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Opinión

23 de Abril de 2012

José Andrés Murillo: “Ezatti puede terminar como Medina”

Dice que empezó escribiendo un libro para la Fundación Para la Confianza y se embaló. José Andrés Murillo, uno de los denunciantes de Karadima, esta semana publica Confianza Lúcida, una reflexión sobre los abusos que hace el poder.

Pablo Vergara
Pablo Vergara
Por

¿Por qué un libro como Confianza Lúcida?
-Porque la confianza está mostrando la hilacha.

¿Cómo?
-Porque los poderes comenzaron a utilizarla para aprovecharse de los que necesitan confiar, y la confianza tiene ese ángulo, al menos en la forma clásica.

¿Hablas de la crisis?
-Sí, hablo de la crisis. Y se la utiliza en todas las formas de marketing político y económico. La confianza manoseada se transforma en otra cosa.

Pero este libro también viene a cerrar una crisis que no se menciona en él. Karadima. ¿Por qué no se menciona, si es el “catalizador”, por decirlo así?
-Porque es un catalizador en mi caso y esto es una experiencia más general. Si hablo de Karadima, dejo fuera la educación, las isapres, los políticos, La Polar, las hidroeléctricas. En otro momento tal vez escriba directamente de lo de Karadima, pero pensé que esto era más bien una experiencia compartida por muchos. Lo de Karadima fue como un palito que sostenía un edificio de mierda. Se quitó el palito y la mierda se expandió.

Claro. ¿Pero no habrán quedado fuera con eso las religiones estatales?
-Las religiones están incluidas, como paradigmas ideológicos que abusan de su poder. Pero no queda dentro la espiritualidad y la fe. Hago esa distinción tipo Vatimo, de una fe o un cristianismo sin religión.

¿Y esas religiones son viables en este nuevo paradigma que describes?
-No, porque las religiones clásicas descansan en la necesidad de confiar ciegamente de las personas, que es como renunciar a lo más propio.

Son totalitarismos.
-Son ideologías fácilmente transmutables en totalitarismos.

Y por ende, sistemas políticos.
-Son sistemas que ponen en riesgo la capacidad política de las personas. Entendiendo la política como la capacidad de convivir y confiar en y junto a otros que no comparten mi sistema de creencias

Cuando partió el caso Karadima, recuerdo que una de tus ideas era que la gente volviera a confiar en la Iglesia. ¿Sigue siendo tu preocupación esa?
-Mi idea era y sigue siendo que la Iglesia tiene que volver a crear las condiciones para que la gente confíe en ella. Sería irresponsable pedirle a la gente que confíe en una institución que no da las garantías para confiar.

¿Para qué?
-Sí, esa es la pregunta: porque muchas personas necesitamos desarrollar nuestra espiritualidad de manera sana. Hoy no se dan las condiciones para eso, al menos con la jerarquía de la iglesia católica.

Claro.
-Hay grupos católicos que están llamando a desobedecer al Vaticano. Exactamente por motivos de abuso sexual infantil.

Hitchens decía que donde se mete la religión todo se chacrea. ¿No se vive mejor sin esas grandes corporaciones?
-Yo creo en la posibilidad y necesidad de una espiritualidad sin religión corporativa y poder.

¿Eso se ha dado antes en el mundo?
-Desconfío de los profesionales de la fe. Sobre todo de los que llegan a tener poder, de los que escalan en el poder. Se ha dado, varias veces. En la Grecia de Sócrates, con Constantino, la Reforma y ahora. Es que la fe religiosa y la confianza social comparten vertientes.

EZZATI

Aterricemos la confianza: cuando empezó a decantarse el caso Karadima, el actual arzobispo Ezzati le pareció a la gente un personaje que colaboraba en la solución del problema. Venía con los papeles de haber mediado en la huelga de hambre mapuche. Estaba “validado” frente a un Errázuriz pusilánime. ¿Era así?
-En lo concreto, Ezzati había intentado mediar en la huelga de hambre, aprovechándose de esa situación de la que no sacó absolutamente nada. Al contrario, dejó muy mal a los mapuche y él utilizó políticamente su participación en el conflicto.

Supo leer el momento político, fue astuto.
-Lo validó políticamente para participar en crisis y la Iglesia estaba en medio de una crisis. Dos más dos es cuatro. Logra ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal con lo que se valida frente al Vaticano y es elegido arzobispo de Santiago. Tenía la sentencia del Vaticano contra Karadima en sus manos y se guarda hasta esperar el mejor momento. Y lo hace público en febrero, cuando todos piensan en otra cosa en Chile, intentando que pasara piola. Durante todo ese tiempo nosotros seguíamos siendo cuestionados en nuestro relato.

Un pastor inteligente. Político. ¿Es pecado serlo?
-Ja. Es la estructura clásica del poder. Eso no tiene nada que ver con lo espiritual. Claro, me dirás que nunca ha tenido nada de espiritual ser obispo… Tienes razón.

Cierto.
-Pero en ese tiempo, además, no nos trata bien y nos utiliza. Eso es impresentable

Y supo mostrarse como un “justiciero”.
-Exacto. Pero se mostró al poco tiempo. Quiso entrar a mediar el conflicto estudiantil y Camila le para el carro y él queda sin piso.

