Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

28 de Octubre de 2011

Los seis meses que tienen a Piñera de las weas

El 28 de abril, cinco mil estudiantes universitarios marchaban por la Alameda, presentando en sociedad una hasta entonces desconocida Confech. El movimiento no tardó en crecer hasta el punto de poner en jaque al presidente Piñera y logrando el apoyo casi transversal de la sociedad chilena. Con ellos reaparecieron las consignas que hicieron temblar a Bachelet con el pingüinazo del 2006, reaparecieron los encapuchados, reaparecieron las demandas por otro Chile y, sobre todo, el verdadero rostro del país que creíamos extinto.

The Clinic Online
The Clinic Online
Por

Durante veinte años construimos, políticos y ciudadanos de a pie, hijos de vecino y millonarios, nosotros los chilenos, un imaginario muy cercano a lo armonioso sobre la sociedad en que vivimos. El país de las oportunidades del tercer mundo, soñamos. El Jaguar, nos ufanamos. Y durante veinte años creímos que habíamos creado un nuevo Chile. Que día a día, ladrillo sobre ladrillo, autopista tras autopista, íbamos construyendo algo sólido sobre las cenizas de una pesadilla larga. Salíamos de un mal sueño sangriento tomándonos de las manos, hermanos, con la lección aprendida.

Y no.

Hoy, seis meses de marchas han dejado esperanzas, muertos, heridos, detenidos, ideas sobre la mesa, lecciones de lucha y de lo que puede hacer un ciudadano empoderado. Seis meses de estudiantes arrevolverados, movilizados en una batalla “noble, grande y hermosa” como dijo el sabio, han despertado la ilusión de cambio en un sistema a todas luces injusto, sembrando en el país el germen de la reacción ciudadana adormecida por el espejismo de una democracia pactada.

Pero sobre todo nos han enseñado que detrás de ese maquillaje de deudas, de esas carreteras privadas, de esas lucecitas embaucadoras y, especialmente, que detrás de esa ilusión de una sociedad muy lejana a la que presenció y protagonizó la ruptura, las cosas no han cambiado de color.

La irrupción del conflicto transparentó posturas y paradigmas que creímos muertas con el bla blá de lo políticamente correcto: suponíamos que la lección manchada con sangre era lo suficientemente dura como para haberla olvidado y creímos que éramos otros.

Y así, mientras la filita de estudiantes desfila jueves a jueves por las calles del país, su marcha parece una gota surcando a la sociedad, partiéndola en dos fracciones antagónicas que en su esencia siguen siendo muy similares a las que creímos enterradas durante los veinte años que duró la ilusión de un gobierno instrumental que se estiró demasiado.

Ahora, cuando esa armonía de los equilibrios quedó en el pasado, resurgen los verdaderos rostros de Chile. Los que no cambiaron y estaban ocultos porque en la catarsis colectiva del proceso de perdón y olvido, de reconciliación, hicimos gestos como endiosar a una ministra de Defensa que fue víctima de tortura durante la dictadura y no valía la pena recordar que el alcalde de una de las comunas más ricas de Santiago había sido guardaespaldas del dictador y agente de la policía represora.

Pero los estudiantes, el movimiento en general, se encargaron de volver a poner sobre la mesa la verdadera cara de los actores. Y entre más encapuchados en las calles aparecen revoleando piedra, más capuchas se caen en la vida pública. Más claro queda el verdadero rostro de los que dijeron NO pero votaron SI.

Reaparecen entonces los pinochetistas furiosos pidiendo decretar toques de queda, estados de excepción y militares a la calle para hacer frente a las pedradas con fusiles.

Reaparecen también los democratacristianos prometiendo acabar con el lucro para después, en el hemiciclo, decir que no es tan así, que cómo creen que podrían ellos votar algo así, que cómo votarían en contra de un sistema que ellos mismos han administrado por años con sus colegios.

Reaparece el verdadero rostro de una oposición que celebró el NO leyendo un documento, reiterando promesas y jurando cambiar mañana lo que no hizo en 20 años.

La sociedad está con nosotros, dicen los estudiantes parados sobre el altar de las encuestas que hablan de que el 80 por ciento de los chilenos respalda sus demandas. Somos la gente, insisten amparados bajo el alero del apoyo en las calles a sus actividades. Sin embargo, el verdadero rostro de ese apoyo sólo es efectivo frente a la urna. Algo distante y difícil de prever.

Y a pesar de esa presión masiva, de lo multitudinario de las movilizaciones, del respaldo de políticos y líderes mundiales, de los saludos de estrellas de rock, actrices pornográficas, premios Nobel, presidentes vecinos, curas, intelectuales, deportistas y una larga lista de figuras influyentes, el verdadero rostro de La Moneda sigue siendo NO. Sigue diciendo que no hay cómo, que es imposible, que es un sinsentido, que es egoísta dar educación gratuita.

Que es injusto meterle la mano a los bolsillos de los más ricos.

Notas relacionadas