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Opinión

20 de Agosto de 2011

“Es hora de tomar decisiones”

Puso el cargo de vocero a disposición de la Confech buscando definir una nueva forma de trabajo y eso desató todo tipo de especulaciones. Quería apurar la respuesta del más exitoso movimiento estudiantil de los últimos 30 años. “El miedo que tengo es que no sepamos aprovechar el momento indicado y presionar para que logremos transformar el país”, dice.

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El fin de semana, Giorgio Jackson, presidente de la FEUC, puso su cargo a disposición de la mesa de la Confederación de Estudiantes de Chile, Confech. Lo hizo, explica, para intentar cambiar el ritmo de la toma de decisiones en el organismo, que ha liderado las masivas protestas de estas semanas. Inmediatamente se armó una pelota: que había renunciado por diferencias con el resto de las federaciones, que acá, que allá.

-En ningún caso dije renuncia -explica.

¿Qué pasó entonces?
-Hoy, en la Confech estamos viviendo un proceso muy intenso, porque esta movilización ha sido histórica, masiva y prolongada. Dentro de los debates que tenemos, tenemos un norte en común. Pero obviamente nacen distintas estrategias que hay que empezar a evaluar. Y hoy el rol de la Mesa Ejecutiva está siendo más bien de vocería, ante lo cual yo dije que, dada la urgencia de la huelga de hambre y de los secundarios que arriesgan perder el año escolar, debíamos apelar más a esa Mesa Ejecutiva que a vocerías. Y ahí puse mi cargo a disposición para que decidamos entre todos si es que queremos más bien tener temas de vocería o mesa ejecutiva.

Es como un llamado a una segunda fase del movimiento.
-Claro. Es hora de tomar decisiones. Y no se trata de decisiones que vayan en contra de lo que ha planteado el movimiento, ni tampoco de un espacio negociador ni mucho menos; solamente de una mesa ejecutiva que pueda interlocutar con los distintos actores para que se entienda fielmente lo que estamos postulando.

¿Y cómo se recibió tu gesto de poner el cargo a disposición?
-Fue una sorpresa para muchos, había varias federaciones que mostraban diferencias con lo que hace la FEUC -lo que responde al contexto histórico que tiene esta universidad-, pero muchos, como la gente de las bases de la universidad de Antofagasta, terminando la sesión, entendieron mi posición, porque necesitamos ser más operativos, tener márgenes de acción mayores para poder acelerar los procesos y alcanzar los objetivos que nos hemos puesto.

¿Por qué esa operatividad de los dirigentes está limitada hoy?
-Porque hay muchas desconfianzas, hay que decirlo.

¿Hacia los dirigentes?
-En general. Hay mucho escepticismo. Tanto Camila Vallejo como yo tenemos espacios mediáticos bien fuertes. Entonces, existen desconfianzas. Yo siempre les he preguntado qué cosas son las que les generan desconfianza, para que las corrijamos. Porque, por ejemplo, esas desconfianzas dan paso a que no podamos establecer reuniones sin que eso sea consultado previamente. Entonces, si es que nos pide una reunión, no sé, la comisión de Educación del Senado, que nos pidió exponer claramente nuestras posturas, porque había confusiones, nosotros no podemos tomar ese tipo de decisiones porque tenemos que consultarlo previamente y después no se puede reagendar. Bueno, esos son el tipo de cosas que sí debiéramos estar en condiciones de resolver como Mesa Ejecutiva…

Entonces, tu puesta del cargo a disposición tiene que ver con afinar estrategias pero no con diferencias en el norte del movimiento.
-El norte ha sido algo definido de manera democrática y que la ciudadanía ha apoyado. A pesar que haya matices dentro de las propuestas, es un norte en común: queremos cambiar el paradigma educacional hoy.

