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Mundo

30 de Agosto de 2012

Marinaleda, el pueblo español que resiste la crisis en comunidad

Con información de Público.es A comienzos de agosto, la noticia del saqueo de un supermercado en Andalucía sorprendió a los españoles. Para nadie era una novedad que la crisis económica que sacude a España era una de las más graves que ha enfrentado ese país desde el crack de 1929, pero para los españoles la […]

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Con información de Público.es

A comienzos de agosto, la noticia del saqueo de un supermercado en Andalucía sorprendió a los españoles. Para nadie era una novedad que la crisis económica que sacude a España era una de las más graves que ha enfrentado ese país desde el crack de 1929, pero para los españoles la escena en que un grupo de sindicalistas llenaba carritos de supermercado para salir impunemente por la puerta frente a un guardia que nada podía hacer correspondía a países subdesarrollados de donde provenían cientos de miles de inmigrantes buscando un mejor pasar.

Eso hasta que el siete de agosto, unos 200 militantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) entraron a un supermercado en el pueblo de Écija para llevarse alimentos destinados a un comedor social de Sevilla. En esa oportunidad, dirigentes del sindicato calificaron el saqueo como “una expropiación forzosa” de comida.

Ese mismo día, algo similar pasó en el pueblo de Arcos de la Fronteram con un supermercado de la empresa Carrefour a donde llegaron desempleados agrícolas y representantes del SAT. Sin embargo, la intervención de la policía española evitó que sacaran los 20 carritos llenos de comida que tenían en su poder.

En un comienzo, la acción fue tomada como un hecho aislado. Una anécdota más de la crisis que ha disparado los niveles de desempleo en el país hasta niveles por sobre el 33 % en zonas como Andalucía. Sin embargo, con el paso de los días, acciones de este tipo se han visto en más localidades de España bajo el liderazgo del diputado de Izquierda Unida (IU) Juan Manuel Gordillo, quien a la vez es alcalde del municipio de Marinaleda.

Junto a su compañero de lucha sindical, Diego Cañamero, Sánchez Gordillo ha sido un histórico dirigente del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), columna vertebral del actual SAT. Además, desde 1979 es alcalde de Marinaleda, una pequeña localidad sevillana donde durante los últimos 40 años la izquierda ha tenido una hegemonía absoluta. El apoyo y compromiso de los vecinos del pueblo ha permitido poner en marcha un verdadero experimento político y económico, una suerte de isla socialista en mitad del campo andaluz.

Enemiga eterna de los terratenientes y la derecha, Marinaleda ha caminado por la historia de España desde la transición de la dictadura franquista, pasando por la entrada en Europa y el fin del referente del comunismo con la caída de la Unión Soviética, hasta el siglo XXI. Finalmente, llegó la crisis económica y esta población andaluza ha tenido la oportunidad de probar si su particular utopía en 25 kilómetros cuadrados es realmente una alternativa frente a los mercados. Su tasa de desempleo actual es del 0%.

Trabajo
Una buena parte de los habitantes están empleados en la Cooperativa Humar – Marinaleda S.C.A, creada por los propios jornaleros tras años de lucha. Durante mucho, los campesinos estuvieron ocupando las tierras de Humoso, donde hoy está la cooperativa, y cada vez que lo hacían eran desalojados por la policía. Finalmente, en 1992 consiguieron su objetivo: “la tierra para el que la trabaja” y la finca pasó a su propiedad. En su web aclaran que su “objetivo no es el beneficio privado, sino la creación de empleo mediante la venta de productos hortícolas saludables y de calidad”.

En sus campos se producen habas, alcachofas, pimientos morrones y aceite de oliva, controlados por los mismos trabajadores en todas las fases de producción. Las tierras, situadas en la Vega del Genil, son propiedad de “toda la comunidad” y además cuentan con una fábrica de conservas, una almazara, invernaderos, instalaciones de ganadería y una tienda. El salario de todos los trabajadores, sin importar cuál sea su puesto, es de 47 euros por jornada, seis días por semana, a razón de 1.128 euros (680.000 pesos chilenos) al mes por 35 horas semanales.

En las temporadas altas, en la cooperativa llegan a trabajar alrededor de 400 personas y como mínimo hay unas cien. Pero cada puesto de trabajo no es propiedad de un vecino en concreto, sino que se van rotando para que todos puedan cobrar algo, siguiendo la máxima de “trabajar menos para trabajar todos”. Además, también hay gente que trabaja en pequeñas parcelas de su propiedad. El resto de la economía la ocupan sectores básicos del medio rural, como tiendas, servicios básicos y deportes. Prácticamente todos en el pueblo cobran lo mismo que un jornalero, alrededor de 1.200 euros al mes (720.000 pesos chilenos).

