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Opinión

17 de Enero de 2012

Origen de un puterío

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Solo, libre y dueño de un terrenal paraíso. No existía el dinero, el estado ni las prostitutas. No había que trabajar, pagar impuestos ni fornicar. Pero un día, el hombre se sintió solo. Entonces, el Todopoderoso cogió una costilla masculina, la revolcó sobre la arena y […]

Javier De Roquefort
Javier De Roquefort
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Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Solo, libre y dueño de un terrenal paraíso. No existía el dinero, el estado ni las prostitutas. No había que trabajar, pagar impuestos ni fornicar. Pero un día, el hombre se sintió solo. Entonces, el Todopoderoso cogió una costilla masculina, la revolcó sobre la arena y la transformó en Eva. La primera mujer. Una chica morena, coqueta y no demasiado inteligente.

Eva le enseñó al hombre nuevos y apasionantes pasatiempos. Terrenales diversiones basadas en el frote de la carne con la carne. Dios bendijo su alianza, pero les puso una sola condición: “Carne de mi carne, costilla de mi carne; podéis recorrer los ríos, cazar los alces y hasta frotar sus cuerpos. Lo único que NO pueden hacer ¡Es tocar las manzanas de mi árbol!”.

Todos sabemos lo que pasó después. Eva cogió la manzana, tentó al hombre y este la mordió. Decepcionado ante el libertinaje de sus criaturas, el hombre y la mujer fueron desterrados del paraíso terrenal descendiendo al infierno de las pasiones. Ese tercer planeta que algunos llaman Tierra.

En este destierro, las cosas son muy distintas al paraíso, al que algún día (algunos) volveremos. Escritos de la antigua Babilonia relatan los primeros tiempos de esta residencia en la tierra. En aquel entonces, la economía humana funcionaba así: “El hombre trabaja la tierra, la mujer le ofrecía sexo a cambio de trigo, la mujer tenía un hijo y el hombre se veía obligado a mantenerla”.

Estructura económica que NO ha variado mucho en nuestros días. Esto es lo que hizo notar mí querido Alcalde Pedro Sabat. Un auténtico caballero que ya no aguantó más el puterío que las seudo estudiantes tenían en el Internado Nacional Femenino.

Las muy preocupadas por el lucro en la educación no tenían ningún escrúpulo en lucrar con sus propios cuerpos (los cuales, al menos por lo visto en la tele, son harto reguleques). Pero lo más asqueroso de todo, era la “inversión” que estas liceanas califas efectuaban con ese dinero mal habido. Las muy damas compraban droga. Imagino que tienen las narices tan hinchadas de tanto jalar.

Con tan sórdidos antecedentes, no sé porque a la gente la ha dado por defender a estas niñas maldadosas. ¿Acaso es aceptable que con el dinero de todos los chilenos se financie un liceo en que un grupo de niñitas venden sus cuerpos a cambio de unos cuantos jales?

Como cualquier persona sensata DEBERÍA condenar a estas supuestas meretrices. De lo contrario, podrían pegarle una visita a la Geisha. Eso sí, lleven sus bolsillos llenos y un poquito de pasta.

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