¿Encuentras que el movimiento está maduro?
-Es que los conceptos los tenemos muy maduros. Y por lo mismo, al recibir la propuesta del ministerio, estos 21 puntos, analizándola, inmediatamente nos dimos cuenta que era la profundización de un modelo, y que no respondía a una transformación, sino más bien a correcciones.

EL PELIGRO

Hoy sacan a más de 60 mil personas a la calle; la semana pasada fueron varios miles más, ha habido un caceroleo intenso desde ese día hasta ahora. Están en su peak de apoyo ciudadano. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a este movimiento?
-Lo peor que nos puede pasar es que se nos diluya esto… El tema de la educación llegó para instalarse y el tema de la falta de democracia y los cambios institucionales, también. Pero si no somos capaces de capitalizar hoy algunas de las demandas que ya hemos instalado, para que empiecen a ser políticas públicas, creo que se nos puede diluir entre las manos, se nos puede escapar. Y ese es el principal miedo que tengo: que no sepamos aprovechar el momento indicado y presionar a los actores específicos para que logremos transformar el país.

Entonces, ves que está el peligro de quedar donde mismo.
-O sea, lo que se ha ganado hasta ahora es en conciencia colectiva, y eso es un triunfo. Pero cuando la gente te felicita en la calle por todo lo que se ha logrado, yo soy muy escéptico, pues creo que todavía no hemos logrado doblarle la mano ideológicamente al gobierno, ellos no han cedido esos términos prácticamente nada.

Pero sí hay posibilidad de llegar a algunos acuerdos.
-Claro, en cosas urgentes y ya ridículamente obvias, como que se tenga que cumplir la ley que dice que no hay que lucrar, como mejorar la calidad y la fiscalización para que no existan carreras que estafen. Son cosas de sentido común, pero igual hay que instalarlas. Pero en los temas trascendentales, que van a definir hacia dónde va a girar la educación, no hay acuerdos, son caminos divergentes.

No hay acuerdo con el gobierno. ¿En la Confech lo hay?
-Tenemos una línea.

¿Cuáles son esos puntos centrales donde no hay acuerdo entre ustedes y el gobierno?
-Básicamente, en que en la educación en general, el lucro no sea el motor. No solamente por un tema de principios, sino por un tema empírico.

¿Cómo?
-No se ha demostrado tener mejor calidad en los establecimientos con lucro. Entonces, ¿por qué seguir no sólo avalándolo sino que subsidiando el lucro en la educación si este no genera mejoras? Y ahí hay un cuestionamiento bastante grande que el gobierno no está dispuesto a discutir. En educación básica y media también está todo el tema del financiamiento compartido y la desmunicipalización, que el gobierno ha tirado como que está dispuesto a ceder, pero a medias. Entonces, es bastante tibia la respuesta. Y eso corresponde a una falta de convicción tremenda de parte de ellos. O asumimos que fracasó el sistema educativo y lo cambiamos o estamos en un forcejeo interno en que no queremos asumirlo y lo vamos a hacer a medias. Y en educación superior, nuestro desacuerdo con el gobierno tiene que ver con fortalecer la educación pública. Lo que planteamos es que la educación pública debe ser gratuita y de calidad.

¿Para todos?
-Claramente debe ir subiendo y adaptándose, porque hoy representa menos de un 20% de la matrícula. Debiese ir creciendo y no solamente en las carreras profesionales, sino que también debiéramos tener matrícula pública en la educación superior técnica y técnico profesional. ¿Cómo logramos generar -y esto debería estar garantizado en la Constitución- un sistema de educación superior público, obviamente financiado por el Estado y que sea de calidad, y que vaya creciendo?

¿Cómo?
-Hay dos modelos, el europeo, que es el de garantizar los derechos. Y no es que sea gratuita, porque nada es gratis, pero es financiado por el Estado. El único argumento que tiene la derecha -o en general los que mantienen el statu quo- para que no sea así, es decir que es regresivo porque lo pagarían los más pobres. Bueno, por lo mismo hemos planteado que haya una reforma tributaria que haga que si la familia de un estudiante rico paga 100 de impuestos y otro paga 10, que a los dos se les dé una educación que cuesta 55. Eso está bien, no es regresivo. Hoy la educación la están financiando las familias en más de un 80%. ¿Por qué no hacemos que la financiemos todos a través de los impuestos? Es una pregunta que vale la pena hacerse.

