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Opinión

20 de Agosto de 2011

No capitalicen su anticapitalismo

El castigo a la corrección política lo inventó la derecha más retrógrada. Quizás en estos días históricos es precisamente cuando hay que hacer una reflexión, porque el entusiasmo nos puede cegar. No es bueno reventarle el globo a una juventud no contaminada, pero por lo mismo hay que adelantarse a lo que puede ocurrir y […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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El castigo a la corrección política lo inventó la derecha más retrógrada. Quizás en estos días históricos es precisamente cuando hay que hacer una reflexión, porque el entusiasmo nos puede cegar. No es bueno reventarle el globo a una juventud no contaminada, pero por lo mismo hay que adelantarse a lo que puede ocurrir y detectar los posibles oportunismos.

La incorrección política es una moda, una trampa en la que no hay que caer, pero eso no impide hablar de algunas prácticas no muy sanas de algunos primos en primer grado. Ese es el oxímoron más brígido, ese el dilema: si uno quiere cambiar algo, hay que organizarse, pero para organizarse hay que tener espíritu de scout, de Cema Chile y de completada que no todos tenemos. Y muchas veces hay que verle la cara –o que te vean las huevas– tesoreros sospechosos, movidas, cosas desagradables. No siempre, pero muchas veces viene algo de eso en el paquete. Personalmente, cuando estaba en la básica, en la media y en la U casi me daban ataques de pánico cuando había que organizarse para hacer trabajos grupales. Pero esa es la única salida.

El trabajo de la escritura es solitario, aunque la tradición y lo leído constituyan el equipo; el trabajo del cine es necesariamente en equipo. Organizarse es la única manera, y hay que ver con anticipación los que se ponen al lado del botín, los que actúan en pro de los eventuales dividendos. Pero organizarse no es fácil, en el día a día la gente ni siquiera sabe caminar por la vereda, cree que el que viene caminando en sentido contrario tiene que ceder el 100% y no el 50% reglamentario. El neoliberalismo es la cultura del atropello.

Mucho gurú y libro de organización y empresa, pero lo cierto es que en nuestro país no hay manera de encontrar siquiera una buena cartelera de cine en internet, las películas salen a una hora y las dan a otra, no hay cómo saber que hubo un ciclo interesante en un lugar x, como ocurre a veces y uno se entera una vez que el ciclo terminó. Las toneladas de libros acerca de organización y marketing, etc., son una falacia cuando uno experimenta en carne propia el absurdo de la atención al cliente en una tienda.

En alguna ocasión un barsa que jamás había leído un libro ni una línea de mi autoría me pidió mi firma porque quería hacer bulto y quemar a medio mundo en una campaña en contra de no sé qué cosa que había hecho un burócrata de la Concerta que tenía flor de corruptela en una institución cultural. Yo no quería firmar. Básicamente el tipo cuestionado me parecía un asco: se decía escritor y no tenía obra, excepto unos chistes parrianos completamente sin gracia; se había quedado sin tema luego de la dictadura y se aferraba a la causa mapuche que le interesaba un rábano, escribía una cosa que no calificaba ni para escolar.

Aún así, yo no quería firmar en contra de ese pirigüín ni en contra de ningún otro porque me parecía incorrecto que alguien utilizara mi firma y la de muchas otras personas para darle el crédito al organizador de la cruzada anti cualquier cosa. No era firmar por una causa, era una rencilla interna. En general, a los que organizan les da lo mismo la causa o que los firmantes se quemen con medio mundo: lo que en realidad están haciendo muchas veces es construir su currícula para un eventual cambio de timón. Algunos sabían que la dictadura se iba a acabar cuando hacían, muy protegidos, sus performances y cosas extrañísimas en poblaciones y en lugares en donde nadie –me incluyo– entendía ni pico de qué se trataba esa cosa extraña que hacían.

Siempre es así. Con mayor o menor brocha gorda, con mayor o menor sutileza, siempre hay algunos barsas que quieren apoltronarse en algunas instituciones culturales, y para eso utilizan a los demás que antes salíamos a la calle por ellos a agarrarnos con los pacos o a poner la firma. Luego, son ellos quienes se jactan de haber organizado y los que quedan a cargo de los puestos en donde se cuecen las habas. Ahí, la repartija no es de palos como los que nos daban a nosotros, sino de los otros palos, con ceros. Un tarado escribió un poema que se llamaba “No al lucro en la educación”, un poemita ad hoc que quería publicar en alguna revista por ahí, lo importante para él era armar curriculum para un eventual cambio de timón, pero ese era güeón-güeón, detectable en su táctica torpe. “Cien poemas para Gladys”, “Cien poemas por la educación gratuita”, eso no es efectivo ni cura el cáncer ni genera presión genuina, no sólo en literatura la literalidad no es efectiva, en la realidad también los rectos al mentón avisados son inefectivos.

El tiempo es muy cruel con nuestras ingenuidades y queremos borrar de la web nuestros errores como quien no sabe manejar sus remordimientos. Facebook arde por estos días, y los secundarios y universitarios han dado un ejemplo, pero acuérdense que no hay referente, que estamos en una desolación, que cuando caiga este desastre de gobierno tiene que haber otro que lo reemplace, y que tiene que hacer reformas de verdad. Los estudiantes no están achanchados como la Concertación en su fase final, no hay entre los estudiantes retornados vivarachos ni aprovechadores. Los universitarios tienen todavía el corazón limpio, y hay que hacer un esfuerzo enorme para que eso siga así.

Por eso, Concerta y PC: no se vayan a creer que el triunfo de las movilizaciones masivas les pertenece. Es otro tipo de movimiento el que se ha articulado, parecido en algo al “que se vayan todos” argentino (que es la licuación de la política, hay que tener ojo); es la ciudadanía que se pegó la escurrida con el tipo de vida que lleva. Es fascinante ver las manifestaciones estudiantiles, jóvenes que afortunadamente no se han decepcionado con las prácticas viciadas. Pero ojo, hay que poner las condiciones antes para el tipo de dirigentes que el país requiere. Antes, hay que publicar artículos mucho antes. Y pensar en cómo se logra la representación de un sector que no está inscrito en los partidos políticos y ponerle fin a los eventuales acabronamientos.

La diferencia de los pingüinos de ahora con los de la era Bachelet es importante: estos no son figurines, no les dan el gusto a los periodistas, no son estrellas ni líderes, creen efectivamente en una organización descabezada y orgánica. Da gusto verlos y uno piensa que ojalá no se vicien, no se achanchen. Hay que tratar de adelantarse a lo que no nos puede pasar mañana.

Es obvio que la cultura siempre se va a entender con un sector político en donde hay gente muy valiosa, pero mucho zángano también. Conozco a algunos que al primer copete se ponen hablar de sus actividades de guerrilla durante la dictadura y que jamás en su vida vieron un miguelito, que tenían sentido de club deportivo, de centro de madres, de recolectemos firmas para esto o lo otro, que se apoltronan en su miedo dentro de una oficinita en alguna institución por “sus actividades de resistencia durante la dictadura” en donde me consta que no hicieron nada, pero siempre tienen buenas pegas por esa participación heroica, participación que jamás realizaron, como una académica que jamás fue a un recital de rock y hace su tesis sobre los Fiscales Ad Hoc, o como Fuguet hablando de ediciones independientes y cara de rajadas de ese calado.

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