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Opinión

15 de Diciembre de 2011

El calor y las corbatas

A estas alturas del año, las intensidades decaen. Si al cansancio le sumamos el calor, ninguna causa justa es tan motivante como una siesta. Pueden estar sucediendo eventos muy relevantes, pero quedan pocas fuerzas para involucrarse. Lo de la colusión de los pollos es increíble, una estafa, desde ya, que además vuelve a recordarnos que […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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A estas alturas del año, las intensidades decaen. Si al cansancio le sumamos el calor, ninguna causa justa es tan motivante como una siesta. Pueden estar sucediendo eventos muy relevantes, pero quedan pocas fuerzas para involucrarse. Lo de la colusión de los pollos es increíble, una estafa, desde ya, que además vuelve a recordarnos que acá el poder se concentra en cuatro pelagatos. En torno a un velador se pueden reunir los dueños de todos los pollos, o casi todos. Pero si alguien se pasa de rosca en una mesa y quiere convertir esto en tema de discusión apasionada, la mayor parte de los comensales se echará viento con el plato y resoplará mientras tanto.

Esto, seguramente, lo tienen más que estudiado los estrategas políticos. De no ser así, se pasarían de tontos. ¿Veremos pasar ante nuestros ojos decisiones impopulares sin que nos alcancen a alterar, o es que adentro del gobierno el calor también se impone? Debe ser asfixiante si decidieron sacarse las corbatas. Se da por hecho, por ejemplo, que el movimiento estudiantil entra en un receso que termina en marzo. Mal que mal, fueron cuarenta y tantas marchas, meses de tomas (que pueden ser divertidas al comienzo, pero extenuantes al final), asambleas eternas y tensas en las que todos luchan por decir la última palabra, elecciones, etc., etc.

Al menos cuatro ejecutivos de La Polar debieran irse en cana esta semana. ¿Cumplirán sus condenas o saldrán libres durante este período de sopor? El ceibo del Museo de Arte Contemporáneo terminó de botar las flores rojas con que se llenó a comienzos de noviembre. Una máquina apisonadora se ha impuesto por encima de todos los ruidos. Yo no puedo evitar sentir lástima por Maximiano Errázuriz. La pérdida del derecho a ejercer cualquier cargo público, es una condena de repercusiones míticas. Es decirle al inculpado que hasta la muerte ocupará un lugar marginal en la comunidad. Ciertamente, una deshonra. Imagino que cualquier ateniense hubiera preferido entregar hasta el último de sus bienes antes de recibir tal castigo.

Por otro lado es bueno que así sea, para que aquellos que detenten esos cargos le teman a la justicia. ¿Inscripción automática y voto voluntario? El voto debiera ser obligatorio. ¿No queremos, acaso, fortalecer la comunidad? Podría darse una exención especial para los anacoretas, aunque habría que pensarlo mejor antes de decidirlo. En todo caso, si con la excusa del desacuerdo en torno a la obligatoriedad, pretenden aplazar la inscripción automática, que sea como sea y en el camino se arregla la carga. El valor de la posibilidad de votar, es más alto que el deber de hacerlo. Una brisa. ¡Qué calor más grande!

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