Otra que la gente se hace es qué espera el movimiento estudiantil para decir “este movimiento se terminó”.
-De partida, creo que nadie tiene la capacidad de decir “esto se terminó acá”.

¿Por qué?
-Esto trascendió a lo meramente educacional. Y probablemente si logramos cosas educacionales significativas, este movimiento social siga por otras reinvindicaciones de carácter democrático.

¿Eso significa mantener la movilización todos estos meses?
-No, no lo hemos analizado. Pero estoy convencido de que el movimiento social que se ha armado no se va a desvanecer, sino que se va a ir fortaleciendo quizá con distintos núcleos, y va a ir formando una presión para que hayan cambios institucionales mayores. En temas de binominal, de inscripciones automáticas.

Dándolo vuelta, esto es lo que ha estado usando la derecha, por ejemplo Hinzpeter, diciendo que esta gente no tiene control del movimiento ni sabe lo que quiere.
-Es un despertar social. Y si nosotros estamos buscando un tema educacional es porque es urgente y porque no puede seguir la injusticia como está.

Pero el movimiento estudiantil, dices, está un contexto más amplio que la educación.
-Exacto. Mucho más amplio. Por eso hemos dicho que para este conflicto, gigante, la clase política no ha tenido respuesta, no hay una válvula de escape para los conflictos. No existe.

Pero ustedes han mencionado una: plebiscito.
-Claro. E igual se nos dice que somos intransigentes; nosotros decimos que el gobierno no ha cedido y que ellos están siendo intransigentes. Entonces, ¿por qué vamos a decidir los unos o los otros? Que decidan los chilenos y chilenas, que les presentemos las distintas alternativas en un plebiscito. Y que los puntos que dije antes, que son ridículamente obvios y urgentes, y en los que hay consenso, que se pueda avanzar en ellos por la vía institucional. Pero en la definición de modelos que son divergentes, plebiscito, y no que el gobierno trate de hacer sus propuestas parecidas a las nuestras porque no se parecen. Porque los titulares se parecen pero son conceptos distintos sobre el derecho a la educación.

¿Qué los diferencia inconciliablemente?
-Ellos lo ven como un derecho condicionado a los méritos, primero; segundo, condicionado a tu nivel socioeconómico, si tienes plata el derecho no corre para ti porque lo puedes pagar. Nosotros tenemos otra concepción del derecho a la educación. Si durante treinta años el modelo ha fracasado, ¿por qué no damos pie para que la ciudadanía decida, para que informemos y para que en una democracia en temas tan trascendentales pueda decidir la ciudadanía, así como hace 20 años Chile decidió retornar a la democracia?

PLEBISCITO

El objetivo, entonces, es el plebiscito.
-No se ha definido formalmente, pero a la luz de esta guerra de intransigencias que está planteando el gobierno, este diálogo de sordos, bueno: que decidan los chilenos y chilenas y no la Confech ni el gobierno.

¿Ustedes plebiscitarían premisas o fórmulas concretas?
-Acá, puedo hablar a título personal porque esta discusión está empezando. Pero, claro, definir de partida textos constitucionales que aseguren el derecho a la educación porque ahí se funda la base para lo que viene después. Temas del lucro en la educación, si es que vamos a aceptar que el derecho al negocio esté por sobre el derecho a la educación y si es que más encima, como único país en el mundo, vamos a seguir subsidiando los colegios subvencionados, lo que ha llevado a Chile a ser el segundo país más segregado educacionalmente en el mundo, con guetos. Tenemos educación para ricos, para clase media y para pobres. Todo separado. Y eso le hace daño a la democracia porque nos va alejando a los unos de los otros. No podemos sentirnos tranquilos con una injusticia como esa.

