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Mundo

26 de Julio de 2012

El lado insólito de los Juegos Olímpicos

Vía Canchallena.com.ar El emperador romano Nerón fue campeón olímpico. En el año 67, el césar viajó a Olimpia para intervenir en la carrera de cuadrigas: sobornó y amenazó a sus rivales, que lo dejaron ganar. Muchos de los campeones en París 1900 murieron sin saber que habían intervenido en un Juego Olímpico. Pensaban que habían […]

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Vía Canchallena.com.ar

El emperador romano Nerón fue campeón olímpico. En el año 67, el césar viajó a Olimpia para intervenir en la carrera de cuadrigas: sobornó y amenazó a sus rivales, que lo dejaron ganar.

Muchos de los campeones en París 1900 murieron sin saber que habían intervenido en un Juego Olímpico. Pensaban que habían competido en un encuentro deportivo organizado con motivo de la Exposición Universal de París, realizada ese año.

En los Juegos de San Luis 1904, el primer maratonista en llegar a la meta fue el local Frederick Lorz. Sin embargo, los jueces descubrieron que el “ganador” había recorrido la mayor parte de los 42 kilómetros a bordo de un automóvil Ford, una novedad de la época que había acompañado la carrera a modo de exhibición. Lorz fue descalificado.

Walter Dray, dueño del récord mundial de salto con garrocha, no viajó a los Juegos de Londres 1908 porque se lo prohibió… ¡su mamá! La mujer reclamó a su hijo a dejar “esos estúpidos saltos” y Dray, obediente, abandonó la garrocha a los 22 años.

La sueca Magda Julin dejó boquiabiertos por partida doble a los espectadores que se acercaron al Palais de Glace para disfrutar del campeonato de patinaje femenino sobre hielo que integró el calendario de los Juegos de Amberes 1920. Primero, por su exquisito desempeño, que le valió la medalla dorada; segundo, porque estaba embarazada de cuatro meses.

El nadador estadounidense Peter Johann Weissmüller ganó tres medallas de oro durante los Juegos de París 1924, en los 100 y 400 metros libre y la posta 4×200, y una de bronce, en waterpolo. Años más tarde, encarnaría al célebre personaje “Tarzán” en 12 películas.

En Amsterdam 1928, el remero australiano Henry Pearce llevaba tanta ventaja a sus rivales que se dio el lujo de detener la marcha de su embarcación para permitir el cruce de una familia de patos que nadaba en el canal Sloten, donde se desarrollaba la carrera. A pesar de su ecológico gesto, ganó la medalla dorada con holgura.

La velocista polaca Stanislawa Walasiewicz ganó los 100 metros de Los Angeles 1932 con récord mundial. En 1980, ya radicada en los Estados Unidos como Stella Walsh, la ex atleta murió de un balazo durante un robo a un supermercado de Ohio. Cuando se le realizó la autopsia, se descubrió que, en realidad, Stella era un hombre. A pesar del insólito hallazgo, Stanislawa Walasiewicz conserva su título olímpico como mujer.

El canadiense Larry Lemieux abandonó la regata individual de vela de la clase Finn de Seúl 1988 -que encabezaba junto con el español José Luis Doreste- para rescatar a dos participantes de Singapur, cuya embarcación había zozobrado a varios kilómetros de la costa. El desvío le costó a Lemieux alcanzar el podio, mas no se quedó sin premio: el COI le otorgó la “Medalla Pierre de Coubertin al Espíritu Deportivo”.

El joven remero soviético Vyacheslav Ivanov ganó la prueba de single scull en Melbourne 1956. Tras recibir su oro, Ivanov se lo descolgó del cuello para mostrárselo a sus compañeros, con tanta mala fortuna que la medalla resbaló de sus manos y se hundió en el lago Wendouree. El COI se apiadó de las amargas lágrimas del desconsolado muchacho y le entregó una nueva presea.

Adidas, sponsor de los Juegos de Roma 1960, ofreció calzados gratis a los competidores. El etíope Abebe Bikila se probó varios, pero al no encontrar un par en el que cupieran cómodos sus grandes pies, decidió correr la maratón descalzo. ¡Ganó con un nuevo récord mundial!

El defensor húngaro Deszö Novak posee un récord único en la historia del fútbol olímpico: 3 medallas en 3 ediciones consecutivas. Una de bronce en Roma 1960 y dos de oro, en Tokio 1964 y México 1968.

El notable fondista finlandés Paavo Nurmi -ganador de nueve oros entre Amberes 1920 y Amsterdam 1928- fue elegido para realizar el último relevo de la antorcha olímpica en la apertura de los Juegos de Helsinki 1952. Al llegar a la cita, vestido como atleta, un portero del estadio Olímpico, demasiado estricto o tal vez muy desinformado, le impidió el ingreso porque había olvidado su invitación. El veterano corredor finalmente fue socorrido por un dirigente y pudo acceder para recibir su merecido homenaje.

El ugandés John Akii-Bua, oro en los 400 metros con vallas de los Juegos de Munich 1972, celebró el título con una fiesta familiar multitudinaria, puesto que tenía… ¡unos 100 hermanos! Su padre, un jefe tribal del norte de Uganda, sumaba 8 esposas, medio centenar de hijos legítimos y otros tantos bastardos, frutos de sus muchas amantes.

Los 100 metros llanos femeninos de Moscú 1980 tuvieron un final insólito: la soviética Lyudmila Kondratyeva y la alemana oriental Marlies Oelsner-Göhr llegaron juntas, en 11,06 segundos. En la imagen del foto finish, los veedores notaron que las cabezas de ambas habían cruzado la meta en la misma línea, al igual que los hombros, las caderas y las piernas. Sin embargo, le dieron el triunfo a Kondratyeva por un “pequeño” detalle anatómico: sus pechos eran más voluminosos que los de su rival.

El fondista brasileño Vanderlei Lima perdió el oro en el maratón de Atenas 2004 tras ser interceptado por un hombre irlandés que había saltado las vallas para abrazarlo cuando encabezaba la carrera. El intruso, famoso por irrumpir en distintas competencias deportivas con vestimentas estrafalarias, fue arrestado y liberado tras pagar una multa de 3000 euros. Lima, en cambio, debió conformarse con la medalla de bronce.

Una lesión impedía a la atleta puertorriqueña Madeline de Jesús participar de la posta 4×400. Para no perjudicar a sus compañeras, Madeline le pidió a su hermana gemela Margaret, quien también corría pero había viajado a Los Ángeles 1984 como espectadora, que la reemplazara en la carrera. Con el atuendo y el número de Madeline, Margaret corrió y Puerto Rico se clasificó para la final. Pero el equipo fue retirado luego de que un periodista, que conocía bien a las chicas -eran dos gotas de agua, salvo un pequeño lunar en la mejilla-, denunciara la trampa.

Del libro Historias insólitas de los Juegos Olímpicos, de Luciano Wernicke, Editorial Planeta.

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