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Opinión

1 de Agosto de 2012

El hoyo negro de Frampton

Antes del hallazgo del bosón de Higgs, el conocido físico teórico inglés, Paul Howard Frampton de 68 años, revolucionaba al mundo científico cuando presentaba una solución al problema de la energía oscura, definida como la forma de materia que estaría presente en todo el espacio, produciendo una presión que tiende a acelerar la expansión del […]

Skeletor
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Antes del hallazgo del bosón de Higgs, el conocido físico teórico inglés, Paul Howard Frampton de 68 años, revolucionaba al mundo científico cuando presentaba una solución al problema de la energía oscura, definida como la forma de materia que estaría presente en todo el espacio, produciendo una presión que tiende a acelerar la expansión del universo. Sin embargo, como paradoja del destino, Frampton entró a su propio hoyo negro en la tierra, del que será muy difícil que pueda salir.

Frampton tiene un trastorno esquizoide, similar al del doctor John Forbes Nash (el de Una mente brillante). Su personalidad presenta serias dificultades para las relaciones sociales.

A principios de noviembre del año pasado el matemático ingresó como la había hecho antes, buscando su visión abstracta de una mujer perfecta, al sitio www.Mate1.com, y se contactó con quien decía ser una joven modelo checa llamada Denise Milani, conocida como “la nueva reina del erotismo” por sus maravillosos pechos naturales. Milani -o quien la suplantaba- obtuvo su correo y los dos comenzaron unas permanentes y eróticas conversaciones por el chat de Yahoo. Frampton le contó los enigmas de la física y ella de sus atributos físicos hasta que nuestro genio estuvo al borde de una implosión hormonal.

Pero había algo que no sabía Frampton: que al otro lado de la pantalla en realidad se encontraba una siniestra y desconocida organización criminal que lo veía a él como “el premio nobel del tráfico de drogas”, un correo de narcóticos ideal al que nadie cuestionaría en una aduana.

Pero vamos por parte. En el chat, la supuesta Milani le dijo al físico que estaba cansada de sus rutinas y que deseaba conocer a un hombre mayor e inteligente para tener un romance. ¿Dónde? En un destino exótico: Bolivia. Con todos los gastos pagados: hotel, comidas, pasajes.

Upa y chalupa.

Pero no iba a ser un viaje lineal. Frampton debía viajar de Carolina del Norte a Toronto. Allí el físico podría haberse salvado, porque surgió la primera señal sospechosa: no lo dejaron abordar el avión porque la compañía aérea se dio cuenta que el pasaje había sido abonado con una tarjeta de crédito falsa.

Pero Frampton no cachó.

Aceptó esperar en Canadá hasta que le llegara el pasaje correcto. También perdió el contacto con su Milani, que fue reemplazada por alguien que se identificó como “su agente”, que lo mandó a Santiago, Chile, donde para colmo perdió la conexión del vuelo a La Paz. Frampton se quedó allí dos días pensando en pechos voluptuosos y agujeros negros.

Cuando al fin llegó a Bolivia, Frampton siguió las instrucciones de su amada, aunque éstas parezcan hoy una locura: esperar diez días en un hotel. Al cabo de eso, alguien le entregó una maleta vacía con olor a perfume de mujer que le dijeron era de la Milani. Él, le dijeron, debía llevársela a ella personalmente a Bruselas.

Y Frampton partió rumbo a su chica, vía Buenos Aires.

En Buenos Aires, sin dinero y ya algo extrañado, Frampton habló por teléfono con un amigo en Estados Unidos. El amigo le dijo que, a la vista de los hechos, claramente algo raro sucedía, que se olvidara (¡cómo!) de Denise Milani y regresara a sus hoyos negros. Hasta le ofreció mandarle un pasaje de regreso.

Frampton estaba en eso el 23 de enero cuando escuchó su nombre por los parlantes del aeropuerto de Ezeiza, donde llevaba 36 horas dando vueltas, esperando que un milagro le entregara su pasaje electrónico con destino a Bruselas. “Mi pasaje”, pensó. Y tenía razón, aunque el destino que le esperaba era el Pabellón Cuatro de la cárcel de Devoto, junto a otros 80 presos comunes.

En la maleta que Frampton creía vacía, se encontró en un compartimento secreto un paquete con 2 kilos de cocaína envueltos con papel de regalo, que para la justicia argentina equivalen a una condena de entre 4 a 16 años de cárcel.

Desde su detención, tres premios Nobel con los que trabajó –Sheldon Glashow, George Smoot y Yoichiro Nambu– y decenas de académicos de todo el mundo han escrito cartas a la justicia argentina solicitando indulgencia.

A comienzos de junio la prensa entrevistó a Frampton. Él reflexionó: “hace 137 días que estoy aquí; el 137 es un número muy famoso para la física. ¿Quiere saber por qué? Uno sobre 137 es la carga eléctrica sobre un electrón. ¿No es interesante eso?. Usted puede encontrar una relación con la física en todo lo que le pasa aquí…”.

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