¿Ustedes confían en los políticos?
-No, hay una desconfianza completa. Yo me muestro muy escéptico con lo que puedan hacer los políticos. En los conflictos sociales, si uno revisa la historia, siempre ha habido momentos en que existen compromisos, pactos, y después algunos hacen vista gorda olímpicamente, otros se rebuscan un poco. Pero hay que tratar de establecer algunos caminos. La desconfianza no es en la política, es en los políticos.

LA PERVERSIÓN TOTAL

Qué autocrítica puedes hacer como movimiento.
-Por ejemplo, la semana pasada, haber convocado a dos marchas en un día. Se pudieron haber mejorado las coordinaciones con los secundarios para poder haber hecho una sola. Creo que todos lamentamos lo que pasó ese día, la represión fue bastante brutal, dio paso para que muchos respondieran enganchando con la violencia propuesta por el ministerio del Interior, y eso es negativo para nuestra sociedad. Ahí hay una autocrítica, descoordinaciones. Pero que son más bien de forma. El hecho que Hinzpeter haya dicho que por ningún motivo iba la marcha, fue el mejor llamado a movilización que pudimos haber tenido. No lo podríamos haber hecho mejor que él.

Cuando Bulnes presenta la propuesta el 1 de agosto, fue una gran salida del gobierno de decir “tengo la iniciativa, estoy tirando esta pelota y ahora voy a jugar a aislar a los estudiantes de la ciudadanía”. Eso era hasta antes de la marcha. En cambio no se ve que el estudiantado tome la iniciativa y empiece a hacer algo ya que tiene el sartén por el mango.

-Esa fue una de las críticas que desarrollé en la última sesión del CONFECH, que tienen que ver más con la estrategia. Hoy tenemos todos los elementos, a la ciudadanía mayoritariamente del lado de los estudiantes, un gobierno prácticamente deslegitimado en términos de aprobación ciudadana, al que no le creen y la gente, también, sabe que en políticas educacionales lo están haciendo mal. Entonces, como tenemos el sartén por el mango, no se nos puede diluir esto de las manos y para eso tenemos que empezar a ejercer acciones políticas, que eso no significa -que quede claro- ni venderse a los políticos ni transar ni negociar.

¿Sino?
-Explicitar nuestras demandas a los distintos actores. Y de esa manera ayudar a la solución del conflicto. No podemos ser un obstáculo para llegar a ese objetivo.

¿Qué significó para ustedes la salida de Lavín?
-Algunos podrán haberlo considerado un triunfo. Yo, para nada. Cuando me dicen “pero sacaron a un ministro que era presidenciable”, a mí no me vale mucho eso. Porque no es nuestro objetivo. Ya, yo podré tener las mismas desconfianzas sobre los conflictos de interés de Lavín, pero no creo que uno u otro ministro puedan tener distintas posturas. Es más: estando Lavín, creo que nosotros teníamos mucha más credibilidad que el ministro, y el ministro iba a tener que hacer sí o sí concesiones; él estaba dispuesto a tener agenda propia y saltarse de alguna manera el gobierno. En cambio, ahora ponen a alguien mucho más duro, más cercano al Presidente, con un perfil más amistoso, más directo, creíble. Cambiaron la forma, el interlocutor, pero el fondo fue mucho más duro, mucho más ideológico, y se nota que quedó la UDI ahí en el ministerio, que la mano sigue firme, porque la respuesta que nos dieron, a pesar que los titulares puedan parecerse a los nuestros, ratifica explícitamente que ellos no quieren modificar el modelo educacional chileno. No quieren. Y rayaron la cancha. Dijeron: por más que hagan lo que quieran, no vamos a cambiar. Y para nosotros fue un golpe durísimo. Y para los estudiantes también, que pensaron que el gobierno después de este golpe, de que habían tenido que cambiar al ministro, iba a ceder. Pero no.

