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Opinión

19 de Noviembre de 2011

“Da lo mismo Lagos que Pinochet”

Gritos e histeria en las afueras del Hotel O’Higgins. Cualquiera que se asome saca aplauso y foto. Hasta por Horacio Saavedra enloquecen. El pequeño, a quien muchos llaman "maestro", saluda con gesto glam, mientras calma con dulzura dulzona a los carabineros que detienen a la representante de este medio. Horacio Sonrisa - el del pacto secreto para conservar inmutable su cara de guagua que no confiesa su edad- aprendió música con el mismo maestro que inventó el Himno de la Armada. Cuentan las malas lenguas que también hizo los arreglos musicales para un disco de Álvaro Corbalán, cuando éste se las dio de cantante y sacó el disco "Once Soldados". Él dice que no, más bien que no se acuerda, que lleva treinta años con la batuta del Festival de Viña del Mar, que se ha ganado el cariño de la gente. Lo que sigue, es el retrato de esta criatura, de este quinceañero cincuentero que no deja de sonreír, que es como el Señor Agradable, el risueño agente de Chaos en la serie el Súper Agente 86.

Archivo The Clinic
Archivo The Clinic
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Por Andrea Lagos

¿Cuál es el secreto de la eterna juventud? Lo vemos desde siempre con la misma cara, cero arruga. ¿Hizo pacto con el diablo?
¡Faltaba más! Yo empecé en el Festival de Viña el año 1971, muchas ge-neraciones crecieron viéndome en la tele. ¿Estarán medio aburridos ya? Lo único que sé es que yo disfruto haciendo lo que hago. Lo paso bien y la gente me tiene cariño. La música da para vivir, si no como un rico, al menos sin preocupaciones económicas. La única lata es haber nacido en Chile.

¿Cómo, Horacio, no dice que lo quieren tanto?
Si yo hubiera hecho mi carrera en Estados Unidos estaría ya retirado, aprovechando mi jubilación, disfrutando la vida. Yo soy el más antiguo que va quedando en el Festival y me quieren dar cuerda mucho rato más. Como dato: he estado en todas las versiones del Festival de Viña, salvo en una en que por motivos extraperso-nales, me marginaron del evento. Me bajonié tanto que me tuve que pasar la pena en el extranjero. Ya te dije el milagro, no me preguntes por el santo.

¿Cuál es su historia? ¿de dónde venía?
Yo llegué de Temuco en 1963. Soy huaso. En ese tiempo no existía la televisión, sino sólo radios que hacían shows a montones. En una de esas, empecé a tocar con el grupo “Los Rockets”. Veníamos todos del sur, como Michimalonco, a conquistar la capital. De ahí para adelante nos empezaron a llover los pitutos por montones. Yo tocaba el contrabajo, escribía las partituras. Acompañamos todos a la Nueva Ola que estaba en la cresta de la ola. Así fue que hicimos carrera en los estudios de grabación, grabando todos los días. Nómbrame cualquier cantante chileno y seguro que yo he grabado con él. Y todos han grabado conmigo.

¿A los Rockets le pusieron trutruca?
Nada que ver, nosotros éramos electrónicos.

¿Electrónicos- electrónicos?
Cien por ciento eléctricos, hasta que llegó el boom de la tele. Partí en el Canal 13 y luego me fui al 9 con Enrique Maluenda. Después estuve como 20 años en Canal 7, haciendo todos los estelares. La oportunidad me la dio Camilo Fernández, se pasó Camilo. Eso sí que no me ponía solo a dirigir la orquesta, sino acompañado de una persona con más experiencia al lado. Yo era muy cabro. ¡Un cabrito!, más encima chiquitito. Veinte años tendría, a lo más. No me tenían mucha fe, fijaté. Fui aprendiz de Saúl San Martín, un argentino.

“Bien patudo” dirían los maestros de más edad.
Fíjate que yo nunca busqué esto. Me ponían tremendas orquestas, la de Buddy Richard, la de la Simonetti, la del Pollo Fuentes, con músicos sinfónicos, músicos clásicos que infundían respeto, que tenían tremendo fogueo. Los músicos seguramente murmuraban y este cabro ¿a quién le ganó? Ellos eran unos caballeros de la música docta, pero yo siento que mucha gente me ayudó. Tuve suerte.

