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Poder

2 de Septiembre de 2011

Denuncias contra la policía suman y siguen

Vecinos denuncian alteración del sitio del suceso, allanamientos, interrogatorios ilegales y uso de armas de guerra, además de pistolas policiales extraviadas. El escándalo no para.

Por

Antes de desplomarse retrocedió unos pasos y pareció hablar con los ojos. “Me dieron”, dijo. Al instante estaba tendido boca abajo en el pavimento con una bala incrustada en el pecho. Un momento fugaz que sucedió a tres disparos y que alborotó a un centenar de manifestantes de la población Jaime Eyzaguirre que a esa hora, alrededor de las 11:30 de la noche, se encontraba en la intersección del pasaje Amanda Labarca y Roque Esteban Scarpa.

-Se pitearon al Manu -se escuchó por todos lados.

Gerson Gutiérrez, hermano del herido, abandonó su silla de ruedas y se precipitó al piso para socorrerlo. La escena era escalofriante. “Manolito, hermano, despierta”, le gritaba. La gente de inmediato comenzó a putear a los policías que se encontraban parapetados detrás de un muro de la autopista en Américo Vespucio. Una densa humareda inundaba las calles.

-Asesinos, vengan a ver la cagá que se mandaron- aullaban.

Juanito, yunta de Manuel, corrió a avisarle a los familiares del herido. Un vecino del pasaje Olga Poblete ofreció su camioneta para llevarlo a la posta. Durante el trayecto, Juanito intentaba reanimarlo mientras le tapaba el orificio de la bala con su mano. Manuel había comenzado a sangrar por la boca. “Le decía que hablara, que iba a estar bien”, cuenta su amigo. A ratos Manuel lograba incorporarse y preguntaba por su hermano.

-¿Cómo está el Gerson? -balbuceaba.

Cuando llegaron a la Posta 4, en Ñuñoa, trasladaron a Manuel a una enorme bandeja de aluminio. En el centro asistencial estaban constatando lesiones un grupo de alumnos recién desalojados de un liceo. La prensa, que cubría la noticia, se enteró por casualidad del baleo del joven de 16 años. Un policía de guardia en el lugar tomó declaración a Guisseppe Ramírez, uno de los amigos que había trasladado a Manuel. El muchacho contó que el funcionario le pidió que dibujara un croquis detallando el lugar exacto donde sucedieron los hechos. Al cabo de unos minutos se cortó la luz en la posta. Sin reanimación mecánica disponible, las esperanzas de salvarle la vida eran prácticamente nulas. Manuel Gutiérrez falleció poco antes de las dos de la madrugada.

“Los pacos fueron, yo los vi”
La noticia de la muerte de Manuel se propagó por la población al otro día. Los vecinos comenzaron reconstruir los hechos. Nadie daba crédito de la versión aparecida en algunos diarios que explicaba la muerte del joven como un enfrentamiento entre pandillas, ni tampoco los testimonios de supuestos vecinos hablando de espaldas en televisión.

-Acá no ha existido daño a la propiedad pública ni privada, tampoco saqueos, como apareció diciendo alguna gente de espalda en los noticieros, ésta es una villa tranquila, es cosa de preguntarle a cualquier comerciante -cuenta Miguel Fonseca, vocero de la familia.

La indignación fue mayor cuando se enteraron que Carabineros ni siquiera realizaría un sumario y que el ministro Rodrigo Hinzpeter había visitado a funcionarios heridos de la institución. “Cuando uno dispara una pistola lo que busca es quitarle la vida a un chileno, a un carabinero de Chile”, dijo Hinzpeter a la prensa.

-Ahí entendimos que lo que se venía era una tremenda lucha comunicacional, mediática y judicial para que esclarecer el tema -reflexiona Fonseca.

Si bien el núcleo familiar de Manuel Gutiérrez -ligado a la iglesia evangélica- desde un comienzo se manifestó contrario a politizar la muerte del muchacho, fueron enfáticos al señalar que creían en la versión de Gerson, su hermano, quien aseguró a todos los medios que el asesino era un carabinero.

