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Opinión

21 de Junio de 2012

Guerrilla rural

La fuerza de las palabras es indiscutible. Crean realidades. Y por eso es tan grave que el fiscal regional de la Araucanía se dé el lujo de afirmar, sin antecedentes o argumentos, que en esas tierras existe una “guerrilla rural” por el conflicto mapuche. Tan irresponsables y antojadizas afirmaciones han sido desmentidas incluso por el […]

Paula Vial
Paula Vial
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La fuerza de las palabras es indiscutible. Crean realidades. Y por eso es tan grave que el fiscal regional de la Araucanía se dé el lujo de afirmar, sin antecedentes o argumentos, que en esas tierras existe una “guerrilla rural” por el conflicto mapuche.

Tan irresponsables y antojadizas afirmaciones han sido desmentidas incluso por el Fiscal Nacional, pero el efecto queda y deja huella. ¿Cuántas personas habrán escuchado sólo los dichos obtusos de Ljubetic y se quedarán con esa idea?

El trato que ha recibido el llamado conflicto mapuche es injusto, estigmatizante y mentiroso. La prensa, los fiscales, los empresarios y latifundistas locales, autoridades de gobierno, han creado una imagen de los mapuches teñida de irrealidad, que ha ido modificando poco a poco el entorno y en muchos casos la opinión y disposición de la ciudadanía hacia sus reivindicaciones y a su pueblo en general.

Se ha hablado de guerrilla, reclutamiento, apoyos extranjeros, organización terrorista, FARC, ETA y nunca se ha logrado probar ninguna de estas afirmaciones.

Porque en parte estos dichos vienen a llenar el vacío de pruebas que existe en la fiscalía. La ineficiencia de las policías y los persecutores de la zona en determinar quiénes son los que han realizado ataques incendiarios y otros delitos que sí han existido, la intentan suplir con una ilusión de organización que no existe. Pretenden hacernos creer que la sofisticación de la organización es la que ha impedido dar con sus autores, cuando no han existido hasta ahora sino presunciones que han hecho circular, fantasmas de evidencias, amenazas de respuestas y nada concreto que dé pie a las afirmaciones que con tanta seguridad realizan.

La justicia ha sido testigo también de este aventajado esfuerzo comunicacional e inútil logro procesal, con absoluciones para mapuches, desmoronamiento de investigaciones y revelaciones de excesos en operativos policiales y uso de evidencias espurias. La obstinación en calificar ciertas conductas de terroristas les ha facilitado el camino de la investigación con excesos que el uso de esa ley les otorga. Y nuevamente, aún así ha sido infructuoso el embate.
Tal vez es hora, señor fiscal, de preguntarse si no será su fértil imaginación la que está operando. Tal vez es hora de aceptar que la verdad incómoda es que no existe tal terrorismo mapuche, que no existe guerrilla rural. Tal vez es hora de aceptar que la diferencia de ideas y de sueños no es un delito.

O tal vez no. A fin de cuentas donde sí ha tenido éxito es en instalar una ficción que impide desnudar fracasos. La fantasía ha tomado cuerpo y ya no es necesario probarla.

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