En una entrevista concedida al diario español Público, el propio Gordillo explicaba cómo está afectando la crisis a Marinaleda. “Se nota un poco en los precios de los productos agrícolas y en la financiación. Tenemos problemas de liquidez pero estamos vendiendo bien los productos”. De esta forma, “en términos generales, en la agricultura y en la alimentación se ha notado menos en la crisis. Lo que ocurre es que la gente que se había ido del campo para trabajar en la construcción está volviendo en demanda del empleo. Así que no sólo hay que mantener el empleo que existe sino que hay que incrementarlo. La agricultura ecológica da más empleo que la tradicional, eso es cierto. Claro que para salvarla de la situación de la crisis y del encarecimiento de los productos agrarios, estamos intentado un comercio horizontal, con un diálogo de cooperativa a cooperativa y estableciendo relaciones con otros países donde haya experiencias de este tipo”.

Vivienda
Frente al ‘boom inmobiliario’ y la especulación que se apoderó del ladrillo español durante las últimas décadas, Marinaleda decidió tirar precisamente por la dirección contraria. Allí es posible tener una casa en buenas condiciones, de 90 metros cuadrados y con terraza, por 15 euros al mes. La única condición es que, siguiendo la filosofía asamblearia y horizontal por la que guía todas sus actividades, cada persona debe ayudar a la construcción de su vivienda. Con un suelo que ha conseguido alternando compra y expropiación, el Ayuntamiento (municipalidad) ofrece un terreno y proporciona los materiales necesarios para la construcción de la vivienda, que realizan los propios inquilinos o bien éstos pagan a alguien que los reemplace. De esta forma, paga a albañiles profesionales para que asesoren a los vecinos y lleven a cabo las labores más complicadas. Además, como medida para fomentar la colaboración, los futuros vecinos no saben cuál de las viviendas que se edifican va a ser la suya en el futuro.

“Cuando trabajas construyendo la casa te pagan 800 (480 lucas) euros al mes y la mitad del sueldo se reserva para ir pagando la casa”, relataba a Público Juan José Sancho, un vecino de Marinaleda que, pese a sus 21 años, forma parte del ‘grupo de acción’ del Ayuntamiento que se encarga, a través de la asamblea, de gestionar los asuntos públicos de la localidad. Según él, “esta medida se ha tomado para que no se pueda especular con la vivienda”.

Educación
Donde antes una gran parte de los jornaleros apenas sabían escribir, hoy hay una guardería, una escuela y un colegio de enseñanza media. Tanto la guardería como el colegio cuentan con un servicio de comedor que cuesta sólo 15 euros al mes. Sin embargo, según relata Sancho, “la tasa de fracaso escolar es un poco alta, porque la gente ve que tiene casa y trabajo asegurados y muchos no ven la necesidad de esforzarse en los estudios. Es uno de los puntos que tenemos que mejorar”.

El compromiso y la conciencia política entre los habitantes de Marinaleda es superior a la cualquier otro pueblo de la zona, y “es algo que también está muy presente entre los jóvenes”, según Sancho. “Aquí todos los jóvenes tienen ideas políticas. Sin embargo, nuestro compromiso queda muy lejos que el que tuvieron nuestros padres en su época, que lo dieron todo por tener esto”. A día de hoy “tenemos todas las necesidades cubiertas y la gente se acomoda un poco”.

Participación política
Los pilares fundamentales sobre los que se sustenta el modelo económico de Marinaleda son la igualdad y la participación del pueblo. Y estos principios se expanden a todos los ámbitos de la vida, también la política. Allí no existe la Policía y las decisiones políticas se toman en una asamblea en la que todos los vecinos están llamados a participar.

Por otra parte, “está el ‘grupo de acción’, que trata los temas urgentes más del día adía. No es un grupo de elegidos, son las personas que quieren unirse voluntariamente para repartirse tareas que son necesarias hacer por el pueblo”, explica Sancho. “Es un espacio muy heterogéneo, en el que estoy desde yo, que tengo 21 años, hasta el Sánchez Gordillo. Somos más o menos el mismo número de hombres y mujeres”. Sin embargo, una cosa tienen en común todos los que participan en él. Todos pertenecen “al movimiento” y, en su sitio como Marinaleda, “el partido (IU), el sindicato (SAT) y el Ayuntamiento son parte de un mismo todo. La asamblea decide y el partido y el sindicato hacen suya esa decisión y la aplican en el Ayuntamiento”.

En cuanto a los impuestos, “son muy bajos, los más bajos de toda la comarca”, según Sancho. Los presupuestos se eligen en plenos públicos y la gente en asamblea va aprobando cada partida que se realiza. Luego, se va haciendo barrio por barrio, pues cada uno cuenta con su propia asamblea de vecinos, y es ésta la que se decide en qué se invierte cada euro proveniente de la partido que ha destinado la municipalidad.

Siguiendo la doctrina de la coordinadora internacional Vía Campesina, en la cual está integrada el SAT, allí se trabaja la tierra “respetando el medio ambiente, practicando una agricultura 100% ecológica”, como anuncia la cooperativa en su web.

“En la cooperativa siempre se ha tratado de fomentar la agricultura manual, para crear más puestos de trabajo y ser más respetuosos con el ecosistema”, explica Sancho. Además, relata, “se han eliminado los vertederos y todos los desperdicios se llevan a plantas de reciclaje”. El Ayuntamiente pretende ahora instalar su propio Punto Verde en el pueblo.

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