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Cultura

12 de Marzo de 2012

El pulmón maligno de México

“La prueba del ácido” es una novela veloz. Las frases son breves, incluso brevísimas, coloquiales; las reflexiones de sus personajes apenas son interludios de la acción, nunca más allá de lo obvio. Los diálogos, casi sin excepción, son comentarios bienhumorados donde la ironía y la broma fácil parecen intentos, a veces desesperados, a veces resignados, […]

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“La prueba del ácido” es una novela veloz. Las frases son breves, incluso brevísimas, coloquiales; las reflexiones de sus personajes apenas son interludios de la acción, nunca más allá de lo obvio. Los diálogos, casi sin excepción, son comentarios bienhumorados donde la ironía y la broma fácil parecen intentos, a veces desesperados, a veces resignados, para lidiar con una corrupción individual y social generalizada. “La prueba del ácido” es una novela veloz, pero no persuasiva. Las investigaciones lideradas por el detective Edgar “el Zurdo” Mendieta son superficiales; la resolución de la intriga ocurre más a pesar suyo que por efecto de sus acciones.

El personaje central de esta novela no es otro que la corrupción mexicana. Mendoza no es tímido para describirla, a veces siendo majadero, otorgándole a prácticamente todos sus personajes, incluso a aquellos alejados del poder, participación en ella o un pasado en el que la corrupción los ha tocado de alguna forma. En “La prueba del ácido” la corrupción es una línea de base.

La versión latinoamericana del detective que Mendoza hace no es la de un moralista a prueba de todo, sino más bien la de un negociador, la de un tipo que interpreta que la corrupción está anquilosada a un nivel tan básico que combatirla con principios morales rígidos es una pérdida de tiempo. La relación que Mendieta mantiene con uno de los carteles es prueba de su pragmatismo; la ayuda que le prestan para resolver, o mejor dicho ajusticiar, el crimen, también es prueba de que Mendieta está dispuesto a la venganza, a aplicar su versión personal de la ley.

Más allá de la hipótesis sociológica de “La prueba del ácido”, que es plausible y hasta veraz y ciertamente desoladora, en la organización del argumento hay asperezas evidentes. La novela avanza hacia un desenlace forzado, un poco ridículo, un poco de película de Hollywood en la que el culpable es siempre el personaje menos pensado (el compañero del policía, la madre, la hermana, etc.) o bien uno periférico, un deus ex machina que sirve para cerrar artificialmente el argumento. El contexto político de la novela, la guerra declarada por el Estado mexicano al narcotráfico, que en cierta forma no es más que una declaración de guerra del Estado hacia la sociedad y hasta el mismo Estado, es desaprovechado, utilizado apenas como un trasfondo que repentinamente adquiere importancia, o como una puesta en escena medio maniquea para hacer aparecer al “padre del Presidente B” en la novela.

Las visiones de la sociedad mexicana que en la novela se presentan pueden ser muy reales, incluso tan reales que su despliegue apenas “refleja” lo que algunos libros de investigación y la prensa han reiterado hasta el hartazgo: que el narco es el vigoroso pulmón maligno de México, que la cercanía con Estados Unidos es una condena, que la política es un simulacro, que la justicia no sirve ni existe. Mendoza lo sabe; al fin y al cabo es mexicano. Es difícil concebir un país donde todo quien pueda participar de la estructura del poder esté irremisiblemente viciado, corrupto hasta la médula. La prescindencia de un héroe con una moral más recta que la de otros policías (de hecho, la detective más “recta” de la novela es Gris Toledo) y la ausencia de políticos bienintencionados sin temor a las consecuencias de intentar eliminar la corrupción, convierte a “La prueba del ácido” en una novela que quizás dice mucho del cliché de la sociedad mexicana, que construye una imagen tópica de la sociedad mexicana, pero que no dice mucho de las fuerzas morales que pugnan en una sociedad tan convulsa como la mexicana.

LA PRUEBA DEL ÁCIDO
Elmer Mendoza
Tusquets Editores
2011, 243 páginas.

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