Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

9 de Febrero de 2012

¿Libertad de expresión? Ja!

Lo acaba de señalar el Informe Anual de Reporteros Sin Fronteras. Chile, si en algo ha retrocedido en los últimos años, es en materia de libertad de expresión. “¿Pero cómo, si los kioscos están plagados de diferentes periódicos y revistas?”, me señala un amigo, más atento al clásico Barca-Real Madrid que al país donde crecen […]

Pedro Cayuqueo
Pedro Cayuqueo
Por

Lo acaba de señalar el Informe Anual de Reporteros Sin Fronteras. Chile, si en algo ha retrocedido en los últimos años, es en materia de libertad de expresión. “¿Pero cómo, si los kioscos están plagados de diferentes periódicos y revistas?”, me señala un amigo, más atento al clásico Barca-Real Madrid que al país donde crecen y se educan sus hijos. Es verdad, la oferta informativa en prensa escrita es variada y lo mismo sucede en radio y televisión. Sin embargo, esto no es garantía de nada si gran parte de esos medios obedecen a una misma línea editorial y, peor aún, forman parte del patrimonio de grupos económicos que, entre cuatro paredes, deciden por usted lo que debe o no debe leer. Y también el cómo, por supuesto. La existencia de “muchos” medios no es en absoluto sinónimo de libertad de expresión y menos aún de pluralismo informativo. Entenderlo, créanme, resulta clave.

Concentración en la propiedad de los medios. Lo viene denunciando el Colegio de Periodistas desde hace décadas. Es la triste realidad local, con el duopolio El Mercurio y Copesa en prensa escrita y el arribo de grandes consorcios extranjeros en radio y televisión. Por cierto, lejos está de ser una realidad solo chilena. Es, lo establecen sendos informes de organismos internacionales, una realidad continental y ante todo global. ¿Cómo afecta ello al ciudadano común y corriente? Créame que de muchas y perversas maneras. El abordaje tendencioso de un conflicto social, por ejemplo, bien puede determinar la suerte de una reivindicación X ante la opinión pública, tanto como el actuar de las autoridades. Determinar para mal, obviamente, por justa y necesaria que pueda parecer de buenas a primeras. ¿Alguien ya olvidó la cobertura de los canales chilenos a las masivas protestas estudiantiles de 2011? Hagamos un poco de memoria.

Sucedió no una, sino decenas de veces. Mientras 100 mil personas marchaban pacíficamente por la Alameda, móviles “en vivo y en directo” parecían solo tener ojos para la treintena de encapuchados que, furibundos, arremetían contra capitalistas y burgueses contenedores de basura. Más allá de la importancia cinéfila de la escena –un digno remake local de “El Planeta de los Simios”- cuesta entender, desde el oficio periodístico, la importancia central que tales desmanes tuvieron para los editores de prensa de los canales. Fue una constante. Tanto en 24 Horas, Meganoticias, Telenoche y Chilevisión Noticias. La orden del día pareció ser “encapuchados y algo quemándose”. Nota aparte merece la cobertura, siempre equilibrada y profesional, de CNN Chile, potenciada –podría uno suponer- por su alianza con radio Biobío y canales regionales distantes de la “agenda setting” metropolitana.

Otro tanto sucede con el manoseado “conflicto mapuche”. Desde ya, que los medios hablen del “conflicto mapuche” deja fuera de la ecuación a un actor central en esta historia de abusos y desencuentros; el Estado. “Pareciera que los mapuches están en conflicto entre ustedes… ‘miren los tipos conflictivos’, debe opinar la gente cada vez que lee o escucha esa expresión del periodismo chileno”, observó lúcidamente un colega vasco en un foro sobre Medios y Conflictos Interétnicos en Bilbao. Juan Pablo Cárdenas, Premio Nacional de Periodismo, llamó una vez al gremio a utilizar el concepto “conflicto Estado chileno-Pueblo Mapuche”. Menos “golpeador”, pero mucho más cercano al fondo político e histórico del entuerto. Casi nadie, más allá de unos pocos valientes, tomó nota de su propuesta. Para los grandes medios, al sur del Biobío siguió primando el “conflicto mapuche” o bien el “problema mapuche”. Nada nuevo bajo el sol.

¿Qué abordajes caracterizan a los grandes medios respecto de los mapuches? Lo conversábamos con los colegas del portal “PuroPeriodismo” en días recientes. O bien el abordaje policial de la “crónica roja”; o bien el abordaje folclórico propio de la “nota curiosa”. O bien un “peligro para la seguridad interna y la paz social” o bien “el ají merken más picante del sur”. ¿Por qué el acontecer informativo mapuche se reduce a dichas caricaturas y no lo encontramos presente en las secciones de Sociedad, Deportes, Economía, Ciencia, Cultura e incluso Espectáculos de los grandes medios? “Aquello sería dar cuenta de un pueblo, de una nación, que desde su particular matriz cultural constituye un aporte a la sociedad y no precisamente un problema”, me señala un colega de Temuco. “Un discurso de ese tipo afectaría diversos intereses tras el conflicto”, concluye.

He allí la clave. Intereses. Los grandes medios chilenos, sus agendas y líneas editoriales, expresan y defienden ante todo intereses. Corporativos, económicos, de clase, coloniales, ideológicos a fin de cuentas. “Si usted quiere en verdad saber lo que acontece en su país, lea prensa extranjera”, me señaló Noam Chomsky el 2008. Invitado a Temuco en su calidad de lingüista de renombre, la única entrevista “no académica” que brindó fue a medios mapuches, “Azkintuwe”, el periódico que dirijo, uno de ellos. Primera vez que visitaba Chile y su conocimiento del conflicto resultaba abrumador. “Puede resultar paradójico, pero uno puede informarse mucho mejor de lo que acontece en su país vía lectura de prensa extranjera. Sucede en Estados Unidos, donde las corporaciones mediales actúan –en su mayoría- como plataformas del discurso oficial”, agregó Chomsky.

En lo que a pensamiento único se refiere, poco y nada distingue a Chile de Estados Unidos. O de Cuba. Es lo que nos dice, sin decirlo, el informe de RSF.

Notas relacionadas