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Opinión

30 de Agosto de 2012

¡Jaque!

Foto: Patricio Fernández Cada cual podrá opinar lo que quiera acerca de la educación, defender el derecho de los padres a elegir una escuela para sus hijos por encima de la obligación del Estado de darle una formación escolar equivalente a todos sus ciudadanos, preferir que cada niño esté solo con sus iguales en vez […]

Patricio Fernández
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Foto: Patricio Fernández

Cada cual podrá opinar lo que quiera acerca de la educación, defender el derecho de los padres a elegir una escuela para sus hijos por encima de la obligación del Estado de darle una formación escolar equivalente a todos sus ciudadanos, preferir que cada niño esté solo con sus iguales en vez de hacer del liceo un sitio de encuentro, entregar al mercado vía vauchers la oferta de estudios en lugar de centralizar su administración en un ministerio, etc., etc., pero lo que no se puede discutir es que la persistencia del movimiento estudiantil ha sido impresionante. La convicción que lo mueve tiene que ser necesariamente enorme, porque de lo contrario nada explica que cientos de miles de jóvenes a lo largo de Chile continúen marchando. Nada importan las especulaciones en torno al número de asistentes: fueron muchísimos, tantos como en las más grandes del 2011.

Y pacífica, en calma, casi dominical de no ser por los aguafiestas que al terminar se dieron un banquete de locura. Los carabineros, hasta donde yo participé, se mantuvieron al margen, aunque me cuentan que, más tarde, también mostraron furia. Disuelta la marcha, salieron de sus escondites agrediendo a la prensa que se les acercaba. “¡Ándate de aquí, concha de tu madre!”, le gritaron a nuestro fotógrafo mientras reclamaba por una ráfaga de balines que le disparó un cabo. Ahora le sumaron a los carros blindados con nombres de animales y a las lacrimógenas, un nuevo artilugio de combate: los balines con pintura o paintball.

Pero no nos desviemos. Este movimiento estudiantil, hoy por hoy, es el más famoso del mundo. No lo digo yo, sino los periódicos extranjeros. Organizaciones sociales por el estilo han aparecido durante los últimos años en distintas regiones del planeta, pero ninguna con la masividad y persistencia de la nuestra. No son únicamente razones y argumentos lo que mueve a estos jóvenes. Es difícil que un silogismo tenga tanta fuerza. Baste recordar que al comienzo de esta historia se hallan los secundarios.

Niños, habría que decir. Ellos le dieron el vamos el año 2006, con el famoso “pingüinazo”, y ahora que comenzaba a decaer, la revitalizaron. Sergio Melnick dijo en una entrevista al diario La Tercera que se trataba de “niños que no sabían nada”, y quizás sea cierto que no sepan nada de economía, pedagogía, filosofía o literatura -sin ir más lejos, reclaman precisamente su derecho a saber más-, pero algo han de comprender más allá de los cálculos, para insistir con tal firmeza.

Las pataletas pasan rápido; ergo, esto no es una pataleta. De hecho, las marchas tienen más de fiesta que de llanto. Nada es más tonto que negarle un sentido a todo aquello que no se entiende. El gobierno ha intentado convencernos que se trata de cuatro pelagatos. El 0,1% de los estudiantes, según el presidente. En La Moneda deben estar desesperados. En este partido de ajedrez, cada vez que mueven el rey, miles de niños ignorantes le gritan “¡jaque!”.

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