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Cultura

19 de Junio de 2012

La historia de Thiago (o la mala suerte de un hombre con cueva)

Thiago Cunha, 31 años, amante de la palta con azúcar, llegó a Chile luego de una infancia/adolescencia difícil sin papá, con poca plata, en la prehistoria. Allá, en los tiempos felices del Axé y el esplendor de Mekano. En ese tiempo, Thiago era bailarín de Porto Seguro y se dedicaba a jugar cosas como, por […]

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Thiago Cunha, 31 años, amante de la palta con azúcar, llegó a Chile luego de una infancia/adolescencia difícil sin papá, con poca plata, en la prehistoria.

Allá, en los tiempos felices del Axé y el esplendor de Mekano. En ese tiempo, Thiago era bailarín de Porto Seguro y se dedicaba a jugar cosas como, por ejemplo, el streaptease cultural en el que -invariablemente- todos quedaban más o menos en pelota porque nunca sabían nada.

Se veían felices.

Luego pasó el tiempo y Thiago estuvo en Brasil, estuvo en Chile, estuvo en Brasil y así, así, así hasta que aterrizó en Mundos Opuestos, dejando por allá a su novia y al hijo de nueve meses que tenían juntos, coqueteando en el reality con Camila Nash, con Paz -con casi todas las minas-, recibiendo un mail de su polola brasilera diciéndole que terminaban, empezando a pololear con Yamna Lobos y diciendo -sobre todo esto- en una entrevista en Bienvenidos:

-Soy infiel. Soy así.

La periodista que lo entrevistaba le preguntaba:

¿Cómo lo vas a hacer con Yamna?
Y Thiago daba una respuesta que de tan cara de raja era perfecta:

-Es que ahora estoy acá.

Thiago concentraba todo lo que una mina odia: era desbocadamente coqueto, había dejado a su hijo y terminaba con su mina. En resumen: un barsa. Pero en otro resumen: un encantador. Por quién sabe qué chucha nadie odiaba a Tiago. Tal vez porque era brasilero y uno cree que los brasileros son buena onda. Tal vez porque bailaba mucho. Tal vez porque le decían chuchuka, tal vez porque -en realidad- era buena onda: cuando todos querían matar al Chispa, Thiago -si es que se ponía realmente furioso- lo más jarcor que le decía era “hueón”.

O cuando Fabrizio entró a Mundos Opuestos (en una de las escenas más mulas que se han visto en un reality) para arreglar el problemita que habían tenido hace mil años atrás porque Thiago se había agarrado a Vivi -ex de Fabrizio- el que quedó como hueón fue Fabrizio.

O, también, cuando Camila Nash lo peló por fome en algún programa de farandulilla, Thiago sólo contestó:

“No llega a molestarme, me decepciona… Si tiene que decir algo, que me lo diga a mí”,

Thiago tenía un don. El don de pasar por la vida livianito o algo así.

En una entrevista en el Emol lanzaba frases de tipo satisfecho:

Yo ya hice todo lo que tenía que hacer, de locuras, de viajar y gastar plata y hacer cualquier cosa.

“Evito las peleas, y cuando veo gente peleando las cuestiono: ‘¿para qué pelear? Un beso es mejor’”. 

El don de pasar livianito por la vida también incluía hablar tranquilamente de Yamna -y no al estilo de super estrella que dice que no habla de su vida privada-, bailar todo lo que le pidieran en los programas que bailara, decir que está enamorado si está enamorado y saberse guapo si es guapo.

Y, además, tener la cueva de quien puede cobrar dos palos por cada show en una disco.

Pero -aunque suene cursi- la vida es maraca. El sábado pasado, en la noche, en una disco en Copiapó, Thiago hacía un evento que podría haber pasado como cualquiera si no hubiera intentado tirar fuego por la boca, si no se hubiera quemado el cuello, la cara, las orejas y las manos

Su mánager dio una explicación: a Tiago se le había perdido su líquido especial para hacer el número y usó bencina blanca. Quién sabe si sea cierto. Lo cierto es lo siguiente: su doctor -Ricardo Roa- dijo que la cirugía había terminado con resultados disímiles, las heridas eran más profundas de lo que esperaban, tiene quemaduras repiratorias y su tratamiento cuesta más de quince palos.

Y hoy, los médicos lo dejaron mirarse por primera vez al espejo, para tener de vuelta una imagen que no debe parecerse en nada al Thiago que fue.

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