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Opinión

24 de Junio de 2012

La obscena alegría de Goliat

Recordemos que los helenos tuvieron elecciones en mayo pasado, de las que no se logró formar una coalición de gobierno, motivo por el cual, y amparado en la constitución griega, el presidente disolvió el parlamento recientemente creado y llamó a una segunda vuelta para el 17 de junio. Una especie de “ahora si que sí” forzado y fomentado por los intereses de Alemania para evitar que el país de los Balcanes optara por el candidato de la Coalición de Izquierda Radical.

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Días antes de las elecciones efectuadas en Grecia el pasado fin de semana, Ilias Kasidiaris, vocero y diputado del partido neo nazi “Amanecer Dorado”, se vio involucrado en una violenta discusión con la diputada Rena Dourou del movimiento radical de izquierda “SYRIZA”. Los ánimos se fueron elevando y la diputada Dourou le enrostró a Kasiriadis su implicancia en un robo y el apuñalamiento de un estudiante ocurrido durante el año 2007. En un acto furioso el diputado agarró una jarra con agua y la aventó justo a la cara de Dourou. Ante tal reacción la parlamentaria comunista Liana Kanelli, sentada al costado de Kasiriadis, se sumó a la protesta en su contra, lo que le hizo recibir de parte del vocero neo nazi tres cachetadas en pleno panel transmitido en vivo a todos los griegos por la cadena de televisión Antenna.

“Palabras sacan palabras” dice el adagio, pero en este caso, las palabras sacaron coscachos, y tras permanecer encerrado en una sala de la estación televisiva, Kasiriadis derribó la puerta y huyó. Luego de estar inubicable dos días, el diputado compareció ante la fiscalía de delitos menores de Atenas, y en un intento por dar vuelta las cosas presentó una acusación por difamación en contra de las dos parlamentarias y por detención indebida a la estación de televisión. Respecto a las elecciones, el resultado ya lo conocemos, un estrecho margen de diferencia favoreció al representante de centro derecha Antonis Samaras sobre el líder de la Coalición de la Izquierda Radical Alexis Tsipras, mientras que “Amanecer Dorado” obtuvo un inquietante 7 % de representación parlamentaria, lo que se traduce a 18 diputados.

Recordemos que los helenos tuvieron elecciones en mayo pasado, de las que no se logró formar una coalición de gobierno, motivo por el cual, y amparado en la constitución griega, el presidente disolvió el parlamento recientemente creado y llamó a una segunda vuelta para el 17 de junio. Una especie de “ahora si que sí” forzado y fomentado por los intereses de Alemania para evitar que el país de los Balcanes optara por el candidato de la Coalición de Izquierda Radical. ¿Pero cuál era la preocupación del gobierno de Ángela Merkel? Ante la posibilidad de que Alexis Tsipras ganara las elecciones, su propuesta de 40 medidas contemplaba como primer punto realizar una auditoría sobre la deuda pública griega, y detener los pagos hasta que la economía de Grecia se recuperara.

A esta inquietante medida se sumaban otras como nacionalizar la banca junto con algunas empresas como las de ferrocarriles, aeropuertos, correos y agua; negociar un acuerdo estable con Turquía y rebajar el gasto militar que, dicho sea de paso, ha favorecido a Francia y Alemania, principales proveedores de armas a Grecia. Al respecto de esto último, y tal como se señala en el documental “Deptocracy” (Deudocracia) dirigido por Katerina Kitidi y Aris Hatzistefanoul, una de las condiciones que Alemania impuso sobre Grecia para entregarles el apoyo económico fue el compromiso de reducir pensiones y prestaciones sociales pero no así para el gasto de importaciones de armas.

La lucha de todos contra Tsipras promovida por la clase dominante griega y europea desató la angustia, la incertidumbre y la desesperación de gran parte de la población más adulta del país. Este punto, sumado a un gran porcentaje de abstención de población joven y de personas alejadas de los centros de votación fueron ingredientes adecuados para que la noche del pasado 17 de junio los conjuros de Merkel —cual bruja de Blancanieves— produjeran una jugosa manzana roja. Reviviendo a Homero, esta segunda vuelta ha llegado como un Caballo de Troya de millones de Euros que guarda en su panza el sigilo y el asalto inclemente de sus principales acreedores, Alemania y Francia, y un FMI que ha impuesto severas condiciones para el rescate económico.

Todo este relato nos permite apreciar la ironía del destino ante la otrora radiante cuna de la democracia y del pensamiento occidental. A poco más de 2300 años de la muerte de Alejandro Magno, Grecia se encuentra catalogado como país periférico, una especie de niño despilfarrador y revoltoso junto a España, Portugal e Italia. Ante la demonización de Tsipras calificando su propuesta de utópica por exigir transparentar la deuda griega cabe preguntarse ¿qué sentido tiene la práctica democrática y la creencia en los mecanismos de participación directa, cuando queda en evidencia el uso de los medios internacionales y nacionales para generar una campaña de terror?

