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Opinión

5 de Enero de 2012

Incendios

Foto: Agencia UNO Los últimos incendios ya han quemado más de 40000 hectáreas con bosques, casas e industrias. Para hacerse una idea, es aproximadamente la extensión del Gran Santiago. Un hombre de 75 años murió calcinado al interior de su hogar. No quiso abandonarlo a tiempo. Las llamas, en Quillón, región del Bio Bío, el […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Foto: Agencia UNO

Los últimos incendios ya han quemado más de 40000 hectáreas con bosques, casas e industrias. Para hacerse una idea, es aproximadamente la extensión del Gran Santiago. Un hombre de 75 años murió calcinado al interior de su hogar. No quiso abandonarlo a tiempo. Las llamas, en Quillón, región del Bio Bío, el lunes ya habían arrasado con 2500 hectáreas y 162 viviendas. Al menos 500 personas fueron evacuadas. Si aquí hace calor, allá es un horno.

En el Parque Torres del Paine, uno de los lugares más espectaculares del planeta, según me cuentan amigos que han recorrido el mundo, el fuego ha consumido cerca de 14000 hectáreas. La floresta más austral de lengas y ñirques yacen carbonizados. Aves como el ñandú, el caiquén, el cisne de cuello negro, el flamenco chileno y el carpintero están protagonizando una tragedia. Huemules y cóndores, guanacos, pumas, zorros culpeos y chingues, han muerto, o debido salir huyendo. Antes de que vuelvan, deberán pasar varios años, tantos como tarde la reforestación.

Al mismo tiempo, en el resto del país, existen otros veinte focos de incendios activos. El gobierno no descarta que se trate de quemas intencionales, y hasta coordinadas. Me cuesta aceptar la hipótesis. ¿Hay acaso grupos dispuestos a quemar Chile por los cuatro costados, sin que uno sepa siquiera por qué ni para qué? Pirómanos puedo imaginarme, tipos que incendien por interés económico, campistas que se emborrachen y se duerman junto a un fuego prendido, pero terroristas, no sé, me parecería de película.

Hinzpeter anda buscando complots por todos lados. Quizás ha leído muchos best sellers gringos. Ahora bien, si tiene razón: ¿en qué andan estas oscuras organizaciones criminales? PV, que también es aficionado a las elucubraciones conspirativas, asegura que nunca falta un Guasón.

Hay un libro de Richard Ford titulado Incendios, donde el recorrido de un personaje por las grietas de su infancia convive con un fuego extenso, que no cesa, allá en las colinas vecinas. Los incendios son impresionantes, y más todavía esos que se dan al descampado. Los de las ciudades resultan dolorosos, pero acotables; los de la naturaleza son salvajes y muchas veces imposibles de controlar. El viento es su cómplice. En Las Torres del Paine, a un cierto punto, los bomberos declararon que todo dependía del clima. Rezaban para que lloviera. He sabido de muchos viejos fallecidos últimamente. Quizás alguna responsabilidad tenga el calor. En el caso de mi abuela, fueron los pulmones. Tenía, eso sí, casi un siglo. Se llamaba Paulette: reía todo el tiempo, no conocía los juicios lapidarios, no salía de compras, en lugar de regalar presentes daba recuerdos, usaba bastón y le arrojaba migas a los pájaros. Pero esto no tiene nada que ver con los incendios. O casi nada, respondería Ford.

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