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Opinión

7 de Junio de 2012

Argentina: El fin del nestorismo

Análisis político de Carlos Pagni en La Nación de Argentina Pocos días después de la muerte de Néstor Kirchner, Guillermo Moreno reunió a un grupo de supermercadistas. Uno de ellos le preguntó: “¿Qué cambia ahora?” El secretario de Comercio, con su habitual sutileza, le respondió: “Cuando vos te mueras, tu mujer se va a ir […]

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Análisis político de Carlos Pagni en La Nación de Argentina

Pocos días después de la muerte de Néstor Kirchner, Guillermo Moreno reunió a un grupo de supermercadistas. Uno de ellos le preguntó: “¿Qué cambia ahora?” El secretario de Comercio, con su habitual sutileza, le respondió: “Cuando vos te mueras, tu mujer se va a ir alejando cada vez más de los que eran tus amigotes. Eso es lo que cambia”.

Tal vez Moreno tenga más talento como psicólogo que como estratego de monedas. Desde que enviudó, Cristina Kirchner ha ido deshaciéndose del nestorismo, el equipo con el que su esposo intervenía en la política. Ni la emocionada evocación del ex presidente en cada discurso, ante cada detalle, consigue disimular la demolición de esa arquitectura.

Una figura clave de aquel entorno perdió ayer una nueva dosis de poder: Julio De Vido fue relevado de gestionar el área de Transporte, que dependerá de Florencio Randazzo.

Un día antes, la jibarización del titular de Planificación había tenido otra manifestación: la Presidenta mantuvo en YPF al subinterventor, Axel Kicillof, y su equipo. En cambio, De Vido y los suyos tuvieron que abandonar los magníficos despachos que ocupaban en la empresa. Eso sí: Kicillof les dio más tiempo que a los anteriores accionistas.

La defenestración de De Vido quedó reflejada en un dato: su segundo, Roberto Baratta, representante del Estado en YPF, fue sustituido por Kicillof. ¿La razón?: Cristina Kirchner sospecha complicidades con las maquinaciones apátridas que Kicillof reprocha a los accionistas de Repsol.

Con todo lo dolorosa que habrá sido para él la desautorización de su gestión energética, es posible que De Vido esté más mortificado por la penalización que le aplicaron en Transporte. La Presidenta lo cargó con la responsabilidad política de las 51 muertes de Once. No alcanzó con entregar la cabeza del ex secretario Juan Pablo Schiavi, que ahora pasea, tembloroso, por Tribunales. Ayer quedó al desnudo, para desmentir a quienes le endilgaron alguna indiferencia, que Cristina Kirchner no ha superado el shock emocional y político del choque del Sarmiento.

El despojo de De Vido tiene una inquietante instancia previa: la prisión de Claudio Cirigliano, el titular de TBA. Empresario del transporte, Cirigliano se preparó, además, para importar gas desde Qatar; cuando hubo que conseguir decodificadores para la TV digital, el Gobierno recurrió a él, que también se encarga de repartir las netbooks del programa Conectar Igualdad. En la zona franca de Uruguay, le atribuyen haber instalado una planta para desmontar electrónicos chinos que serán después reensamblados en el paraíso fiscal de Tierra del Fuego. Y en los ratos libres este antiguo colectivero explota bingos con el banquero Jorge Brito. No se trata del Leonardo da Vinci de las pampas: Cirigliano es un engranaje principal de las relaciones de De Vido con el mundo de los negocios. La captura de Cirigliano preocupa a De Vido mucho más que la pérdida de una secretaría.

LA SOMBRA DE MOYANO

La localización de Alejandro Ramos, el titular de Transportes, debajo del obediente Randazzo trae otra información inocultable: la señora de Kirchner quiere controlar ese universo con su propia mano. Ella sabe que una de las guerras por venir se dará en ese escenario. De Vido trabó una amistad demasiado estrecha con Hugo Moyano como para que la Presidenta le confíe el conflicto con el más poderoso líder sindical. A De Vido no hace falta explicárselo: ayer vio, en la primera fila de quienes aplaudían su flagelación, al abogado Héctor Recalde, numen de Moyano.

