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Opinión

13 de Octubre de 2011

Estallido

Foto: tufotoconelpresidente Estalló el “Caso Bombas” y se deshizo en mil pedazos. Los mismos pedazos que nunca encajaron en el puzzle de la Fiscalía Sur, que entonces comandaba el ex fiscal Peña, que pretendieron construir con mucho de imaginación y de parafernalia. Escándalo político judicial que debiera hacernos recapacitar como mínimo. Reflexión sobre el abuso de […]

Paula Vial
Paula Vial
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Foto: tufotoconelpresidente

Estalló el “Caso Bombas” y se deshizo en mil pedazos. Los mismos pedazos que nunca encajaron en el puzzle de la Fiscalía Sur, que entonces comandaba el ex fiscal Peña, que pretendieron construir con mucho de imaginación y de parafernalia.

Escándalo político judicial que debiera hacernos recapacitar como mínimo. Reflexión sobre el abuso de un sistema de justicia que en su eficiencia permitió que un fiscal, presionado probablemente por razones políticas y -por qué no- su futuro jefe, edificara este castillo de arena.

No resultaba entonces extraño que insistiéramos en la debilidad o inexistencia de prueba que, recopilada por un fiscal regional que con acuciosidad y rigurosidad había acumulado, es cierto, en una larga investigación, no arrojaba indicios sobre los culpables de los atentados con explosivos. Días bastaron para que traspasada la causa al investigador estrella de la fiscalía, tras una presión insoportable del gobierno, y con exactamente la misma prueba, destruyera el nudo gordiano en que se encontraban y con pases de magia y efectismo, acusara a quienes, hoy, otros deben liberar de responsabilidades.

Imágenes todas de la precariedad con la que siempre se movió esta causa y que sin embargo supuso pasar meses privados de libertad a casi una veintena de personas. Estigmatizados individualmente y como grupo por ser anarquistas y okupas, vil crimen, sin que tuvieran relación alguna con lo investigado y respecto de quienes se tenían pruebas insuficientes y no vinculantes, tuvieron que pagar injustamente para el lucimiento y éxito momentáneo del actual funcionario del Ministerio del Interior.

Una causa en la que se dieron situaciones absurdas como la pretensión de financiamiento internacional por un giro de menos de 800 euros. En que se quiso perseguir y acusar a individuos por sólo pensar diferente con miles de pruebas excluidas por la propia fiscalía como producto de su desprolijidad y liviandad en la empecinada investigación.

Se pretende incluso ahora –es difícil asumir que se ha actuado con negligencia y hostigamiento, no hay duda- dejar instalada la idea de que la causa se derrumbó por razones procesales y no de fondo. Pero no es así. La prueba de la fiscalía no involucraba a los imputados en la supuesta asociación ilícita terrorista y mucha de ella fue obtenida con infracción de normas y abuso de garantías. Prueba ilícita, prueba liviana, prueba inconducente que desde luego no alcanzaba y no alcanzó para condenar a estos inocentes. La fiscalía tuvo que reconocer, a su manera claro, que tenía que solicitar el sobreseimiento definitivo –que fue decretado- y despejar completamente las dudas sobre la eventual participación de los perseguidos.

No es primera vez que algo así ocurre. La absolución de más de una decena de imputados mapuches, por abuso del celo persecutor, discriminante y empecinado, luego de meses de cárcel, huelgas prolongadas y peligrosas de hambre y titulares amarillistas agraviantes y deshonrosos, también por supuestos delitos terroristas, es prueba de ello.

Es necesaria una explicación de calidad, una respuesta a la altura de los flashes y titulares que consiguieron con su fantasía. No sólo la merecen quienes fueron marcados por estas investigaciones sino la sociedad entera que necesita saber por qué la fiscalía o miembros de aquella prioriza su obsesión antes que la búsqueda de la verdad respecto de los delitos que se cometen. Y la estamos esperando.

 

 

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