Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

30 de Diciembre de 2011

El negro despertar de Isla Riesco

(Roberto Angelini, presidente grupo Copec) Fue un despertar de golpe, abrimos los ojos y vimos. Este año la gran mayoría de los chilenos vio lo que algunos gritaban hace tiempo. Isla Riesco vive en sí misma y en nuestras consciencias. Esto último, parte de todo un proceso de conocer, entender, ver y sentir. En sus […]

Ana Stipicic
Ana Stipicic
Por


(Roberto Angelini, presidente grupo Copec)

Fue un despertar de golpe, abrimos los ojos y vimos. Este año la gran mayoría de los chilenos vio lo que algunos gritaban hace tiempo.

Isla Riesco vive en sí misma y en nuestras consciencias. Esto último, parte de todo un proceso de conocer, entender, ver y sentir. En sus inicios, como contraparte ciudadana creímos inocentemente en el sistema y sus reglas. Participamos en el proceso de Evaluación Ambiental haciendo más de mil observaciones, aprendimos un lenguaje y códigos nuevos relativos a las más diversas disciplinas científicas. El sentido común nos decía que no era posible o por lo menos no en estas condiciones y el rigor de nuestros científicos lo ratificaba.

Nuestro amor a la tierra y la solidaridad de los amigos en Huasco, Ventanas, Los Robles y tantos otros lugares que padecerían las cenizas del peor de los carbones, nos daban fuerza y convicción, Sin embargo, todo era parte de nuestra total y completa credulidad.

Hacíamos nuevos amigos, llámense ONGs, fundaciones, agrupaciones ciudadanas, científicos, empresarios del ERNC, artistas, abogados, políticos, periodistas y estudiantes. Cada uno de los que conocía el proyecto y sus efectos, rápidamente solidarizaba. Estrechamos lazos con comunidades afectadas por la quema de carbón, por la contaminación de sus aguas, por relaves mineros, por proyectos termoeléctricos, hidroeléctricos, semillas transgénicas y en fin, tantos chilenos sumidos en una de las peores desigualdades: la ambiental.

Esa desigualdad que a la pobreza y al aislamiento suma un abuso silencioso y mortal, ese de cenizas y químicos, de metales pesados como el azufre, arsénico, mercurio, vanadio y níquel; de enfermedad y muerte. Se habría ante nuestros ojos, llenándonos de indignación y pena.

Después de duros meses de trabajo, presentamos nuestras observaciones. Lamentablemente este esfuerzo se desvanecería. Los servicios públicos que tienen la misión de velar por el interés de nosotros, todos los chilenos, se omitían, daban su conformidad inmediata o hacían mínimas observaciones en un proceso que prescindió de estudiar argumentos tan importantes como la calidad del carbón o los efectos de la contaminación en las aguas superficiales de ríos, lagunas y napas subterráneas.

Un proceso que no indagó seriamente los riesgos por la dispersión de polvillo de carbón y sus efectos en una isla ganadera y turística, donde conviven zorros, pumas y huemules o su decantación al mar del seno Otway, donde habitan y se alimentan delfines, pingüinos y ballenas.

Sumando y restando, nuestros servicios públicos de Magallanes, ratificados por el Ministerio de Medio Ambiente y después por el comité de Ministros, aprobaron un proyecto lleno de errores y omisiones para Isla Riesco, sin saber qué contaminantes tiene ese carbón y cuáles serán sus efectos en las personas y ecosistemas cuando sea quemado. Es decir, sin entender la trascendencia de un tema que repercutirá en todo Chile.

La impotencia e indignación crecieron, pero no estábamos solos. A estas alturas teníamos la firme solidaridad de estudiantes y ambientalistas que marchaban por las calles de Santiago y a todo un país con sus propias preguntas. Fue un despertar de golpe. Este país ya no sería el mismo, ya que son muchos los que este 2011 dejamos de contemplar con apatía, son muchos los que abandonamos nuestra excesiva comodidad y negligente desinformación, son miles los que se revelaron, dejando ver la imagen de un Chile insatisfecho, disgustado y decepcionado de un aparato estatal consagrado a la iniciativa privada donde la opinión de sus habitantes, sea informada, científica o pedestre, no importan frente a los argumentos economicistas y simplones que encubren la ambición desmedida.

Son muchos los que despertamos del letargo, y lo que vimos, no nos gustó: una sociedad y modelo de desarrollo que se erguía cual cíclope alimentándose de la desigualdad y el abuso.

Antes esto el pueblo se tendió los brazos, la gente se brindó su apoyo y se reveló la otra cara de este Chile. Si tenemos que elegir, como Alerta Isla Riesco nos quedamos con esto último, con el bello despliegue de solidaridad en las avenidas, en las universidades y hogares del país, con todos aquellos que hicieron propia la causa de otro porque la sienten suya, ya que en la base siempre está la justicia y el hacer lo correcto. Tenemos esperanza de que eso nos hará fuertes para enfrentar lo que se viene y hará de Chile el lugar que queremos y que algún día tendremos todos los chilenos.

Ana Stipicic y Adolfo Galindo.

Temas relevantes

#carbón#Copec#Isla Riesco

Notas relacionadas