respondió.

Los papás de Fabián están buscando un abogado. Quieren demandar al director de escuela por el daño psicológico, moral y económico causado a su hijo y a la familia. Creen que esto es una injusticia y que él se merece una segunda oportunidad. Además, la pérdida de plata es enorme. La escuela cobra mensualmente alrededor de 10 UF. Y más encima, todo cadete que se retira o es expulsado debe pagar una fianza de 2 millones de pesos.

-Después que pasó todo esto quedé traumado. No podía ver películas donde saliera gente teniendo sexo. Me acordaba de todo. Mi mamá siempre me dice que esta es la cacha más cara de mi vida.

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