Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

7 de Agosto de 2012

Christian Viveros-Fauné: “Al arte chileno le vendría bien un Mayne-Nicholls … Dios nos salve de los Jadues”

Chileno radicado en Nueva York hace 20 años, donde ejerce la crítica de arte en importantes medios, Riveros-Fauné acaba de publicar un libro con 23 brillantes textos sobre arte contemporáneo, a propósito de lo cual Guillermo Machuca lo entrevistó. Acá, el refrescante resultado de este cumbre crítica.

Guillermo Machuca
Guillermo Machuca
Por

Viveros-Fauné (1965) es un crítico y curador de arte chileno radicado en Brooklyn, Nueva York, donde ha podido observar en terreno las más variadas tendencias y obras del arte contemporáneo de dicha ciudad, considerada –todavía– como una de las principales capitales culturales del mundo. Pero su conocimiento del arte también incluye lo acaecido en otras latitudes como Europa, Asia y Latinoamérica. Todo esto lo ha refrendado a su vez en el ámbito de la curatoría, pero sobre todo en la crítica escrita, aquella que se difunde en los medios masivos.

Sin pelos en la lengua, su pluma ha ofrecido una permanente lectura crítica –donde confluye el halago con el sarcasmo– de lo más granado y selecto del arte en su fase posmoderna. Sin desvíos teóricos, sin apelar a cierto “hermetismo coagulado” tan caro a la crítica académica, su escritura ofrece un refrescante ejemplo de cómo se puede abordar en términos tan rigurosos como joviales los respectivos meandros, a veces menos conspicuos, en que se mueve el arte actual.

Recientemente, la editorial Metales Pesados ha publicado el libro Greatest Hits, que compila sus artículos y columnas en los periódicos The Village Voice y The New York Press y en las revistas Art Review y The Paris Review Online entre 2001 y 2011. Con ocasión de esto, mantuve vía correo con Viveros la siguiente conversación.

GM: Supongo que cuando vienes a Chile te hacen siempre esta pregunta ombliguista, pero de todos modos te la hago: ¿qué opinas de la escena artística local?
CVF: Todas las escenas de arte son ombliguistas, de alguna forma u otra y con mayor o menor razón. Por ejemplo, lo que a Nueva York se le acepta normalmente, en este momento parece particularmente absurdo. En el 2012, el seudo auge del mercado de arte (digo seudo auge porque afecta positivamente al .001% del mercado en medio de una recesión generalizada) virtualmente impide que artistas en centros financieros como Nueva York y Londres utilicen su creatividad para enfrentar a la crisis mundial, que es bastante más que una crisis financiera.

GM: ¿A qué te refieres?
CVF: La crisis es una crisis cultural de efectos devastadores. Basta ver solamente como varias generaciones de artistas se encuentran sin respuesta alguna ante su propio empobrecimiento. Esto es en parte el resultado de más de treinta años de relativismo posmoderno. Ben Davis, para mí el mejor crítico norteamericano, lo ha dicho clarísimo: el postmodernismo es la lógica cultural del capitalismo tardío. No nos ha de sorprender que cuando el capitalismo tardío entra en crisis, su lógica cultural también lo haga. Por otro lado, la actual crisis de imaginación en los centros debería ser acompañada por una fuerte reacción en países como Brasil, Perú, Chile, que tienen mucho que contribuir. En Chile, hay muy buenos artistas que aún tienen que viajar para realizarse. No hay un modelo auto sustentable en Chile para la cultura visual y aún demasiado poco entendimiento del capital cultural real que esto implica.

GM: ¿Algún ejemplo?
CVF: El hecho, por ejemplo, de que hayan coleccionistas de arte contemporáneo en Perú que se mueven como peces en el agua en el entorno internacional (por ejemplo, en los “boards” de museos como el MOMA o el Tate) y que en Chile no haya nada semejante dice mucho. Pienso que, en términos generales en Chile aún cuesta entender el rol del coleccionismo, el mecenazgo, el valor de la cultura, tanto el simbólico como el que se entiende con ceros a la derecha –por falta de tradición, quizás, pero también porque no se comprende en este país de tigrecillos que el año pasado en Chicago, una ciudad de la mitad del porte de Santiago, la cultura recaudó $2.2 billones–.

“CHASQUIDOS DE LENGUA HUEVONES”

GM: Otra cuestión ombliguista: me gustaría saber cómo ves la escritura sobre arte en Chile, a qué teórico chileno lees.
CVF: Hay un tal Machuca a quien leo con mucho placer. También me interesa mucho la labor que está haciendo Alejandra Villasamil en Artishock.

