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Cultura

19 de Abril de 2012

Cuando palomita blanca cayó en manos de la CNI

En 1980, el escritor y editor Alfonso Pardo, por entonces integrante del colectivo artístico Talleres del Mar, fue a ver a la ex Penitenciaría a su cuñado, Ulises Gómez, preso político y, en sus palabras, “uno de los tantos héroes de la resistencia durante la dictadura –o régimen militar, como debe decirse ahora, para que […]

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En 1980, el escritor y editor Alfonso Pardo, por entonces integrante del colectivo artístico Talleres del Mar, fue a ver a la ex Penitenciaría a su cuñado, Ulises Gómez, preso político y, en sus palabras, “uno de los tantos héroes de la resistencia durante la dictadura –o régimen militar, como debe decirse ahora, para que lo entiendan los escolares–”. A la salida, Pardo conoció a una mujer joven, de apenas 19 años, que había ido a visitar a su hermano, también preso político. Se pusieron a conversar y se fueron a tomar un refresco en un local cercano, en la avenida Pedro Montt, frente a la cárcel. “Entonces –cuenta hoy Pardo a The Clinic– ella me habló de su experiencia cuando fuera detenida por la CNI poco tiempo antes”.

LA PALOMA

Conmovido por la ferocidad y el horror de lo que escuchó, Pardo le preguntó si aceptaba que le grabara su testimonio: el relato del día previo a la noche de la captura, de la captura misma y de lo que vino después de la captura. Ella accedió y, según cuenta Pardo, “después de algunas vacilaciones nos concertamos en mi taller, donde se realizó la grabación. Al principio ella se daba vueltas sin resolverse a largar su historia, pero luego, como en una catarsis, enhebró un espontáneo y detallado monólogo”.

Y ese “detallado y enhebrado monólogo” se publicó al año siguiente, en 1981, bajo el título “La parrilla” y firmado por Pardo, que operó como un editor: inquirió, descaseteó y transformó un relato oral en una novela. Para ello, cuenta hoy, “me pasé como un año transcribiendo y editando su narración, con los precarios medios de la época, pero siempre procurando respetar sus propias palabras y expresiones. La verdad y nada más que la verdad”. Así surgió esta breve y estremecedora novela, cuyos 1000 ejemplares impresos clandestinamente circularon por la vieja vía del mano a mano. Una novela que DiamelaEltit no vacila en incluir de lleno en nuestra tradición literaria, proponiendo leerla como una continuación de “Palomita blanca”, publicada diez años antes, en 1971, por Enrique Lafourcade, pues, dice Eltit, “después de precipitarse el desastre del Golpe, la paloma fue capturada para ser arrastrada al centro mismo de una pesadilla. Pero, aún electrocutada, sobrevivió a la extensa infamia”.

La “extensa infamia” consistió en unas jornadas horrorosas que vivió la jovencísima protagonista, cuyo hermano, presumiblemente mirista, era buscado por agentes de seguridad, más presumiblemente aún miembros de la CNI. Y son “presumibles” estas pertenencias porque nada ni nadie en el relato tiene nombre propio, por razones evidentes: por seguridad. Lo sorprendente del relato, lo que le da interés literario más allá de su valor documental, es su tono no denunciante sino descriptivo, y su trama no ideológica, en la que el pánico inicial de ella da paso al pudor cuando le piden que se salga de la cama (el allanamiento es en plena noche), y el pudor da paso a la astucia, y la astucia a una cierta cercanía con uno de los agentes, cercanía que no la salva de pasar una temporada en el infierno, temporada que incluye desorientación, cachetazos, vejaciones, abusos sexuales, humillaciones (“y cómo cuando te meten el pico no tenís ningún problema”, le dice otro agente cuando ella se resiste a separar las piernas para ser amarrada) y un par de pasadas por “la parrilla”, ese terrible y particularmente denigrante método de tortura predilecto de los esbirros de la dictadura.

BLANCO SOBRE NEGRO

Esa edición original de “La parrilla” incluía un prefacio de Raúl Zurita, que no era un texto sino un collage hecho con páginas de diarios recortadas en ajuste a las medidas que tendrían las páginas del libro. Hoy, más de treinta años después, el libro es reeditado manteniendo ese collage, con una sugerente foto de Carlos Altamirano en portada y con un prólogo de Diamela Eltit, donde propone, entre otras, la lectura antes señalada.
Adolfo Pardo, que ha publicado varios libros de narrativa antes y después de “La parrilla”, destacando la novela “Silla de ruedas” (Ril, 2007), y que es desde hace quince años el director de la valiosa revista literaria electrónica Critica.cl, dice estar muy contento con esta reedición: “Uno escribe y hace todo tipo de mariguanzas para producir una réplica en el medio, lo que ocurre tarde mal y nunca. En el caso de este libro, para que se produjera esa respuesta tuvieron que pasar 31 años. La mitad de mi vida. Y debo agradecérselo a Diamela Eltit, que le recomendó este libro a Álvaro Matus, editor de Ocho Libros, quien se entusiasmó con el texto”.

¿Supiste qué le pareció a la protagonista/hablante el resultado, el libro?
-Entiendo que le pareció muy bien, o por lo menos nunca me ha dicho lo contrario. Y desde ese día existe una especie de complicidad entre ella y yo, como si solo nosotros estuviéramos en conocimiento de un secreto.

¿Por qué insististe en publicarlo desoyendo todas las recomendaciones en contrario que te hicieron?
-Yo insistí y batallé para publicar el libro porque me parecía necesario que se dijera públicamente lo que estaba ocurriendo en Chile en esa época. Decir las cosas tal como eran. Todo el mundo, o casi, sabía o sospechaba lo que estaba sucediendo, pero la verdad y prueba de los hechos no aparecía por ninguna parte y alguien tenía que decirlo, ponerlo blanco sobre negro. Clara y explícitamente. Denunciar ese escándalo para poner fin a la tortura.

¿Cómo recuerdas esa publicación, pasaste miedo?
-Claro que pasé miedo, pero yo sentía que era mi deber asumir esa responsabilidad, con mi nombre y apellido, para que no quedara ninguna duda de que lo que se estaba diciendo era la pura verdad. Y no me arrepiento de ello.

¿Qué sabes de la vida de la protagonista en la actualidad?
-Actualmente no sé mucho de ella. Salvo que vive fuera de Chile y entiendo que goza de buena salud. No me he comunicado con ella hace tiempo, aunque por Facebook intenté decirle que “La parrilla” sería reeditado este año por una editorial reconocida y “totalmente legal”. Pero no ha acusado recibo. En todo caso ella, como puede leerse en su propio discurso, es una persona de carácter alegre e informal. Muy simpática. Y seguramente esta segunda edición de una u otra manera llegará a sus manos y lo más probable es que se ría a carcajadas. Espero tener la ocasión de brindar con ella.

LA PARRILLA
Adolfo Pardo
Ocho Libros Editores
2012, 69 páginas

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