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Opinión

12 de Marzo de 2012

Los puentes cercanos

Debo reconocer que mi contador es mi maestro antisantiaguino, es decir, el que me ha hecho tomar conciencia del horror que ha producido el centro capitalino (o un par de comunas que la representan) en el resto del país. Voy a hacer un relato sobre conectividad simbólica para ilustrar este asunto: el otro día veía […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Debo reconocer que mi contador es mi maestro antisantiaguino, es decir, el que me ha hecho tomar conciencia del horror que ha producido el centro capitalino (o un par de comunas que la representan) en el resto del país. Voy a hacer un relato sobre conectividad simbólica para ilustrar este asunto: el otro día veía atentamente a un hijo mío jugar un juego de guerra llamado Company of Heroes, que supongo está basado en la película Un Puente Demasiado Lejos, la que se basa en un episodio de la Segunda Guerra del que se responsabiliza al general Montgomery (Monty, el del abrigo corto y del que Churchill desconfiaba porque no tenía vicios verificables). El hecho de guerra, si mal no recuerdo, tiene que ver con un puente que los aliados debían tomar en los Países Bajos para despejar la ruta hacia Alemania, era un objetivo estratégico. La operación fracasa por errores tácticos de Monty con relación al movimiento de las tropas y el puente de Amhem no puede ser tomado. Con esto queremos decir que los puentes devienen simbólicos, yo los utilizo mucho como metáfora de la conectividad y de la continuidad posible del paisaje. Es una clave del topo relato, un by pass retórico usado por las ciencias sociales posmodernas. En este contexto, el acierto fotográfico de este pasquín, en su número anterior, amenaza con transformarse en una imagen histórica (un pueblo con banderas cruzando el puente Ibáñez con un fondo de humo). Nuestro largor territorial es interrumpido por los ríos nutricios que vienen de las altas cumbres, fluvialidades que cortan o interrumpen la regularidad territorial, ahí es donde se impone dicho dispositivo vial llamado puente. Por eso, cuando el pueblo aysenino cruza el puente Ibáñez haciendo retroceder a la fuerza pública, posibilitando la continuidad de sus demandas, de su lucha, es una incitación a todos nosotros a enarbolar nuestras propias banderas locales y cruzar desafiantes nuestros propios puentes, ya sea el puente Maipo, el Biobío, el Maule, el Cachapoal, etc, todos los grandes y pequeños puentes que nos permitan la continuidad de nuestros deseos de justicia territorial.

Hubo una vez la posibilidad de hacer un puente que uniera Chiloé con el continente, lo que era a todas luces un voluntarismo territorial y, quizás, una manipulación politiquera. En vez de eso, como consuelo, en plan siniestro, instalan un mall en Castro. Ese acto de maldad es la continuidad odiosa y perversa de un modelo demoniaco de hacer ciudad (o de destruir ciudades). Lo mismo hicieron estos conchadesumadre con el mall-casino (y hotel que quedó botado) en San Antonio. Destruyeron una identidad urbano territorial, basada en el derecho que tiene toda ciudad costera de tener vista al mar, y de que eso, además, sea percibido como un patrimonio. A los que diseñan este tipo de negocios, aliados con las autoridades municipales y las otras, mojando perraje, no les interesa el desarrollo económico en sí mismo (ese que traería “bienestar” a la población); no, ellos sólo quieren hacer daño, es por una maldad estructural, una abyección fundamental de la derecha maraco facista. Sobre todo santiaguina, con muy buenos aliados en las localidades respectivas. Su objetivo es reducir al mínimo el tamaño de la esperanza humana.

El Chile central o santiaguino, en este escenario putrefacto, es sólo un objeto de odio. Yo odio a ese Chile de un par de comunas cuicas que nos obliga a vivir al modo de ellos, odio al Chile que se entregó al retail y a la indignidad. Amo, en cambio, a la Patagonia en llamas que resiste, y a lo que queda de Chiloé, de San Antonio y otras zonas que luchan contra la criminalidad instalada como autoridad y gobierno. Esto me recuerda el relato que hace Primo Levi de un discurso de recepción de un oficial nazi, cuando llega con otros deportados a un campo de concentración, a propósito de la solución final (la shoah). Les dice, en resumen, que sea cual sea el destino de la guerra ellos ya han triunfado sobre ellos (sobre los judíos), por la magnitud del daño inflingido. Es muy parecido al proyecto criminal de desarrollo a que nos han sometido la derecha y la Concertación. Es tal el daño contra la ciudadanía en todos los ámbitos que es inconcebible, increíble, es una catástrofe. Desde la educación hasta el problema del agua, pasando por la pauperización del medio ambiente, y sin olvidar la deudo democracia. Recuerden que uno de los tipos más perversos de nuestro ordenamiento político dijo una vez: “Dejemos que las instituciones funcionen”. Y era una burla, ahora lo sabemos bien. Todos estos malditos han implantado una nueva versión del trágico “peso de la noche” portaliano. Hay que reaccionar con violencia propositiva, ahora, contra este gobierno mafioso. Es necesario fundar la perspectiva territorial autónoma para enfrentar esta barbarie oligarca. La derecha y la Concertación deben ser exterminadas para generar estos nuevos territorios. Sin Santiago, por supuesto, o refundándolo.

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#Castro#mall#puentes

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