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Opinión

11 de Junio de 2012

El hombre que mea

El Lame Caca es cómplice del Perro Envenenado. No se puede decir que sean amigos, cometen fechorías menores y son clientes del municipio. Se acostumbraron a andar juntos porque se dieron cuenta que hacían una pega parecida, de niños de los mandados de mafiosos políticos. Comparten mundos comunes. Ambos han intentado por el lado de […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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El Lame Caca es cómplice del Perro Envenenado. No se puede decir que sean amigos, cometen fechorías menores y son clientes del municipio. Se acostumbraron a andar juntos porque se dieron cuenta que hacían una pega parecida, de niños de los mandados de mafiosos políticos. Comparten mundos comunes. Ambos han intentado por el lado de la poesía (y la cultura) validarse en la comunidad y se apropiaron, mediante la creación de un organismo de fachada, de la biblioteca municipal, la que utilizan como oficina. Por lo general le hacen pegas menores a los operadores políticos del Partido Socialista y del Partido Demócrata Cristiano.

Por otro lado, el Cara de Farándula estaba en pleno proceso de adquisición de conciencia de la necesidad de tener un mingitorio o inodoro (retrete o wáter) a la mano, en las cercanías, desde que la próstata le empezara a dar el aviso con el goteo persistente, luego de las tres sacudidas respectivas al orinar. A veces opta por mear sentado para no aburrirse y aprovecha de ojear el diario. El problema que tiene en el puesto o módulo que les arregló la empresa portuaria, a cargo de los terrenos, es que el meadero o baño queda muy lejos, le sale más cerca ir al mall, pero tiene que pagar 250 pesos. Se irrita porque según su primo Chalo, que anduvo embarcado, este el único país miserable en que hay que pagar por mear y cagar en lugares públicos. Antes que remodelaran el área, como todo era más silvestre y había más vegetación, meaba detrás de las matas, a la más clásica. Este país empresarial castiga a su clientela, porque aquí ya no hay ciudadanos, todos son clientes maltratados por La Polar respectiva.

Ese día nublado, con amenazas de lluvia, el Lame Caca y el Perro Envenenado pasaron por su local: quieren que el Cara de Farándula les firme un papel para la constitución de una fundación sin fines de lucro financiada por Codelco para mitigar lo del transporte de ácido sulfúrico que debe hacer la empresa en medio de la ciudad. No cabe duda que los muchachos andan trabajando, piensa el Cara de Farándula, primero deben haber ido donde el concejal que los apadrina y luego deben haber pasado a la biblioteca municipal, que es el centro de operaciones de la red que debe haber montado la empresa junto a los operadores que recibirán recursos para las campañas.

El Cara de Farándula los bypasea diciéndoles que tiene que hablar con la jefa, a sabiendas que los cabros le temen a la Greta porque es muy arrebatada. Además, la vieja no les compra, porque los encuentra unos saco de huevas amorales y vendidos al gran capital. La vieja es de la rojas antiguas. Los cabros van al mall a cotizar unas zapatillas y el Cara de Farándula los acompaña y aprovecha de machetearles unas monedas pa’ mear. Alguien del barrio le recomendó unos pañales como los que usan los choferes del Transantiago, pero en la relación costo beneficio sale perdiendo.

En la tardecita, mientras sintoniza la radio, el Cara de Farándula escucha al Lame Caca y al Perro Envenenado que defienden su posición de trabajar en conjunto con la empresa para asegurar el desarrollo de la comuna y la provincia. Paralelamente el curador del museo municipal conduce un zodiac por la bahía buscando una mantarraya confundida entre las jibias para un programa de televisión. El Cara de Farándula siente urgencia urinaria y decide ir a la orilla del mar, recordando los más viejos tiempos. Cruza la baranda, llega a los roqueríos y, junto a los pelícanos y lobos de mar, lanza su chorro directamente a la bahía, sin pasar por la mediación de la alcantarilla.

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#mea#mellado

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