¿Por qué, Horacio? ¿Por qué lo ayudaron tanto?
Se fueron abriendo solitas las puertas.

¿Estudió alguna vez?
Sí, sí, claro. Con un profesor parti-cular en Temuco y luego en Santiago mi maestro fue Luis Mella, que es el autor del himno de la Armada de Chile “Brazas a ceñir”, ese que cantan en La Esmeralda, ¿lo has oído?

Mmmmm. He oído más cosas sobre La Esmeralda. ¿Usted iba a mover las manos al Buque Escuela?
La gente cree que en esta cuestión es sólo mover las manos y sonreírle a la cámara. ¡No! El director es el productor de la orquesta. Parte por buscar los músicos, contratarlos, solucionarles el tema de la locomoción, buscarles la ropa, darles su plata. Luego, escribir lo que los músicos tocan. Si a mí las partituras no me las hace el Chavo del Ocho. Luego hay que ensayarlas para que salgan bien. Lo último que uno hace es mover las manos, que es lo menos importante.

¿Le gustaría que su trabajo se pareciera al de Herbert von Karajan, el director de orquesta alemán?
Ese es otro género que merece mucho más respeto. Eso hay que estudiarlo desde niño. La música de nuestra orquesta es livianita, popular, masiva, desechable. Los temas que se tocan hoy, mañana se botan, no los escuchas nunca más. Y a nadie le interesa que se boten a la basura, sin miramientos.

¿Cómo se ve el Festival desde abajo?
Tenemos una vista privilegiada. Estamos con un ojo en el escenario y con otro en el monstruo, lo más resca-table de la Quinta Vergara.

¿Nunca se lo han querido comer?
Es bien fregado el monstruo, pero a mí me tiene buena, ¿te has dado cuenta?

No…
Pero seguramente has escuchado comentarios de tu abuelita o de tu mamá “que es chiquitito”, “que es amoroso”, “que tierno el maestro”. Uno es lo que es, no más. Uno proyecta la imagen que tiene, aquí no hay mentiras. Yo tengo la suerte de que le caigo bien a las señoras, sobre todo.

¿Tiene fans club?, ¿lo persiguen?
Sí, cómo no. ¡Imagínate! Yo partí en esto a los 20 años. He recorrido Chile en giras desde Arica hasta la Antártida. La gente es muy, muy cariñosa conmigo. ¿Te fijaste cuando te salí a buscar afuera del Hotel? Los cajeros de los bancos, los uniformados, la gente de la calle no pasan de largo cuando uno necesita un favor. Uno se malcría, eso sí.

¿Qué favores le han hecho?
¡Yo nunca hago colas! ¿Sabes a qué hora he entrado al banco? ¡A las ocho de la noche!

VIÑA EN EL ESPEJO
El festival lleva a cuestas la historia de Chile. ¿Se acuerda de Mari Trini regalándole una flor a Pinochet? ¿Se acuerda del Puma pidiendo que “a veces se escuche la voz del pueblo”? ¿O del Bigote Arrocet cantando “Libre”? ¿Se acuerda?
La Quinta es un espejo de lo que pasa en el país. A veces ha sido complicado. Uno de esos años en que el país estaba más que nunca dividido en dos, una mitad del público tiraba para los Quilapayún y la otra mitad para Los Huasos Quincheros.

¿Usted para qué lado tiraba?
Nosotros, los músicos, estábamos entre el escenario y la galería. Estábamos aterrados, en un minuto se suspendieron las transmisiones y empezaron a llover botellas, cáscaras de plátano y antorchas prendidas.

¿Salieron corriendo o escucharon al pueblo?
¿Qué crees? ¡Salimos arrancando! Se acabaron las transmisiones, los camarógrafos agarraron sus cámaras y los músicos, sus instrumentos. ¿Qué más íbamos a hacer? Corría el año 1972, estaba todo polarizado.

