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Opinión

10 de Mayo de 2012

Rebobinando

En resumen: Piñera lleva dos años al mando de la nación, su popularidad es calamitosa, el país no está particularmente mal, pero la gente anda criticona, por decirlo en la jerga gobernante. Él, sencillamente, no cae bien. Los alimentos han subido odiosamente de precio, Chile se supone que crece, aunque el 85% de sus trabajadores […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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En resumen: Piñera lleva dos años al mando de la nación, su popularidad es calamitosa, el país no está particularmente mal, pero la gente anda criticona, por decirlo en la jerga gobernante. Él, sencillamente, no cae bien. Los alimentos han subido odiosamente de precio, Chile se supone que crece, aunque el 85% de sus trabajadores gana menos de quinientas y tantas lucas (us$ 1000). Algunos millones de habitantes reciben bajo la mitad.

Económicamente hablando, sin embargo, no están peor que hace unos años. No pocos han caído en la cuenta de que los sacrificios hechos para educar a sus hijos, no valieron la pena. Las estadísticas indican que el dinero invertido en la educación superior por los padres, en la mayoría de los casos, no se recupera con el aumento en los ingresos del vástago profesional ni tras décadas de trabajo. El dato -repetido hasta la saciedad para demostrar que no todo era malo en nuestro sistema educacional-, de que un 70% de los actuales estudiantes son primera generación en la universidad, se ha convertido en el titular de una gran estafa. El 60% de los profesores de relevo desconocen el mínimo exigible para quien pretende ejercer la profesión docente, según los resultados de un examen que acaban de hacerle a los nuevos maestros.

El sábado pasado, cerca de 20.000 personas marcharon pidiendo la legalización de la marihuana. No hubo ni un desmán. Así le pese a los conservadores moralistas de turno, tanta calma es imposible entre caballeros borrachos. “Embriagaos –decía Baudelaire- de vino, de virtud, de lo que queráis, pero embriagaos”. Ya todos los mayores de 18 años pueden acudir a votar el día de la elecciones, si acaso se les da la gana. Pronto discutiremos si votar no es el mínimo que puede exigírsele a un ciudadano.

En la pista presidencial, hay varios pre candidatos que -como se dice de los homosexuales reprimidos a propósito del órgano sexual masculino-, si no acarician La Moneda, la miran con cariño. El futuro de todos ellos, los de derecha, centro e izquierda, depende de Michelle Bachelet. Las encuestas le dan un grado de aprobación arrasador. Un tipo como Longueira sabe perfectamente que contra ella no tiene nada que hacer. Allamand se resiste, pero también lo intuye. La frivolidad de Golborne asoma como el único antídoto, aunque débil, imaginable.

Ella es una especie de monstruo, un fantasma, un mesías, un salvador. La ruina de algunos, aunque, para los políticos cesantes de la vieja guardia, comparable a la salvación que otros vislumbran en una pensión de gracia. Cegados por la ansiedad de regresar al gobierno, esos seudo jubilados no le han puesto suficiente atención a los nuevos ciudadanos. Minuto a minuto se fortalecen los díscolos y desprestigian los solemnes representantes institucionales. El desorden le está ganando la batalla moral al discurso “responsable”.

BACHELET es el nombre de un espacio todavía desdibujado, aunque tras cada día que pasa, más cercano a la vieja Concertación. ¿Cómo responderán los movimientos estudiantiles al diálogo harto más sensato que les ofrece el ministro Harald Beyer? ¿Sabrán distinguir las sutilezas impuestas por sus propios logros, no reclamar lo conseguido, sustituir las consignas por ladrillos en la construcción de un proyecto, si no perfecto, mejor?

Para las elecciones municipales, ningún candidato querrá fotografiarse con el presidente Piñera. Lo compadezco, aunque menos que a la pobre Carmen Fernández, esa mujer con cara de profesora de liceo, melena amafaldada, junto a la que vivimos íntimamente una serie de calamidades, muchas veces con el guatero entre los pies. Capaz que fuera ignorantona en sus materias -no me consta ni lo discuto-, pero se la llegó a tratar de peligro para la sociedad, y eso, concordemos, es una pateadura inmerecida. Zamudianismo de otro signo, diría. Las cosas se hicieron pésimo, y es de imaginar que el Estado sabrá resarcir a quienes padecieron por sus torpezas e ineficiencias inexcusables, pero ni esta señora ni el inefable Rosende, apostaría, son criminales. ¡Por el amor de Dios! La muerte de Puntito – uno de los varios niños ahogados en el tsunami– no los manchó con sangre; tal vez con culpa, pero no con sangre.

¿Será cierto que la reforma tributaria le conviene a los ricos? Me lo han explicado varias veces y de varias maneras, pero como me resisto a creer que el de enfrente sea un tonto de capirote, no logro convencerme. El domingo 10 de junio, a las 11 de la mañana, en el Teatro Caupolicán, la Corporación 11 de Septiembre convocó a un acto en apoyo a la obra del Capitán General Augusto Pinochet. Ahí se realizará la avant premier del documental “Pinochet”, ganador de la copa Hispania de Oro en el Festival de Miami, y ahí también será expuesto el santo sudario de una de las víctimas de la represión castrista, paño con el cual, el torturado en cuestión, lavaba diariamente sus heridas y se cubría del frío, en la medida de lo posible. La seguridad del evento, rumorean fuentes bien informadas, estará a cargo de los ex DINA y CNI, hoy con mucho tiempo libre.

El acto de apoyo a Krassnoff en el Club Providencia lo bautizaron como “la Batalla de Pocuro”, una humillación que no están dispuestos a repetir los enemigos del marxismo internacional. “Si los comunistas tienen un 5% tan campantes, nosotros bien podríamos aspirar a un 10”, dicen, y tienen toda la razón. Están tentados de levantar un candidato presidencial.

Suena el nombre del coronel Cristián Labbé. Consideran que la derecha cobarde les ha dado la espalda. De todos lados se quejan que les dan la espalda. Los que caminan marcha atrás no se miran de frente con los que avanzan hacia delante. Hay dos tiempos políticos en pugna. Viejos que reivindican lo que han hecho, generaciones que reclaman poder hacer. Derechas e izquierdas aparte, cuando el agua se estanca, se pudre.

Agua que no has de beber, déjala correr.

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