GM:Gracias, no esperaba menos de un lector diligente como tú. Pasando a otra pregunta, muchos han dicho que en Chile no se ha formado una escritura crítica profesional como aquella que se da en los centros desarrollados del arte mundial (en revistas, diarios) y que incide directamente en el campo plástico y en la opinión pública, sino más bien ha prevalecido una clase de producción teórica de carácter académica, para muchos indigesta, hermética y coagulada. La otra es la producida por la crítica periodística en ínfimas columnas en los medios masivos. En tu opinión, ¿cómo ha incidido esto en la producción artística local?

CVF: Esta pregunta está francamente fuera de mi competencia, pero te puedo responder en términos generales: lo que tú describes ocurre en menor o mayor escala a nivel global. Te puedo decir, por ejemplo, que escucho quejas muy similares de artistas, críticos y curadores en México y España. La tradición de la crítica de arte en castellano ya es floja. Añádele a esto la indigestión literaria y conceptual que se ha significado la academización de autores como Jean Baudrillard, Michel Foucault o Hal Foster y acabas con un tremendo estreñimiento intelectual. Lo que escribe Benjamín Buchloch, por ejemplo, es un sinsentido el 85% del tiempo. Pero se le “lee” en todas partes produciendo los mismos chasquidos de lengua huevones que caracterizan a todos los séquitos. Ahora, insisto, estamos ante un momento único para poder empezar a sentar otros precedentes mejorados para entender el arte.

GM: ¿Cómo?
CVF: Se debe aprender de nuevo cómo escribir sobre el tema e inclusive cómo ampliar la audiencia de las artes visuales. Esto último es muy importante. El hecho de que ahora en EE.UU. el arte esté comido por el mercadeo y en Chile por una apatía pituca e ignorante es la mismísima prueba de que hay que ambicionar algo mayor, mejor y más democrático. Lo último que diría al respecto es que no existe ni ha existido nunca una escena de arte importante sin una buena escritura crítica. Piensa en Vasari y el Renacimiento o en Baudelaire y Manet. Las escenas de arte no nacen, se hacen. Chile tiene todos los requisitos básicos para barajar una excelente producción artística local con una escritura importante y una proyección internacional de ambas.

ARTE Y EMPRESARIADO

GM: De tu escritura destaca una soltura y claridad que mezcla informaciones provenientes de la maquinaria internacional que articula el arte contemporáneo y una socarrona distancia crítica a la hora de analizar los efectos estéticos presentes en algunas obras de artistas y agentes culturales pueriles, entregados obscenamente a la lógica de un arte comprendido como un gran negocio. Esto ha generado una merma en la comprensión del arte moderno y su posibilidad de pensar el mundo.
CVF: Yo procuro escribir el tipo de crítica que a mí me gusta leer y esa es la crítica hecha como literatura. Pienso en figuras como Susan Sontag, el fallecido crítico y dramaturgo Kenneth Tynan, la crítica de cine Pauline Kael, el monstruo literario que es Robert Hughes (a pesar de su conservadurismo tardío), la misma crítica cultural que se gastan novelistas como Salman Rushdie o Martin Amis. Para ellos la crítica se entiende como una forma de comprender el mundo a través de ciertas preocupaciones formales. Este tipo de crítica es exigente pero democrática por definición, es decir, está escrita con un público general en mente, que es justamente lo que yo intento hacer. Odio la idea que el arte sea una cuestión de elites o de clubes académicos con jergas especializadas. El arte es el espacio de libertad que ofrecen las sociedades avanzadas para pensar fuera de las exigencias de la instrumentalización (entiéndase esto ahora principalmente como la financialización, especialmente en EE.UU.). Es un crimen intentar reducir ese espacio solo a especialistas o conversos. Por eso personalmente veo que parte de mi responsabilidad como interlocutor de las artes visuales es informar pero también entretener, mezclar lo supuestamente puro con lo impuro, ser chucheta cuando la situación lo exige y, por ultimo, cuestionar supuestos culturales básicos cuando estos caen en la hipocresía o en la doblez. La crítica, como el fútbol o el basket, es un deporte de contacto. Hay que saber meter la pelotita en el arco pero también pegar y recibir golpes. Sin esto, el riesgo es cero.