Hay algún modelo extranjero que les gustaría poner encima de la mesa.
-Acá no puedo hablar en plural. Pero uno ve modelos europeos de Estados de bienestar que garantizan estos derechos. Cierto, son países más desarrollados, tienen tasas tributarias mucho más altas, proveen de los servicios básicos como educación y salud y no los mezclan con el mercado, saben separar las cosas, no los mezclan porque han entendido la diferencia y los incentivos perversos que puede traer el mercado a la educación y la salud. En cambio, en Chile la perversión es total. Y hay un libertinaje de mercado.

SECUNDARIOS

¿Cómo está el diálogo con los secundarios?
-Con los voceros de la Coordinadora Nacional, tengo un contacto muy fluido y nos coordinamos. Ellos han sido desde un comienzo los más perjudicados, los más desplazados, como si la reforma educacional de básica y media ya se hubiera hecho y estuviera todo el trabajo listo. Y eso es cerrarle la puerta a uno de los problemas más graves que tiene Chile, que es la educación básica y media. El sistema municipalizado fracasó.

Ellos a ratos se ven más duros que los universitarios.
-Es que imagínate, tiene que ver con la desesperanza aprendida, cuando tú dices “si voy al colegio no va a cambiar nada en mi vida”, es una desilusión por las desigualdades que no cambian en Chile y que se perpetúan; probablemente tu viejo estuvo en el mismo colegio que tú y lo ves ahora quizá en qué condiciones, sin pega, sin haber podido entrar a la universidad, entonces los secundarios dicen “para qué mierda voy a seguir en clases, estoy en paro, para qué me piden que vuelva si no me sirve de nada”. Había muchos estudiantes que ponían en sus carteles “no queremos estudiar para ser la mano de obra barata”. Es fuerte eso. La otra vez fui a Buin, a la huelga de hambre. Una situación muy extrema. Había un lienzo: “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”. Fuerte. Cuando está la ignorancia en la desigualdad, no se producen los conflictos sociales. Pero cuando la gente se empodera y se hace consciente de que eso es una perpetuación, puta, queda la cagá.

Y con los profesores, más allá de una serie de matices, ¿están en el mismo norte? Bulnes trató de meter la cuña entre medio.
-Siempre los distintos gremios y organizaciones pueden tener agendas puntuales. Pero en esta ocasión distintos actores nos hemos juntado en una propuesta que es de carácter nacional y ciudadano y todos probablemente, dentro de esta confluencia de demandas, entre unos y otros quizá vamos a tener puntos contrapuestos pero que finalmente, como estamos planteando, la ciudadanía va a tener que decidir. Entonces, independiente que haya puntos que no comparta con los secundarios quizá o con los profesores o con otro gremio, el centro y el núcleo y el pilar son compartidos. No me creo dueño de la verdad ni de la mitad ni de un cuarto de la verdad. Tengo convicciones y sé que cuando choquen con otras, la democracia va a hacer que salga una voz mayoritaria. Y así debe ser.

El episodio del fin de semana le sirvió al gobierno para presentar a la Confech con fisuras, quiebres, para decir que estaban siendo sobrepasados por la ultraizquierda.
-No. Claramente cuando el conflicto se prolonga, todos nos empezamos a desesperar un poco y quizá uno empieza a pensar de manera más radical. Pero quiebre por ningún motivo. El movimiento tiene un norte y las diferencias van más que nada en estrategia. Pero las vamos a resolver de manera democrática, como tiene que ser. Y confío en que podamos nosotros ser quienes lleven la batuta en este tema. Nosotros, los estudiantes. Y eso va a depender si nos damos los grados de libertad en el actuar para poder nosotros poner el tiempo, marcar la pauta y no tener que reaccionar. Eso es importante, que los estudiantes puedan marcar la pauta.

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