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Opinión

25 de Julio de 2012

“Descubrimos el talón de Aquiles de la ciudad”

Ha estado coordinando las últimas manifestaciones sindicales que han paralizado la ciudad. Hemos visto a trabajadores protestando encaramados arriba del reloj de la Estación Central, en puentes de la Autopista Central, y caminando por las vías del metro. Al gobierno estas acciones ya le colmaron la paciencia y amenazaron con las penas del infierno a quienes causen un daño masivo a la ciudad con demandas particulares. Pero eso a Alegría no lo intimida: “¿Qué pasa si mañana o pasado aparecen 50 estudiantes caminando por el Metro? ¿O si aparecen 100 pobladores? Hicimos un camino”, dice.

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FOTO: CRISTÓBAL OLIVARES

Sergio Alegría es hijo de un obrero que trabajó más de 40 años en la empresa CIC, la compañía de colchones que también fabricó muebles y bicicletas. Allí, a los 17 años, Alegría obtuvo, casi como herencia, su primer trabajo. También participó de su primera manifestación sindical. Ocurrió cuando al turno de la noche le quitaron el bono de alimentos y empezaron a repartir comida. A los meses lo echaron. Ahí comenzó su periplo por el mundo sindical.

Su currículum exhibe más de 45 faenas de las que lo han echado por su activismo. A tal punto, que no pasaron muchos años para que comenzara a aparecer en las listas negras de las oficinas de colocaciones.

En adelante su camino fue sin retorno. El “bichito”, como le llama a su inquietud por los temas que aquejan a los trabajadores, lo llevó a recorrer el país de norte a sur, levantando sindicatos y haciendo huelgas.

A comienzo de los 90 integró el Sindicato Nacional de Montaje Industrial (Sinami), y con el tiempo se convirtió en dirigente. En el 2003, sin embargo, decidió tomar un camino propio y fundó el Sindicato de Trabajadores Contratados y Subcontratados de Chile (Sintrac). En el 2005 estuvo en dos movilizaciones mineras masivas en Antofagasta y Calama, lugares a los que la justicia le prohibió entrar por un año. Desde ese tiempo se radicó en Santiago.

Acá ha afiliado al Sintrac a cerca de 2.300 trabajadores de los call center, del retail y de una y otra maestranza. Con ellos, y sin ser trabajador de las empresas en huelga, ha hecho las manifestaciones radicales que han paralizado la ciudad en los últimos meses: en enero los trabajadores del call center Unísono se subieron al reloj de la Estación Central; en marzo los de Tottus se colgaron de un puente en la Autopista Central, y hace dos semanas los operadores del call center Konecta paralizaron la línea cinco del metro en hora punta. El martes pasado fue su última performance. Aunque más tímida que las anteriores: Alegría y varios dirigentes del Sintrac dejaron caer una centena de panfletos al andén del metro Universidad de Chile. El papel decía: “trabajadores, pobladores, estudiantes, pescadores, unidos y luchando”.

¿De quién fue la idea de subirse al reloj de la Estación Central, o al puente en la Costanera, o a las vías del Metro?
-Fueron ideas colectivas, pero yo asumo las responsabilidades.

¿Tú no estás sólo detrás de las últimas paralizaciones?
-Es un error verlo así. Entre delegados y dirigentes, en esta organización somos como 89.

¿Cuál es la idea de paralizar la ciudad?
-En este país, las negociaciones colectivas que terminan en huelga son un mal chiste. Las empresas tienen diez mil formas de reemplazar a los trabajadores en huelga. ¿De qué sirve la huelga si las empresas pueden reemplazar a los trabajadores? ¿De qué sirve si la Inspección del Trabajo se demora cuatro o cinco días en fiscalizar una paralización? ¿Qué pasa con los reemplazos en esos días? No se pueden denunciar. Eso es justamente lo que nos pasó en la movilización de los trabajadores de Tottus. En la Inspección nos decían que la huelga no estaba formalizada, y cuando fueron a fiscalizar no encontraron nada, porque le avisaron a la empresa cuando iban a ir. Entonces ellos pescan a los trabajadores que están reemplazando y los esconden. Y al otro día siguen reemplazando. ¿Qué efecto tiene esa huelga? No hay ninguna posibilidad de avanzar con nuestras peticiones si no es parando la producción. Y si no podemos parar la producción, hay que hacer acciones que visibilicen el conflicto, para que eso, de una u otra manera, motive la aparición de la Dirección del Trabajo y del ministerio del Trabajo.

Pero las autoridades no han salido a defender a los trabajadores, sino que a condenar este tipo de protestas.
-Si po’, finalmente nos encontramos sin nada.