-Que quede claro: fueron los pacos, yo los ví, estaba al lado de él, no fue un ajuste de cuentas, ni estaba haciendo desmanes -le dijo a The Clinic, el día viernes.

La versión de Gerson coincide con la de muchos vecinos que se encontraban en el lugar.

-Si hubiéramos visto a alguien disparando, nos hubiéramos dado cuenta. No había nadie con pistola, hubo sólo piedrazos y harta gente copuchenta mirando lo que pasaba. Había mujeres con hijos chicos, cabros jóvenes, debieron haber sido alrededor de cien personas -rememora la señora Rosa, propietaria de un almacén en la esquina de las calles donde fue asesinado Manuel.

Los vecinos decidieron realizar sus propios “peritajes” en terreno para determinar la trayectoria de la bala. Una versión criolla de CSI. La mayoría coincide en que la probabilidad de que el disparo proviniera de manifestantes ubicados al lado oriente de Américo Vespucio es casi nula.

-Si hubieran disparado del otro lado, la bala habría tenido que cruzar cuatro pistas. Si a eso le sumamos que la calle tiene una pendiente en altura, muros de contención y que la gente estaba replegada hacia el interior, las posibilidades son aún más escasas. Si se hubiese tratado de un delincuente, debió haber disparado al lado de los pacos – detalla Cristián Cid, comerciante, que declaró ante la fiscalía.

Aquel viernes fue una jornada de rumores. Una dirigente del sector, cuyo nombre omitiremos por petición expresa, comentó que una vecina le había dicho que carabineros, en horas de la tarde, había allanado su domicilio, en el pasaje Federico Puga y Borne, en busca de un revólver que se le había extraviado a un funcionario durante un incendio y acusaban a su hijo -con antecedentes por porte ilegal de armas- de tener el revólver en su poder. Roxana, la madre del muchacho, aseguró a The Clinic que se trataría de efectivos de la comisaría de Peñalolén.

-Llegaron preguntando por el Pepe, mi hijo, dijeron que se les había perdido una pistola, mi marido los hizo pasar, porque no traían orden, y le dijeron a mi hijo que si la encontraba le pasarían plata -cuenta Roxana.

En cuanto se retiraron del lugar, el esposo de Roxana comentó: “en el manso tete que se va a meter el huevón que la encuentre”.

Desde entonces, los rumores de un eventual montaje han sonado fuerte en la población. La desaparición de un arma de servicio trajo a colación en la villa la muerte de un joven el 11 de septiembre del año 2005. Cristián Castillo, de 16 años, fue muerto por un disparo en avenida Las Parcelas. Igual que en el caso de Manuel Gutiérrez, Carabineros puso sus armas a disposición de la fiscalía. Los peritajes arrojaron que ninguna de ellas habría percutado el disparo homicida.

El fiscal que llevaba el caso, Rodrigo Lazo, ordenó periciar las armas particulares de los funcionarios y, luego de dos años y medio de investigaciones, descubrió que el carabinero Daniel Cabrera era dueño del arma que le quitó la vida a Castillo. La fiscalía militar finalmente lo condenó a 500 días de presidio.

-Mi nieto tenía la misma edad de este muchacho. Es decir, esto no es nada nuevo. Los que tienen que cuidar la vida de las personas simplemente la quitan cuando se les antoja. Este un caso similar porque hay testigos que dicen que fueron carabineros. A mí no me cabe ninguna duda de que fueron- dice.

Esa vez, contó el abuelo de Castillo a la prensa, el general Gordon les prometió que esto no iba a pasar nunca más.

El barrido
La señora Rosa, la del quiosco de la esquina del tiroteo, dice que alrededor de las 4 de la madrugada del viernes un auto blanco llegó al lugar, dos horas antes de que se constituyera la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones.

-Se bajaron tres tipos de civil, los vi desde la ventana, comenzaron a recorrer el pasaje, despacito, buscando cosas en el suelo. Me llamó la atención que en el asiento del copiloto tenían un chaleco de carabineros. Fue raro. Yo pienso que andaban buscando el casquillo de la bala- relata.