El nuevo organigrama confirma que la señora de Kirchner administra los recursos humanos con una enorme soltura. Todo lo contrario de su esposo, un ultraconservador que gobernó con el mismo elenco durante 20 años. Esa plasticidad de la Presidenta con las personas vuelve más llamativa su rigidez con los conceptos. Ayer produjo un cambio de hombres sin que pueda afirmarse que habrá un cambio de políticas. Es una incógnita relevante: si se mantiene el nivel de tarifas, subsidios e inversiones en el sistema de transportes, Randazzo será un De Vido en poco tiempo. Es lo que hace temblar a varios concesionarios de ferrocarriles, sobre todo ahora, que ven a Cirigliano tras las rejas.

Es imposible arriesgar una última palabra. Cristina Kirchner propuso ayer una estrategia correcta: el desplazamiento de los 14 millones de personas del área metropolitana requiere la coordinación de la Nación, la provincia y la Ciudad. Pero es muy probable que haya llegado a esa conclusión guiada por la picardía electoral. Cualquier aumento en el precio del transporte deberá ser compartido por Daniel Scioli y Mauricio Macri. La perspectiva kirchnerista tiene un único punto de fuga: la disputa sucesoria de 2015.

El mismo método de reemplazar personas para insistir en las políticas amenaza a Miguel Galuccio. El nuevo presidente de YPF prometió inversiones anuales por US$ 7000 millones. Los expertos no entendieron esa cifra como un objetivo sino como una incógnita. “¿De dónde saldrá el dinero?”, se preguntan, sobre todo cuando toman nota del lineamiento fijado por Kicillof para YPF: la subordinación de la rentabilidad de los accionistas a la satisfacción de las prioridades políticas del Gobierno.

EVITAR EL APAGÓN

Se fueron De Vido y Baratta, llegó Galuccio, pero la pretensión de aislar el sistema energético de la lógica del mercado internacional no fue revisada. Fue caminando detrás de esa pretensión que Cristina Kirchner llegó a la angustiosa situación actual: este invierno deberá pagar unos US$ 1200 millones por mes para asegurarse la importación de combustibles que evite un apagón. Son los dólares que busca Moreno cuando impide las operaciones de cambio.

No es el único desafío de Galuccio. Los directivos de Repsol han enviado una carta a eventuales inversores y contratistas de YPF para advertirles que, mientras el Estado no pague los activos expropiados, los contratos que firmen son susceptibles de un litigio judicial. El boicot es completo. Los mejores geólogos de la empresa recibieron ofertas irresistibles para ir a trabajar a España.

De Vido se ha sumado, desde ayer, al club de dirigentes que, por razones distintas a las de la Presidenta, no encuentran consuelo por la muerte de Kirchner. En esa fila están, primero y con bonete, Aníbal Fernández; también Rudy Ulloa, hoy más cerca de La Ñata que de Olivos. Ricardo Jaime, Alberto Fernández y viejos gerentes territoriales como Juan Carlos Mazzón, Pepe Salvini y Hugo Curto se sienten viudas del poder.

Los Eskenazi son el símbolo de esa cofradía, aunque Kicillof casi no los mencione en su Informe Mosconi, en un gesto de prudente autocensura. No hace falta. Otros grandes amigos del modelo los tienen muy presentes. Eduardo Eurnekian y Ernesto Gutiérrez, por ejemplo, a quienes La Cámpora habría puesto en la mira por movimientos con el dólar. O el mismísimo Cristóbal López, que inquieta a sus amigos adelantando que tal vez la Presidenta estatice el juego que depende de Lotería Nacional.

Pocos hombres de negocios se salvan de la rueda de la fortuna kirchnerista. En ese puñado está Sergio Szpolski. Según comentan en el Banco Central, está buscando un banco con aval oficial. Szpolski lavaría su nombre, al menos en el sistema financiero, después de la caída del Patricios. Sería un reconocimiento a los servicios prestados en la guerra con los medios, la única obsesión que puede compararse con la disputa de 2015.

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