En la fantasía de una Europa unida, o mejor dicho de la existencia de una Europa, “pan y circo” continúan siendo la alternativa para distraer a las masas como sombras proyectadas en la pared cual quimera platónica. Programas televisivos como el Festival Eurovisión —una especie de reality de talentos musicales en donde los países de Europa compiten desde Reino Unido hasta Moldavia— se han encargado de mantener a la teleaudiencia prendida a la señal en donde el triunfo este año lo obtuvo la cantante sueca Loreen, mezcla entre Jennifer López y Lynn Minmei, la adolescente de la serie televisiva ochentera Robotech.

¿Cuánto hubo de premonición en esta serie de ficción japonesa que trata sobre la lucha que mantiene la humanidad en contra de alienígenas que amenazan por destruir el planeta y el dominio de la Protocultura? Desde mi perspectiva creo que mucho, y si de ejemplos se trata el reciente encuentro entre Alemania y Grecia en el torneo de la Eurocopa jugado este viernes pasó de ser una simple eliminatoria a representación de la lucha geopolítica en el viejo continente. Así pudimos ver a una Angela Merkel, ahora entusiasta y sonriente luego del resultado de las elecciones en Grecia, alentando a su equipo y exhibiendo sin recato la obscena alegría del Goliat que gana por partida doble. La escena me hace recordar un poema del célebre Constantino Cavafis cuando pregunta: “¿Por qué nuestro emperador se levantó tan de mañana, y está sentado en la puerta mayor de la ciudad sobre el trono, solemne, portando la corona? Porque los bárbaros llegarán hoy día.”, se responde.
Las liturgias de la poesía hacen de las explicaciones un recurso innecesario, y el serpenteo de las palabras en las arenas del tiempo revive cada contingencia como si fuera la historia entera. De esta forma, la bulliciosa y desordenada Atenas espera la llegada para este lunes de los inspectores de la llamada “Troika” —formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional— en pos de discutir las condiciones para el préstamo de salvación de Grecia.

De si la crisis de un país de 11 millones de personas podría afectar al mundo en una reacción en cadena del sector financiero, ha sido una especulación frecuente estos días. Sin embargo se olvida que aquí estamos hablando de personas afectadas en un drama humano. Cuando las expectativas del individuo no calzan con la realidad se genera frustración, y cuando la adversidad se levanta inmensa como molino de viento deviene la angustia social que alimenta la búsqueda de un culpable, y en esta la larga cadena alimenticia resurgen los odios xenofóbicos y reivindicaciones nacionalistas. Es lo que potenció el discurso de “Amanecer Dorado” en contra de inmigrantes de la ex Yugoslavia, Bulgaria, Albania y, en menor medida, de Turquía. El mismo que se expresa en Chile en contra de inmigrantes de países como Bolivia, Perú, Ecuador y también en menor medida de Argentina. Recuerdo haber oído a alguien decir hace un tiempo que de resurgir el nazismo en Europa el último lugar sería en Alemania, porque su sentimiento de culpa histórica reprime la expresión de impulsos xenofóbicos que carecen de rienda en otros países. Esto explicaría la aurora dorada de un partido neonazi en Grecia.

No con poca ironía Aristóteles señala en su “Política” que “un reinado perpetuo entre iguales es una desigualdad insoportable”. Su reflexión podría tener múltiples interpretaciones, largas y amenas discusiones de filosofía política, sin embargo no dejo de relacionarla con lo que ocurre en la película “Distrito 9”de Neill Blomkamp. Acá la incertidumbre está representada en una nave espacial que se posa como sombra encima de la ciudad de Johannesburgo, en pleno período post-apartheid. Al revés de películas en donde el extraterrestre es el agresivo conquistador, Blomkamp lo retrata indefenso, entregado al confinamiento del gobierno sudafricano, lo que hace del alienígena el objeto pulsional del repudio y la justificación para el asco y el prejuicio social. En la película los marginados no son humanos pero bien podrían serlo, y ante la necesidad de construir un chivo expiatorio la fantasía de “Distrito 9” nos muestra que, si no pueden ser negros, bien se ajustan extraterrestres como excusa.

En este mismo sentido y regresando al caso Griego, si hay algo que se ha intentado hacer creer al ciudadano común y corriente es su responsabilidad sobre grandes decisiones macroeconómicas en donde poco o nada tuvo que ver. Cuestiones que por lo demás están repletas de oscuros pasajes en donde el dinero no siempre ha beneficiado a una gran mayoría, de ahí el cuestionamiento político que recibió Alexis Tsipras al exigir transparentar la deuda pública y que se dejara de calificar a los ciudadanos griegos como flojos, despilfarradores y desorganizados, alimentando el racismo europeo.
Pero los chilenos no rasguemos vestiduras. No creamos que las puras brisas que nos cruzan inspiran altruismos superiores al sur del mundo. Si una marcha de la igualdad recorre este fin de semana las calles de Santiago es porque simplemente se manifiesta para alguien quién, sumido en su reticencia, no ve sentido en que seamos el asilo contra la opresión. Si como dice Aristóteles “las revoluciones se hacen para conquistar la igualdad”, la lectura que debemos hacer frente a los grandes movimientos sociales expresados en diversas partes del mundo, desde Santiago hasta Atenas, es que en lugar de desanimarnos creyendo la democracia corrompida y desgastada, es preferible apostar por su radicalización. No olvidemos que todo poder hambriento que genera dominados y vencidos se nutre de los abismos sin fondo de la desilusión.

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