¿Paralizar la ciudad es una forma de lucha legítima?
-El trabajador se ha negado a reflexionar políticamente, ese espacio debe ser recuperado y en su conjunto. El problema de los estudiantes es un problema de los trabajadores, los problemas de vivienda son problemas de los trabajadores, por lo tanto hay que enhebrar caminos con los compañeros que están luchando contra este sistema que discrimina y que maltrata la vida. Y la paralización, sin duda, es un instrumento. Detrás de cada acción hay todo un proceso de diálogo y conversación, el problema es que este sistema quiere eternizarte conversando, porque así el trabajador es bueno.

¿Cómo se preparan estas “acciones”?
-Hemos acordado acciones que visibilicen el conflicto, de otra manera muere como nace. No vamos a ganar ninguna huelga parados afuera de la empresa pidiendo plata. De hecho, tenemos recursos para sustentar una huelga, por eso la orden es, desde el primer día de movilización, nadie pide plata con tarro. Esa es una forma de mendicidad a la cual te lleva este sistema. En este contexto de desigualdad ¿crees que le vas a ganar a la empresa estando parado afuera con un lienzo? Nosotros no queremos engañar a los trabajadores como lo hacen estos grupitos de dirigentes encabezados por Arturo Martínez, que tienen esta manera corporativa de ver el sindicalismo, esa donde no se le da ningún poder de decisión a las bases que sustentan el sindicato. Hay pandillas de dirigentes que hacen lo que quieren, no hacen asambleas, a lo más juntan a los viejos para entregarles un paquetito de mercadería o un cariñito para el 18 de septiembre. Pero compañero, esa no es la forma. Cuando no hay asamblea detrás no hay fiscalización de lo que hace el dirigente.

¿Cómo se les ocurrió parar el metro?
-Sinceramente, nunca quisimos parar el metro. De hecho nosotros no lo paramos. Ocupamos un espacio que no era el de la línea del tren…
Era peligroso que el tren pasara y ustedes estuvieran allí.
-Pero no lo paramos. A media cuadra de allí está Konecta, queríamos usar el Metro para extender un lienzo y para usarlo de escenario para protestar con la gente que estaba abajo. Queríamos visibilizar la huelga.

¿Y se tiraron care palo a la línea no más?
-No nos costó nada pasar. Donde empieza o termina la estación hay una puerta para pasar a las vías. Llegamos allí, la subimos y pasamos. No tenía ni candado, ni seguro. Lo único que había era un cartel que decía peligro.

¿Pagaron el pasaje?
-Sí, pagamos el pasaje, pasamos por la puerta y nos pusimos a caminar. Cuando cacharon, los guardias se fueron encima de nosotros. Alguien dijo que yo me quería suicidar, pero lo único que hice fue pasar para el otro lado para chantar a los guardias, porque llegaron con mucha prepotencia.

Igual hubo mucha gente que reclamó. Eran personas que no podían desplazarse a sus trabajos.
-Yo creo que más del 80% de la gente afectada está de acuerdo con nosotros. Las 60 mil personas que se vieron afectadas por la paralización participarían de una toma masiva, por ejemplo, para pedir viviendas de calidad, o para que la Evelyn Matthei acepte establecer un salario máximo… La gente terminaría aplaudiendo.

Al conflicto entró Rodrigo Hinzpeter. Tu imagen ahora es la de una persona que afecta la seguridad del país.
-Yo no afecto la seguridad del país… Este sistema no diferencia entre un dirigente sindical y un delincuente. Cuando estuvimos detenidos fuimos tratados de la peor manera, tuvimos problemas con varios gendarmes, porque ellos están acostumbrados al trato con criminales. Pero qué va a pasar más adelante cuando nos sigan confundiendo con delincuentes y a algunos de nuestros compañeros les pase algo.

¿Se está criminalizando a los movimientos sindicales?
-Desde hace mucho tiempo. Y eso sin que hasta ahora se aplique siquiera la ley de mierda de Hinzpeter. Nos faltaron hojas para poner los nombres de las agrupaciones que suscriben nuestras acciones y que ven con buenos ojos el haber descubierto una debilidad de Santiago, una debilidad de los poderosos, el talón de Aquiles. ¿Qué pasa si mañana o pasado aparecen 50 estudiantes caminando por el Metro? ¿O si aparecen 100 pobladores? Hicimos un camino.

En este camino, sí, no sólo se paraliza la producción, sino que también la ciudad.
-Si uno no hace acciones que presionen al empresariado estamos cagados.

¿Van a seguir este tipo de movilizaciones?
-Nosotros vemos con buenos ojos que el mundo sindical, poblacional y estudiantil siga el camino que hemos encontrado. Te insisto, descubrimos el talón de Aquiles de la ciudad.

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