La eventual alteración del sitio del suceso, desde entonces, ha cobrado fuerza en la defensa. Washington Lizana, abogado de la Defensoría Popular que representa a la familia de Manuel Gutiérrez, denuncia que desde un comienzo Carabineros intentó encubrir la investigación:

-Cuando los amigos de Manuel llegan a la posta, el policía de turno recibe la denuncia y al enterarse que el posible asesino es un carabinero, deja de escribir y realiza una llamada telefónica. Al rato, llegan efectivos de civil y le toman una declaración a uno de sus amigos, le hacen dibujar un plano del lugar y se retiran. Nosotros pensamos que esta suerte de barrido que efectuaron individuos de civil en el lugar, sin identificación, fue una acción tendiente a entorpecer la investigación.

El fiscal a cargo del caso, Rodrigo Lazo, al ser consultado por esto, asegura que no descarta ampliar la investigación si es que los antecedentes llegan a sus manos.

-Por el momento no sé nada. Hay que ver si efectivamente estos hechos ocurrieron, saber quiénes andaban. Porque Carabineros no tiene orden de investigar y por lo tanto carece de facultades -dice Lazo.

Pero hay más. Algunos vecinos de la población encontraron esa misma noche, muy cerca de donde se encontraban apostados los vehículos policiales, un extraño artefacto que no correspondía a las características de una vulgar bomba lacrimógena.

Se trata, en rigor, de una Mini Bang 7290 M, diseñada por la empresa norteamericana CTS (Combined Tactical Systems), un explosivo con carga lumínica usado para el rescate de rehenes o en operaciones de alto riesgo, empleadas por unidades tácticas especializadas. Si efectivamente este armamento estaba en manos de efectivos policiales, la pregunta cae de cajón: ¿Qué hacía Carabineros con un arma de este tipo intentando controlar el orden público? La institución, al ser consultada por The Clinic, que adjuntó fotos del objeto, señaló que la solicitud sería enviada a la Dirección de Orden y Seguridad y que, por el momento, “no podían responder porque el caso acababa de judicializarse”.

-Esto abre una nueva línea de investigación, porque en un principio pensamos que era una bomba lacrimógena, y ahora entendemos que se trata de un instrumento no convencional que suponemos debe utilizarse de acuerdo a un protocolo, y no como parte de la acción de un grupo de carabineros en el marco de control de las movilizaciones -sostiene el abogado Lizana.

Las especulaciones abundan. Cristián Cid, comerciante que también tuvo acceso al artefacto, se pregunta si el Mini Bang 7290 M no indicará que existen “huevones locos dispuestos a crear este tipo de problemas, que van con la maldad, dispuestos a matar o dejar una cagá grande; entonces, qué mejor que ir con una huevá que no es de ellos y que impida pillarlos”.

La idea de Cid -hipotética, por cierto- no es tan distante a la versión de Carabineros, que sostiene que el sargento Miguel Millacura -con 17 años de servicio en la institución y una buena hoja de vida- habría acudido a la esquina de Américo Vespucio y El Valle sin autorización de sus superiores para disparar su UZI de 9 milímetros en contra de los manifestantes y que en el cuartel, luego, reemplazó la munición fiscal usada por balas suyas, para que no se notara.

El vuelco en la versión oficial -el único “vuelco” en el caso- se notó en la población, cuando el lunes llegó Gonzalo Fuenzalida, jefe del Centro de Apoyo a Víctimas de Interior, a ofrecer su apoyo sicológico y social a la familia de Gutiérrez, por orden del ministro Hinzpeter.

Un gesto que fue recibido tibiamente por Gerson, el hermano que siempre dijo que la policía había matado a Manuel.
-Aquí hay algo escondido que han intentado tapar. A lo mejor el ministro o el señor Piñera quieren acomodarse a las circunstancias, para que no les echen la culpa. Quisieron tapar el sol con un dedo pero no les alcanzó para ocultar los hechos. Por eso se dieron vuelta la chaqueta y ahora están con la soga al cuello. Es una actitud hipócrita -dice Gerson.

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