¿Y ahora? ¿Lo tiene?
-Ahora la propia Iglesia le está quitando el piso. Así lo hizo el obispo Contreras. Contreras le ha hecho la guerra a Ezzati y lo ha ridiculizado mucho, porque al parecer tienen una pugna de poder.

Ezzati ha sumado errores. Zamudio. El matrimonio gay.
-Porque confía en la estructura clásica del poder y el escenario cambió. La gente ya no confía ciegamente en las autoridades. La gente lee, conversa, participa en foros especializados e informados en Internet. Estamos en el mismo escenario de la creación de la imprenta que terminó derrumbando a la Iglesia medieval, la Cristiandad.

Claro. Pero, y con esto vuelvo a lo que hablamos recién y cuando partió todo: Ezzati no es un tipo aislado en una organización. Es el jefe de una organización. Y por eso me sigo preguntando para qué es necesario que la gente vuelva a confiar en ella. Sin confundir religión con Religión, claro.
-Porque creo que la confianza y la necesidad de la confianza va a crear una energía revolucionaria para las instituciones y va a transformarlas. Soy un optimista histórico.

¿Qué futuro le ves a Ezzati?
-Dos posibilidades: o lo ascienden a un puesto del Vaticano para sacarlo de escena o el clero y el propio Contreras terminará por destruir su imagen pública y quedará como un delirante más con algo de poder y poca autoridad

Describes una figura casi como la de Medina, hoy.
-Exacto. Pensaba en él. Él es la figura más paradigmática del poder clásico de la iglesia.

Pero él sigue guardando poder. Con los tótems católicos de la vieja guardia.
-El es el gran nihilista chileno

¿Por qué?
-Lo escuchas y tienes la certeza de que no cree en nada ni en nadie, sino sólo en su capacidad de haber ajusticiado a muchos para llegar al poder.

Le encanta ese personaje.
-Claro, es uno de esos nihilistas orgullosos de serlo. Y está bien, porque no pretende otra cosa. Sus acciones de arte tienen que ver con eso.

¿No hay en la figura de Fidel hoy algo parecido?
-Absolutamente. Es complicado, porque los honestos son expulsados del camino, como un Camilo (Cienfuegos). En cambio, los más ortodoxos se vuelven nihilistas y utilizan su creencia como una ideología en nombre de la que lo pervierten todo. Habría que buscar entre los que la Iglesia ha expulsado, exiliado, acallado, porque tal vez entre ellos estén los más auténticos.

¿Lefevre?
-Jajaja, sabía que ibas a sacarlo. Pero lo llamaron de vuelta. A sus seguidores.

Y volvió el perro arrepentido.
-El arrepentido fue el Vaticano.

Cierto.
-Él no se arrepintió. Siguió con su cristianismo medieval intacto. Se escapó de la iglesia por la derecha. Y la iglesia se corrió hasta que él cupo perfectamente.

LA IZQUIERDA

Y hablando de la izquierda y Fidel, siempre me he preguntado por qué no hay un Orwell latinoamericano respecto a Cuba. La izquierda siempre se ve sólida, mirando a La Habana como otros miran al Vaticano.
-¿Como de una utopía verdadera?

Exacto.
-Ahí baja como una descreencia fuerte. A mí, al menos.

Claro. El camino de regreso de la utopía. Pero en 50 años, casi no ha habido fisuras en esa fe.
-Entiendo que hay una necesidad de un camino de regreso. Confiábamos en Camila hasta que se cayó con el fidelismo, como una figura del Ángel de Benjamin.

Pero hay gente que dice que no se cayó: que eso la colocó en pie.
-Se cayó para los que creíamos que era una figura nueva. Se consolidó como una figura antigua. Se sumó 50 años en una sola frase.

Y siempre es más de lo mismo.
-Estamos esperando que venga una nueva figura política que esté dispuesta a romper paradigmas del progreso macroeconómico o del ideologismo trasnochado. Y ahí creo que volvemos al tema de la confianza lúcida.

Hay una frase de Le Carré en una de sus novelas de espías, cuando describe a un personaje: “Como todos los que ya están hartos, quiere un poco más de lo mismo”.
-Genial. Es la sensación. Pero estoy seguro que viene un cambio de época

Lo de la confianza lúcida ¿no será esa confianza que describes una forma de plantarse frente al poder que, en realidad, es el dilema eterno de la humanidad?
-No estoy tan seguro. Creo que es algo más bien nuevo. En la construcción de occidente fue necesario, para llegar donde estamos en una confianza más bien ciega en cuotas de poder y de violencia

¿Y ahora?
-Todas las instituciones, desde las monarquías hasta las familias (pasando por estados y religiones) se aferraron esa necesidad hobbesiana de confiar ciegamente porque estaban cagados de miedos.

Y el miedo entumece
-El miedo hace tremendamente manipulable. Ahora hay una lucidez que está fermentando secretamente (o no tanto) en las estructuras sociales. Yo sí creo que hay un despertar, pero uno que no responde a las antiguas estructuras clásicas del poder. Eso creo que tiene que ver con el cambio de paradigma de la confianza. Desde que los niños exigen respeto a sus padres y educadores, cambia todo.

Porque de lo contrario sería más de lo mismo. Sacar a un monstruo para poner a un monstruito.
-Sí, po. Ese ha sido el baile histórico. Un dictador por otro. Esa es la intuición que está detrás del libro.

Confianza Lúcida
José Andrés Murillo
Uqbar Editores
107 páginas

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