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Cultura

29 de Marzo de 2012

Rock papayero

“Semilla inadvertida”, del trío de rock serenense Septiembre (Esteban Correa: voz y guitarra; Mauricio Álvarez: bajo; y Pablo Pallero: batería), es un trabajo al que es bueno poner especial atención, porque está muy bueno y porque, como buena parte de aquello que NO se ha incubado en Santiago, puede pasar inadvertido, como consecuencia directa del […]

Juan Pablo Abalo
Juan Pablo Abalo
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“Semilla inadvertida”, del trío de rock serenense Septiembre (Esteban Correa: voz y guitarra; Mauricio Álvarez: bajo; y Pablo Pallero: batería), es un trabajo al que es bueno poner especial atención, porque está muy bueno y porque, como buena parte de aquello que NO se ha incubado en Santiago, puede pasar inadvertido, como consecuencia directa del centralismo en el que casi todo a lo que se le da pelota es o debe ser capitalino. Dicho eso, logra Septiembre con “Semilla inadvertida” un sonido de tipo crudo, a la vieja usanza, más cercano a un sonido real, vale decir, al resultado de haber grabado mientras tocaban todos juntos y en una cinta análoga de ocho pistas. Al escuchar la música de estos nueve tracks, la decisión de grabar en vivo parece haber sido la mejor. El trío suena tan actual como setentero, pero de esos setenta de Almendra, del “Starless and Bible Black” de Crimson o de Serú Giran. “Niña del norte”, “El almendro y la flor” y “Destello” tienen esta capacidad de transportarnos con su sonido a esos años. “Ciudad dormida” y “Semilla inadvertida”, en cambio, nos recuerdan que se trata de un disco hecho hoy y en el que –para el grupo– las letras son uno de los factores fundamentales desde las cuales despliegan su sincronía instrumental. Metáforas y simbolismo hay en las canciones de este disco: “Mira mira mira la moneda está en llamas / y dos torres del rey / la semilla hizo un gesto de morir/. Mira las ventanas cómo arden”. Y en el último de los tracks, “Manifiesto”, se puede escuchar: “Para incendiar el aire con voces derramadas / para agitar las alas y remecer la historia / para fundir la rabia. / Y esperar la esperanza con un canto en cada labio”.

La duración de las canciones tiende a rebasar los cinco minutos; pese a ser largas, el disco se sostiene perfectamente, no agota, al contrario, se deja escuchar con amabilidad, cosa no fácil hoy en que los oídos suelen sucumbir a la tentación por la sobreabundancia de sonidos diferentes, novedosos, sintetizados y requetecontrasintetizados, instrumentos electrónicos de toda clase, etc… Así las cosas, escuchar un trío de rock serenense, papayero que –con un sonido austero- llena todos los espacios y recovecos de sus canciones sin caer en virtuosismos exagerados ni nada parecido, combinando armónicamente la simpleza y la complejidad, resulta muy gato.

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