GM: Cito de tu libro: “Si hay una desconexión histórica entre los especialistas y los laicos con respecto al propósito y significado del arte en el mundo, es posible que esta nunca haya sido mayor que en nuestros tiempos. Gran parte de este distanciamiento se debe simplemente a un mercado de arte sobrecalentado y a artistas y productores de espectáculos ramplones como Damien Hirst y Charles Saatchi, respectivamente el Salvador Dalí y el P.T. Barnum de los años noventa y de la década del 2000.” ¿No te parece una visión un tanto apocalíptica? Pienso en el último libro de Mario Vargas Llosa, “La civilización del espectáculo”, donde ataca duramente a Damien Hirst.
CVF: Mi crítica hacia el presente cultural no pasa necesariamente por la “banalización” que tanto escandaliza a Vargas Llosa. Mi problema es con una especie de meta-arte que Warhol en los años 80 inocentemente llamó “business art” y que más tarde fue explotado por figuras como Damián Hirst, Jeff Koons, Takashi Murakami, Charles Saatchi y otros. Creo que el impacto de este tipo de arte aún no se entiende en Chile: el triunfo de esta gente a finales de la última década inaugura el primer “ismo” artístico del siglo 21, el comercialismo. Este arte –y esto lo digo sin exageración alguna– básicamente tiene como meta final la manipulación del mercado del arte. Este es el arte contemporáneo que más atención y dinero acapara hoy en día, con lo que mis comentarios se convierten no en histrionismo sino en pura diagnosis.

GM: ¿Por qué una obra como la Jeff Koons, Damien Hirst o Gabriel Orozco debiera ser necesariamente sospechosa porque dependen esencialmente de lo que tú has identificado con un “presupuesto hinchado”?
CVF: Como dije anteriormente, mi problema con la obra de Koons, Hirst y compañía no es que sea cara o que implique grandes presupuestos. El dinero es tan necesario en el arte como lo es en la medicina o en la labor de las ONG, pero todo el mundo sabe lo que ocurre cuando el valor económico se transforma en un non plus ultra: el valor simbólico del arte desaparece. Los grandes presupuestos no son un problema en sí; por otro lado, la financialización del arte como meta artística me parece que sí lo es. Para mí, Orozco es otro tipo de artista y me gusta mucho lo que hace. Mi problema con una obra suya en particular fue que me pareció que esta se hizo en pos de un enorme presupuesto y no al revés.

GM: En el ámbito local, es recurrente escuchar acerca de la posibilidad de “internacionalizar” el arte chileno. Esto se ha convertido prácticamente en una prioridad para las políticas culturales a nivel de gobierno. Es algo que en lo personal me cuesta digerir. Vistas las cosas desde Nueva York, a lo mejor tú tienes una opinión menos demagógica y comprometida de este asunto…
CVF: No sé si comprendo del todo las matices de este debate, pero te puedo decir que prefiero infinitamente que se hable de “internacionalizar” el arte chileno a que se proponga “regionalizarlo” o, lo que es peor, que no haya una política cultural coherente o semicoherente al respecto. Lo que está claro es que el arte chileno debe seguir construyendo una mayor presencia tanto dentro como fuera del país.

GM: ¿De qué manera?
CVF: Para eso, como en la ciencia o la tecnología, hay que sustentar lo local para poder tener un diálogo productivo con los circuitos internacionales, que son cada vez más importantes. Después de pasar casi un año en Irlanda, me doy cuenta de lo que significa experimentar una historia cultural que condenó a los mayores artistas de ese país al autoexilio hasta hace poco. Lo que perdió en respeto y creatividad no vuelve nunca más, por todos los festivales joyceanios que se hagan. Para no caer en lo mismo, se deben seguir construyendo políticas culturales para ayudar a la creación y diseminación del arte chileno, pero también debería haber un mayor esfuerzo para traer arte visual de primera línea internacional al país. Los museos de Chile necesitan mayor apoyo político, económico y logístico y, por lo demás, no estaría mal que el gobierno hiciera de enlace entre estas instituciones y el empresariado, que tiene una enorme obligación cultural que en este momento mayoritariamente esquiva. La presencia de Chile en la Bienal de Venecia, por ejemplo, me parece loable, aun cuando puedo discrepar de algún artista seleccionado. La continuidad es lo importante ahí, que haya seriedad y un seguimiento independientemente de quien esté en el gobierno. Ahora, evidentemente al arte chileno le vendría bien un personaje como Harold Mayne-Nicholls o, mejor aun, un Marcelo Bielsa. La cosa, en todo caso, es evitar a los Jadues. Dios nos salve de los Jadues.

GREATEST HITS
Arte en Nueva York, 2001-2011
Christian Viveros-Fauné
Ediciones Metales Pesados
2012, 109 páginas

Notas relacionadas

Deja tu comentario