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Opinión

26 de Octubre de 2011

Empollando conceptos de la revolución posible

Antes fueron los sangrientos golpes de Estado protagonizados por milicos criminales, luego vino la democratización controlada como un golpe a nuestra inocencia política, pero ahora tenemos el golpe ciudadano, ese que tiene como protagonista a un pueblo movilizado contra un orden criminal (no sólo injusto). La semana pasada hubo tres marchas muy significativas, la de […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Antes fueron los sangrientos golpes de Estado protagonizados por milicos criminales, luego vino la democratización controlada como un golpe a nuestra inocencia política, pero ahora tenemos el golpe ciudadano, ese que tiene como protagonista a un pueblo movilizado contra un orden criminal (no sólo injusto).

La semana pasada hubo tres marchas muy significativas, la de los indignados, la de los zombies y la de la alegría católica. Casualmente me topé con un piquete de esta última compuesta por rubiecitas y rubiecitos barrioaltinos que tomó el metro para volver al barrio oriente, parecían familias Opus Dei comandadas por mamás vestidas como catequistas preconciliares, con unas faldas anchas, horribles, más abajo de la rodilla. La primera, la iracunda, significa la internacionalización de la protesta local con todo lo que eso implica, la de los zombies es lejos la más frickeá y lúdica, y cuya reivindicación, si la hay, es validar un Halloween como una festividad carnavalesca con contenido crítico que, de algún modo, rivaliza con la impostada alegría de los católicos que están pa la goma por su crisis de credibilidad y su decadencia objetiva. Sólo falta, por lo que pasó con Precht, que surjan las apostillas de Los archivos del Cardenal en que éste aparezca con la sotana arremangada en actitud de abuso, Dios nos libre. No lo podíamos creer, pero parece que la iglesia es estructuralmente pedófila.

En este contexto, pendejos queridos, de decadencia institucional de Chile (porque, digámoslo, las instituciones no funcionan) tenemos que ser claros y ponernos de acuerdo, hay que actuar rápido y desarrollar políticas claras frente a la ciudadanía, este movimiento es sobre todo una puesta a punto ética de un país. El enemigo, a través de la estrategia UDI-gobierno, apuesta a criminalizar el movimiento social estudiantil, no le podemos hacer el juego, por eso hay que adelantarse y cambiar el carácter de la movilización, transformar las operaciones políticas, manteniendo el carácter lúdico y creativo de las mismas, y sobre todo profundizar su contenido político ampliando la estrategia de alianzas.

Tenemos que juntarnos todas las organizaciones de trabajadores, incluidos los profes, y tomar una decisión política contundente a nivel de demandas, que ponga al gobierno de rodillas, sin contar para ello con ningún partido político tradicional.

Cabros, no sean como sus viejos o como sus abuelos que pertenecieron a la izquierda fracasada, y que tienen en su ADN la derrota, victimada y folclorizada, asumida como capital masoquista. Esa vieja izquierda acostumbrada a la derrota y a la mitificación del sufrimiento, más aún, que lo trabaja como negocio clientelista. Su victoria actual sería el fracaso del movimiento (su logro es administrar el viejo modelo estatal), porque el boliche está asegurado para funcionar, y su continuidad abre mucho el mercado político de la izquierda. Por ahora pueden consolidar, miserablemente, más presencia parlamentaria y concejales en las municipales y hasta alcaldes, y con eso bastaría para mantener el negocio abierto (me refiero a la cúpula PC). Aliados con los traidores de la posibilidad democrática.

Por eso, compañeros, mucho ojo con el maximalismo ultrón que beneficia al enemigo o a los intereses corporativos de la izquierda doméstica.

Los estudiantes y jóvenes de hoy deben desprenderse de ese pasado funesto de morder el polvo de la derrota. Ahora hay que ganar, seguir ganando la calle y consolidar las propuestas democratizadoras; incluso se puede incursionar en la escena electoral, podemos utilizar un partido chico y rasca como los Verdes (así hablaría el enemigo) por ejemplo, pidiéndole prestado su estatuto jurídico y nos cagamos a todos esos hijos de puta que nos quieren seguir jodiendo; esa sería una gran victoria táctica, porque las elecciones no pueden ser un fin estratégico. Se acabó la negociación, lo que ahora hay que mantener es la gestión movilizadora, una que sea capaz de ensayar propuestas políticas emancipadoras e innovadoras hoy, en este instante. Digo, digo, empollando conceptos de la revolución posible.

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