¡¿Antes del Golpe?!
Antes del pronunciamiento militar.

QUINTA CON CHANGÜE

¿Puedo decirle que el Festival es un bodrio?
Cómo no, pero entiéndenos a nosotros también. Cada año es más difícil conseguir una parrilla que le guste a todo el mundo. Las figuras internacionales han venido casi todas y las que nos gustaría traer son inalcan-zables, están en el limbo. Hablan de Britney Spears, de Jennifer López, de Ricky Martin, de gente que no puede ser pagada en ningún lado. Además, ¿cómo compatibilizar el gusto de toda la gente? Hay un espectro de edad muy grande. No se puede quedar bien con Dios y con el Diablo. Un año hasta vino Shakira y nadie la tomó en cuenta, ¿quién entiende nada?

Nadie entiende nada, puros enredos.
El Festival sin escándalo no es Festival. Tiene que haber copucha y cahuín. Todo el país vive del caos festivalero y eso es parte de su esencia. Si la gente se aburriera no llenaría la Quinta Vergara y ni tú ni ningún medio gastaría palabras hablando del evento. Yo llevo una vida en la televisión y todavía no entiendo cómo hay gente que tiene el televisor prendido hasta las tres de la mañana. Y siguen pegados, treinta puntos de rating.

¿Horacio Saavedra lo apagaría?
Por cierto, yo no tendría paciencia.

MALDITA TV

¿Le gustó el rediseño de la ex concha acústica?
A uno siempre le queda la cosa romántica, el recuerdo de esa concha viñamarina que nos cobijó tanto tiempo. Esto otro es bestial. Se acabó el gesto pueblerino que tenía Viña, se murió. Este es otro cuento, tecnológicamente increíble. Yo no había visto tamaña tecnología. Nosotros estuvimos obligados a estudiar computación para dominarla, es una lucha constante contra la juventud. Hay que renovarse a perpetuidad, si no estamos fritos.

Sin embargo, Vodanovic, sigue igual.
Es difícil renovarse en la animación. El tiene su oficio de años, es irremplazable. Nosotros podemos cambiar y no se va a caer el mundo, pero si cambian a Antonio, el monstruo se cae de espaldas.

¿Hay alguna animadora que se salve?
Digan lo que digan, para mí Cecilia Bolocco es la mujer top de Chile, la más hermosa, inteligente, fina y gla-morosa… lo malo es que nos la quitaron.

¿Leyó usted el retrato de Dorian Gray?
Sí, pero yo no soy eso, pa ná. No fumo, no tomo, no me gusta bailar, soy fome, tal vez eso influye en que me mantenga tan imperecedero.

Y tiene más pelo de lo que se ve en la tele.
Yo tengo unos videos en los que salgo con tremenda melena. La tele es desgraciada: uno se ve más gordo y más pelao.

“DA LO MISMO LAGOS QUE PINOCHET”

¿Es cierto que hizo los arreglos musicales del disco “Once Soldados” de Álvaro Corbalán?
Que yo recuerde, no.

¿Pero conoce a Álvaro Corbalán?
Sí, lo he visto en televisión.

¿¡Y no se acuerda si grabó con él o no!?
Mire, mijita, yo he grabado con tanta gente que mentiría si me acuerdo de todas las caras, de todos los nombres. La memoria es frágil.

Derechamente, ¿cómo lo pasó en el gobierno militar?
Tuve mucha pega, pero la misma que tuve después que mi general Pinochet se retirara. Algunos murmuran que yo iba a cuanto evento militar se hacía; es cierto. Algunos murmuran que yo era amigo de la familia Pinochet, es cierto. Uno traba amistad con la gente que le da trabajo, no lo visito ni tomo té con él. Aunque si me invitara, iría con gusto.

Por lo tanto, simpatizó con la obra.
Simpaticé con el gobierno militar, pero igual hoy día podría hacer migas con el presidente Lagos. Da lo mismo, la música no tiene partido ni ideología. Da lo mismo Lagos que Pinochet.

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