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Opinión

14 de Junio de 2012

Columna de Alejandro Trejo: ¿Perdón para qué?

Imaginemos por un segundo que los que debemos pedir perdón en nuestro país, lo hiciéramos al unísono, desde una profunda e insondable verdad y desde un arrepentimiento que naciera desde las entrañas de nuestras convicciones desde nuestras almas racionales y desde el corazón. El jefe de la policía política pide perdón por sus crímenes ,el […]

Alejandro Trejo
Alejandro Trejo
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Imaginemos por un segundo que los que debemos pedir perdón en nuestro país, lo hiciéramos al unísono, desde una profunda e insondable verdad y desde un arrepentimiento que naciera desde las entrañas de nuestras convicciones desde nuestras almas racionales y desde el corazón.

El jefe de la policía política pide perdón por sus crímenes ,el guerrillero pide perdón a su hijo por abandonarlo en pos de su lucha por un mundo mejor, el ladrón pide perdón al que acaba de robar, el torturador pide perdón a su flagelado, al tomar consciencia de su aberrante trabajo, el gobernante pide perdón a su pueblo por no saber cómo obrar en pos de su bienestar ,el ministro pide perdón por su arrogante vanidad al haber encarcelado injustamente a inocentes, el periodista pide perdón por no ser siempre consecuente con lo que piensa y dice, el taxista pide perdón por engañar en el cobro a sus pasajeros en un día de lluvia, el homofóbico pide perdón por el violento asesinato a los padres de su víctima ,el senador pide perdón por haber colaborado con una dictadura y obviar el atropello a los DDHH, el diputado por mirar para el lado en un conflicto de interés, el xenófobo pide perdón a sus compatriotas por su arrogancia para con el pueblo de nuestros países vecinos, el explotador pide perdón por enriquecerse con la sangre y sudor de sus obreros y trabajadores, el conductor del autobús pide perdón por no estar de buen humor ese día , el profesor pide perdón a sus alumnos por carecer de mayor preparación y no esforzarse por tenerla, la esposa pide perdón a su esposo por serle infiel con su mejor amigo, el vecino pide perdón a su vecino `por los ladridos de su perro.

El hambriento le pide perdón al pecador de gula por desear su comida , la prostituta le pide perdón a su cliente por sentir que llego a amarlo en pleno acto sexual, el almacenero pide perdón a su casera por la verdura en mal estado , el adolescente pide perdón a sus padres por su inestabilidad emocional, el escorpión pide perdón a la rana por no dominar su instinto, el empresario evasor de tributos, pide perdón al indigente por su avaricia ,el novio abandonador pide perdón a su novia por amar a otra, el director pide perdón al público por hacer una película tan mala , el niño pide perdón al pedófilo porque a pesar de intentarlo no entiende su naturaleza dañina, la cocinera pide perdón por llevarte a la mesa un trozo de carne mal sazonado, tu pides perdón a ese animal por cenarte parte de su cuerpo, el sacerdote pervertido pide perdón a sus víctimas por arruinarles la vida, la hermosa mujer con la que te cruzas en la calle te pide perdón por no creer que la estás mirando a sus ojos, el bancario pide perdón al estudiante por la usura desmedida, el bebé pide perdón a su madre por succionarle su juventud y su belleza, los demócratas nos pidieron perdón por la imperfección de la democracia.

¿Qué haríamos al segundo después que esta masiva avalancha de perdón y arrepentimiento ocurriera simultáneamente? ¿Mirarnos a los ojos y dudar de todo y de todos? ¿O bien hacer el esfuerzo por aceptar este nuevo orden humano y empezar de nuevo desde cero?

Estamos hechos y diseñados por milenios de culpas, mentiras y dolor humano. Si este acto de contrición localista se irradiara por el planeta desequilibrando sus ejes, ¿De qué se nutriría el imaginario literario, la ficción cinéfila y su espejo roto en el que nos reflejamos, la dramaturgia oscura y subterránea, la plástica deslumbrante, de qué alimentaríamos la dolorosa belleza de nuestro imaginario mental?

Ese dolor ancestral, esa culpa atávica animal que se fagocita, que nos mantiene en pie y que nos lleva a observarnos hasta el fin de los días, cual si fuéramos insectos, bajo nuestro propio microscopio, hurgando y buscando algún fruto nuevo que emane desde esa gran falta de perdón eterno. ¿Algo cambiaría de hacerse verdad palpable un hecho impensable y utópico como un arrepentimiento y un perdón universal y eterno…? algo si cambiaría estoy seguro, sospecho que el sol no seguiría saliendo todos los días y las hojas no continuarían cayendo en otoño, terreno fértil para que el planeta en esas condiciones, tal vez, si llegará a su fin.

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