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Opinión

29 de Diciembre de 2011

La revolución pendiente

Para una persona de 40 años hay dos cosas seguras, primero que más de la mitad de las personas en Chile son menores que él y segundo que los políticos que los representan son los mismos desde que tiene memoria. No sé cual de las dos le debería producir mayor inquietud. En las empresas su […]

Gonzalo Muller
Gonzalo Muller
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Para una persona de 40 años hay dos cosas seguras, primero que más de la mitad de las personas en Chile son menores que él y segundo que los políticos que los representan son los mismos desde que tiene memoria. No sé cual de las dos le debería producir mayor inquietud.

En las empresas su generación ya ha llegado a los puestos más altos, para qué hablar del deporte, la música o las comunicaciones.

En gran parte la frase Chile cambió, se soporta en esta renovación de rostros y liderazgos de la cual la política se declara en rebeldía. Hoy un político de 40 años debe aun pasar por la penosa experiencia que se refieran a él como joven promesa, no por la falta de méritos o la necesidad de mayor experiencia sino solo por el hecho de que en comparación con el promedio de quienes están en la primera línea de los partidos políticos, el Congreso y el poder Ejecutivo esa es su ubicación en relación al poder.

Pero ¿qué incentivos hacen que Chile siga en manos de una generación de políticos que mas allá de sus virtudes y defectos, no han dado paso, ni cedido milímetro a las pretensiones de otros de abrir y renovar los liderazgos políticos? ¿Es acaso esta la última generación de talentos políticos a los que Chile puede echar mano?

A ratos pareciera que la política nació y morirá con ellos. Hasta donde pueden estirar el chicle, sus aciertos y errores son parte del pasado y es más: ya se enseñan en la historia de Chile en nuestros liceos y colegios.

Hoy que se incorporan por ley a más de 4 millones 700 mil chilenos, en su gran mayoría jóvenes, los sueños de renovación pareciera ser que de deseo se transformaran en demanda, no basta la sintonía y adecuar el discurso, sin nuevos rostros y estilos, no se recupera la credibilidad de nuestra democracia.

Es una oportunidad coyuntural la que tenemos pero también es un deber abrirle espacio a nuevos liderazgos que oxigenen nuestra política, ya vimos la frustración en una generación que no encontró nunca el espacio para asumir responsabilidades, y esperemos que no se repita en la nueva horneada.

Creo indispensable que nuestra política se llene de políticos sub 35, porque su participación es esperanza de futuro para la actividad pública, y el justo correlato a la participación electoral que se espera de ellos, su ausencia de la agenda se explica en parte por su ausencia de las urnas, si queremos una democracia joven, debemos ofrecerle liderazgos cercanos capaces de interpretarla en su variedad y diferencia.

Si los políticos sub 35 no dejan esperar y comienzan a atreverse a desafiar al poder, y no tratan de sumar su mirada de Chile, su lenguaje, sus códigos, no se sorprendan que derechas e izquierdas sigan monopolizadas por los mismos de siempre, por la generación protagonista de la recuperación de la democracia, pero que se niega a entender que la consolidación y madurez de la misma pasa por su retiro, como ocurrió en el fútbol, en los negocios, en la música y en las comunicaciones.

Es el momento de entender que la política no es ajena al cambio que nuestro país vive en todas dimensiones.

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