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Opinión

8 de Septiembre de 2011

“Los archivos del cardenal” y los pecados de la prensa

Si bien sus propios creadores han definido a “Los archivos del cardenal” como una serie de intriga policial, al estilo de producciones estadounidenses, para los seguidores del género un personaje se echa de menos en sus capítulos: a diferencia de algunas de sus congéneres norteamericanas, en ningún momento aparece el clásico reportero busquilla, que irrumpe […]

Javier Ortega
Javier Ortega
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Si bien sus propios creadores han definido a “Los archivos del cardenal” como una serie de intriga policial, al estilo de producciones estadounidenses, para los seguidores del género un personaje se echa de menos en sus capítulos: a diferencia de algunas de sus congéneres norteamericanas, en ningún momento aparece el clásico reportero busquilla, que irrumpe en la trama a punta de averiguaciones propias y se transforma en un dolor de cabeza para los investigadores protagónicos.

Pero esta ausencia no es achacable a los guionistas. Al contrario. Es uno de sus aciertos, pues deja en evidencia la triste labor que cumplieron algunos de los principales medios periodísticos durante el régimen militar. Un papel que en algunos casos llegó a ser directo encubrimiento a favor de los aparatos represivos.

Un caso emblemático es el de Carmelo Soria, el diplomático español asesinado por la DINA en julio de 1976, luego de ser torturado en la casa que compartían en Lo Curro el agente de ese servicio Michael Townley, y su pareja, Mariana Callejas. Ambos aparecieron como personajes en el sexto capítulo, emitido el pasado 25 de agosto.

Tres días después del hallazgo del cuerpo en un canal de Huechuraba, El Mercurio descartó la participación de terceros, detallando que el vehículo de Soria cayó a las aguas luego de que el diplomático estuvo horas en un casino. La información no estaba avalada por ninguna fuente responsable y daba a suponer que Soria se desbarrancó porque conducía ebrio.

La misma hipótesis suscribieron La Segunda y Las Últimas Noticias. El 23 de julio, el matutino señaló que para la policía era de “vital importancia” el examen de alcoholemia. La Segunda publicó el 28 de julio que “Soria sufría un fuerte shock emocional que lo indujo a beber desde hacía algún tiempo (…) debido a problemas sentimentales que lo tenían bajo una gran presión”.10

La serie de TVN está inspirada en casos reales donde sobran las negligencias de la prensa. La Escuela de Periodismo de la UDP decidió iniciar una serie de investigaciones periodísticas relatando esos casos verídicos. El resultado puede leerse semana a semana en el sitio casosvicaria, donde también se aborda la forma en que la prensa los cubrió en su momento.

Es cierto que en esos momentos la prensa estaba bajo vigilancia, pues todo lo que publicaban era revisado por la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos). Pero también es claro que había ciertas maneras de zafar honrosamente de la censura, al menos para no caer en el encubrimiento flagrante.

Un buen ejemplo es la cobertura de La Tercera durante el mismo caso Soria. Desde un principio el matutino de Vicuña Mackenna puso en duda la tesis del accidente. “Extraña muerte de un funcionario internacional ¿Crimen o accidente?”, publicó en su portada el 20 de julio. Un día después, señaló que la autopsia había arrojado que el diplomático “ingresó muerto al agua”. Lo curioso es que se trataba de las mismas fuentes consultadas por los medios de la competencia, todas del ámbito policial.

Cuando Soria fue asesinado los diarios de circulación nacional eran la principal opción que, en teoría, tenía la mayoría de los chilenos para informarse sobre lo que ocurría en los subterráneos del receso político. Hasta la cobertura de Canal 13 con la venida del Papa, en 1987, la televisión jamás tuvo chances de jugar ese rol. Desde el mismo golpe los canales quedaron bajo el control político del régimen: Televisión Nacional a través de la Secretaría General de Gobierno y las estaciones universitarias por medio de los rectores delegados. Además, a mediados de los 70 la televisión recién comenzaba a masificarse: en 1974 había sólo 121 aparatos por cada mil habitantes, en comparación con los 302 que había en 1983.

Así, con algunos de los más gravitantes medios escritos restándose de investigar o derechamente tergiversando, se entiende que durante años miles de chilenos, especialmente los con menos recursos para informarse, desconocieran los alcances de las violaciones a los derechos humanos.

Si bien casos como el de Carmelo Soria comenzaron a ser develados por la invaluable labor investigativa de la prensa opositora a Pinochet a partir de los ’80, esos medios nunca dejaron de tener una circulación restringida, al alcance de una minoría informada.

Hoy, cuando la televisión es por lejos el medio más masivo y el de mayor impacto, la gran contribución de “Los archivos del cardenal” es poner en escena los detalles de una verdad incuestionable, pero ahora mediante un potente relato visual al alcance del público amplio.

*Periodista, investigador de la Escuela de Periodismo UDP.

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