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Mundo

5 de Julio de 2012

El hombre que jamás se ha puesto zapatos

Vía Kienyke.com Cuando Otoniel Castañeda (mejor conocido como ‘El Gran Llanerazo’) era un niño, sus amigos y él se paraban a mirar las huellas que dejaban los cocodrilos en la arena y adivinaban de qué tamaño sería el animal que había dejado aquel rastro. En las noches de luna llena, el niño iba a las […]

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Vía Kienyke.com

Cuando Otoniel Castañeda (mejor conocido como ‘El Gran Llanerazo’) era un niño, sus amigos y él se paraban a mirar las huellas que dejaban los cocodrilos en la arena y adivinaban de qué tamaño sería el animal que había dejado aquel rastro. En las noches de luna llena, el niño iba a las playas del río Casanare y enterraba todo el cuerpo (menos la cara y los brazos) en la arena, con un cuchillo en una mano y un garrote en la otra, y esperaba que salieran los cocodrilos del agua para así poder mirarlos y estudiarlos.

Aprendió a controlar anacondas. Cuando encontraba una, enrollada como la llanta de un camión, la pateaba para que despertara. Entonces el animal comenzaba a arrastrarse hacia el agua y el niño se agarraba de la cola y se dejaba arrastrar por ella. Jamás lo ha atacado ningún animal porque, según él, no les teme y los animales se dan cuenta de eso.

El Llanerazo, que es un producto de la tradición cultural de sus ancestros, y de la idiosincrasia llanera, nació en Agua Azul, en el Casanare, en 1971. Llegó a Yopal a presentarse para el servicio militar pero no lo llevaron porque no sabía leer, no usaba zapatos y le faltaban dos meses para cumplir 18 años. Jamás ha usado zapatos y asegura que “El Llanerazo con zapatos es como un gallo con espuelas”. Dice haber aprendido a leer y escribir en cuatro días cuando tenía 20 años. Tal rapidez la debió a haberse enamorado de una maestra, que fue quien le enseñó. Antes no había sido necesario que leyera, pues con saber montar a caballo, contar ganado y hacer negocios, era suficiente.

En el Llano o es verano o es invierno, y las estaciones cambian en cuestión de 24 horas. En verano la polvareda hace imposible el uso de zapatos, y en invierno las inundaciones tampoco lo permiten, así que para los llaneros es más fácil andar descalzos. La bota pantanera llegó con los que él llama “colonos que llegaron al Llano”, pero a los locales les parecían ridículos y se burlaban de ellos.

Otoniel ha volado en Lufthansa, American Airlines e Iberia, y en ningún momento le han dado problemas por no llevar zapatos. Ha viajado en cruceros, entrado a museos y palacios. Solo le han llamado la atención una vez: en un centro comercial en Bogotá. Un celador lo vio acercarse y le dijo: “Los cartones están por la parte de atrás donde hay un Carulla”. Al Llanerazo le da risa que un celador se fije en sus zapatos y no en su ropa. Si lo hiciera, hubiera notado que llevaba un sombrero tejano de 7000 dólares y una camisa de casi 100 dólares. Para él, el sombrero es la muestra de elegancia del hombre criollo.

Dio su primer paso descalzo en el patio de su casa, luego caminó por los corrales y después se metió al campo en los barrizales. Con los años fue formando un enorme callo más fuerte que cualquier suela, que no permite que se lastime la planta de los pies. Pero además es un experto para caminar sin mirar hacia el piso. “Cuando los vidrios me ven acercarme, se corren porque saben que si no lo hacen, los voy a pisar muy fuerte”, dice. No usa reloj. Adivina la hora con el sol y el canto de los gallos. El celular, en cambio, se volvió una necesidad por el tema de inseguridad, y no ha podido prescindir de él.

Han pasado 30 años y el Gran Llanerazo jamás se ha puesto zapatos. Hasta el momento va cumpliendo su trato con el diablo, y de seguir así otros 10 años, saldará la deuda de su abuelo y su familia podrá olvidarla. Es muy claro que será ‘el Llanerazo’ quien le gane la apuesta al diablo, y para que su historia no quede en el olvido, está produciendo una película llamada El Pacto, que contará la historia de su vida. 

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#Hombre#Llanero#Zapatos

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