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Cultura

7 de Febrero de 2012

Los santos piratas que se veneran en Latinoamérica

A lo largo del continente se esparcen varios santos de dudosa procedencia. Son venerados con más fuerza que los aburridos santos tradicionales y algunos incluso despiertan suspicacia en la Iglesia Católica. Son ladrones, asesinos y personas comunes sobre las que se construyeron mitos que en algunos casos mezclan creencias culturales de distintos lados. El santo […]

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A lo largo del continente se esparcen varios santos de dudosa procedencia. Son venerados con más fuerza que los aburridos santos tradicionales y algunos incluso despiertan suspicacia en la Iglesia Católica. Son ladrones, asesinos y personas comunes sobre las que se construyeron mitos que en algunos casos mezclan creencias culturales de distintos lados.

El santo de los narcos


Tan escurridizo es su origen como los narcotraficantes que lo veneran. Su nombre terrenal sería Jesús Malverde y vivía en la no tan bíblica ciudad de Altos de Culiacán, México. Aunque no está del todo claro si de verdad existió, fue una especie de Robin Hood de principios del 1900. Cuando ya hubo precio por su cabeza, recibió una bala que lo dejó malherido. Resistió lo más que pudo hasta que le dijo a un amigo que lo entregara a la policía y repartiera la recompensa entre los pobres. Narcotraficantes actuales aseguran haberlo visto en medio de balaceras, y que incluso les ha salvado la vida al recibir un disparo en la nuca. ¿Tu santo de la iglesia haría eso por ti? Ya parecía que no.

Juan Soldado

Juan Castillo Morales era un soldado en la baja California, México. Fue acusado de violar y asesinar a una niña. Cuando lo encararon por el crimen se quebró y confesó que lo había hecho bajo la influencia del alcohol y los pitos. El tipo parecía culpable, la noche del crimen llegó con la ropa ensangrentada y su mujer dijo que semanas antes había intentado violar a su sobrina. Da igual. Como fuera, algo dio un vuelco en el corazón de los mexicanos que ahora lo veneran. Fue ejecutado por la ley de fuga: llevar a los condenados a un predio, soltarles las ataduras y hacer que corran antes de que el pelotón les dispare. Si logra escapar, es hombre libre. No lo logró.

José Gregorio Hernández

Médico venezolano nacido en 1864. A tanto ha llegado el fervor por el doctor, que la iglesia no tuvo más remedio que canonizarlo en 1985. El doctor Hernández dedicó su vida a los pobres, a las cátedras y la investigación científica. Fue un católico devoto y repiten que fue un católico devoto y falleció en un accidente automovilístico en 1919. Algunos dicen que pueden conversar con el doctor a través de misteriosos métodos y pedirle que operen a sus fervientes creyentes. Lo único que se les pide es que dejen la puerta abierta en la noche para que el doctor pueda operarlos. Despiertan igual de enfermos, pero con su casa desvalijada.

Santo niño futbolista

Sus orígenes son tan terrenales que aburren. Un día, en la Iglesia de San Gabriel Arcángel, Ciudad de México, al párroco José Reyes se le ocurrió vestir al niño Jesús que tenía con la tricolor de la Selección de México. Listo, fue un éxito. Los feligreses le llevan balones, peluches, y le piden por el futuro de la selección. Tan bien no lo ha hecho pero viva el Tri.

La difunta Correa

A mediados de 1800, en La Rioja, Argentina, María Antonia Deolinda Correa murió de forma trágica. Caminó por kilómetros con su retoño a cuestas. Fue encontrada por arrieros alertados por las aves de carroña que comían de su cuerpo. Pero el niño que llevaba estaba ileso, amamantado de los pechos todavía lactantes de su vieja muerta. ¿Qué tan trágica tiene que ser la muerte de alguien para que le comiencen a rendir pleitesía? Al menos la mitad de trágica que la de la señora Correa.

El Gauchito Gil

Otro santo pirata argento. Su salto a la divinidad popular no está claro del todo. Algunos dicen que era un Robin Hood en la recién formada nación, otros que era un tipo que se negó a alistarse en el ejército y combatir entre regiones argentinas. Como haya sido, ahora El Gauchito cuida los caminos de la nación hermana. Su signo es una bandera roja que anuncia que cada aquel que pase por ese lugar de la carretera, debe tocar la bocina o si no chocará y morirá. Mejor prevenir que lamentar. Los camioneros lo han llevado a Paraguay, Bolivia y Brasil.

María Lionza

Culto fruto del sincretismo cultural entre la religión católica y creencias autóctonas, María Lionza es la santa protectora de las aguas y la cosecha, en Venezuela. Existen decenas de relatos sobre su origen, ninguno basado en hechos verificables. Es una diosa que mezcla variadas creencias y se le venera en especial en el 12 de octubre, día que se conmemora el encuentro -bueno para los europeos malo para los americanos- de dos mundos.

La Santa Muerte

Otro santo nacido en Argentina. Su origen más aceptado es el que dice que los jesuítas al ser expulsados de sus misiones en a finales del 1700, les dijeron a sus feligreses que deberían prepararse para “la buena muerte”. Por error, algunos pensaron que, bueno, esa “buena muerte” era un santo: una calavera metalera, con una guadaña y una túnica negra, obvio.

Oshun

En Brasil se dio una mezcolanza de religiones afro y no tan afro que dio como resultado la mitología Yoruba: una de sus máximas deidades es Oshun, ama y señora de las aguas dulces, de la sensualidad, la coquetería, la sexualidad femenina, el amor y la fertilidad. Venerada en otros países latinos,en algunas partes las mujeres le piden a Oshun por la fertilidad y felicidad en el matrimonio.

Maximón

Este santo guatemalteco reúne en sí mismo la religión cristiana y antiguas creencias mayas. Se le pide por las cosechas. Lo bueno es que es recurrido por prostitutas y ladrones y ha despertado el resquemor de los católicos “de verdad” en el país centroamericano, que no pueden hacer más que mirar como el culto a Maximón suma y suma devotos. Sus feligreses, buenos amigos, le dan traguitos de ron y le regalan habanos.

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