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Mundo

4 de Agosto de 2012

Esos deportes gringos que muchos no entienden pero que ven en la tele con la chela en la mano

Takeru Kobayashi levanta sus brazos, mira el cielo, cierra uno de sus puños y grita. No me pregunten qué grita, porque lo grita en japonés, pero puede ser un equivalente al “vamos” que los deportistas usan para autofelicitarse cuando obtienen un triunfo; y qué duda cabe: Takeru Kobayashi llegó al triunfo y aquí está, celebrando […]

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Takeru Kobayashi levanta sus brazos, mira el cielo, cierra uno de sus puños y grita. No me pregunten qué grita, porque lo grita en japonés, pero puede ser un equivalente al “vamos” que los deportistas usan para autofelicitarse cuando obtienen un triunfo; y qué duda cabe: Takeru Kobayashi llegó al triunfo y aquí está, celebrando desde la pantalla de ESPN+, que transmitió su hazaña. Takeru Kobayashi es el flamante campeón del mundo. Perdón: el Campeón del Mundo.

A pesar de su contextura, entre mediana y delgada, que algún prejuicioso juzgaría contraindicada para este rudo deporte, Takeshi obtuvo su título con holgura. Ya había sido Campeón en otras ocasiones, pero esta vez batió su propio récord en el Hot Dog Eating Contest: comió cincuentaitrés perros calientes en doce minutos ―en promedio, más de cuatro por minuto―, una marca que quedará en la historia de la estupidez humana.

La japonorteamericana Sonya Thomas fue la tercera en la tabla general, pero quedó primera entre las mujeres, con una respetable marca de treinta perros. El comentarista explica que esta es la mejor marca de Sonya en la categoría de los perros calientes; sin embargo, su verdadero fuerte son los huevos pasados por agua. Con sesentaicinco huevos ingeridos, es la indiscutible campeona mundial. Lamentablemente, el locutor olvida anunciar cuándo se celebrará el próximo Campeonato Mundial de Ingesta de Huevos Pasados por Agua. Será cuestión de estar atentos.

Lo imagino: algún purista estará diciendo que eso no es un deporte, que es un concurso de idiotas, que no debemos mezclar las cosas. Tiene y no tiene razón. El Hot Dog Eating Contest fue televisado por un canal deportivo que seguramente pagó para televisarlo: la televisión establece las pautas del deporte hoy en día, ¿o creían que las fijaba el Comité Olímpico Internacional? Así es el capitalismo, amigos. Si la cadena ESPN así lo determina, entonces el Hot Dog Eating Contest es un deporte, lo cual no quita que sea un concurso de idiotas que, sin embargo, no son menos idiotas que quienes no tenemos otra cosa mejor para hacer que verlos en televisión, que, a su vez, no somos menos idiotas que los competidores de la World Strongman Cup, que también transmite ESPN.

Aquí vemos a un musculoso ucraniano con un arnés en la espalda; en la punta del arnés hay un gancho unido a una cadena que, por su parte, está enganchada a un camión. Las venas del ucraniano se inflan, sus mandíbulas crujen, pero aquí está: ¡lo ha logrado! ¡Arrastra el camión! Sobre ese mismo camión cargará a toda prisa bolsas de arena de cincuenta kilos mientras un exigente jurado le toma el tiempo. Luego levantará troncos, volteará neumáticos de ochocientas libras (no, no los hará rodar: ¡eso lo puede hacer cualquiera!), correrá con una pesa de ochentaicinco kilos en el brazo, subirá escaleras con pesas en ambos brazos, levantará troncos, cargará esferas de cemento (“las piedras de Atlas”, las llama el locutor), barriles de cerveza y motores de camión, etc.

Al ucraniano lo seguirá un par de austriacos, un húngaro, un par de yanquis. El público presente en el estadio escuchará temas de Deep Purple, Metallica y AC/DC : hard rock y heavy metal serán la banda sonora apropiada para la faena de estos hombres duros que desconocen el fútbol.

Para quienes aborrecen el mundo de los esteroides y prefieren un deporte más delicado, está el curling, “el deporte de las mucamas”, porque la clave está en el correcto uso de la escoba. Se juega en una pista de hielo. Las competidoras, mujeres jóvenes y atractivas, se ubican en un extremo y, al lado opuesto, hay una especie de blanco. Compiten dos equipos de tres integrantes: la “lanzadora” avanza unos metros en cuclillas, arrastrando una especie de piedra redonda con manija, hasta que decide soltarla; entonces comienza el trabajo de sus coequipiers, dos barredoras que patinan con sus escobas, limpiando el camino por el que, un segundo después, pasará la piedra.

Por supuesto, el equipo ganador será aquel que termine la partida con sus piedras mejor posicionadas en el blanco. He visto al equipo sueco consagrarse campeón mundial. Contra lo que pudiera imaginarse, las norteamericanas no estaban apenadas por haber perdido la final: su equipo era joven y estaba compuesto por “curlinguistas” de mucho futuro que habían ido al mundial para acumular experiencia. El “curlinguismo” norteamericano, entonces, está en muy buenas manos, aunque el locutor de ESP N no ofreció detalles sobre el desarrollo del deporte en Latinoamérica.

Si tampoco les gusta el curling, les puedo ofrecer el trial indoor. ¿Qué es el trial indoor?: una especie de motocross sintético donde la velocidad no cuenta. En un gimnasio cerrado, los motociclistas saltan sobre tambores de gasolina, escalan conos y paralelepípedos de cartón; suben escaleras a paso de hombre y pegan la vuelta. Los tambores de gasolina, los conos y paralelepípedos de cartón y las escaleras están tapizados con los nombres de las empresas que patrocinan el campeonato de trial indoor.

El locutor contó que hace poco tiempo se realizó una competencia del Campeonato Mundial de Trial Indoor en Buenos Aires, la ciudad donde vivo. Me pregunto cómo pude perdérmela; me pregunto si no le prestaré demasiada atención al fútbol y muy poca a los sacrificados “trialindoristas”.

En algo se parecen los comedores de perros calientes, los forzudos, las “curlinguistas” y los “trialindoristas”: todos creen, contra la opinión generalizada, que su labor es muy importante. Todos viven en micromundos que valoran sus actividades, seguramente firman autógrafos y reciben mails de fans que sueñan con ser como ellos. Fuera de esa burbuja, los ignoran.

De tanto en tanto, en algún zapping desafortunado, alguien los encuentra y, automáticamente y con toda razón, los detesta y se burla de ellos. Si alguien les dedica más de cinco minutos de tevé, es probable que sea accionista de ESPN, que se sienta muy solo o que vayan a pagarle por escribir un artículo como este.

Un amigo bien informado me cuenta que todos los años se disputa, en una playa de Hawái, el mundial de blowjob. Año tras año, la dama que con su boca hace acabar a más señores es proclamada Campeona del Mundo; sin embargo, el evento no es transmitido por ESPN: no podemos afirmar, por lo tanto, que sea un deporte.

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