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Opinión

11 de Septiembre de 2012

Sistema tributario chileno: complejo, injusto e ineficiente

* El martes 4 de Septiembre se despachó en la cámara mixta la ley propuesta por el Ejecutivo que traerá un alza del impuesto de primera categoría a las empresas, la disminución del impuesto a las personas concentrado en los tramos con ingresos entre $535 mil y $2.779.000; la reducción del tributo de timbres y […]

Sebastián Valdebenito
Sebastián Valdebenito
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El martes 4 de Septiembre se despachó en la cámara mixta la ley propuesta por el Ejecutivo que traerá un alza del impuesto de primera categoría a las empresas, la disminución del impuesto a las personas concentrado en los tramos con ingresos entre $535 mil y $2.779.000; la reducción del tributo de timbres y estampillas y la reliquidación de los impuestos de segunda categoría; crédito al impuesto global complementario por gastos presuntos en educación de hasta $100.000 por hijo para familias con tope de ingreso de $1.490.000 mensuales, sin distinción de establecimiento; el aumento del impuesto al tabaco y la entrega en una cuota de un bono a propietarios de taxis y colectivos para mitigar el impacto de las alzas en los precios de los combustibles (Departamento de Prensa del Senado de Chile, 2012).

Este proyecto, vendido como una ayuda a la clase media y en respuesta a las demandas sociales (Piñera, Larraín, & Beyer, 2012), no es más que un ajuste tributario insuficiente que no resuelve los principales problemas que agobian al conjunto de la sociedad, postergando una vez más la imperativa discusión social sobre cuál es la forma de recaudar y de gastar los fondos que mejor se ajusta al rol y tamaño que desean los ciudadanos para su estado.

La llamada reforma tributaria NO entrega los recursos suficientes para financiar una educación gratuita y de calidad, mantiene la exenciones y tratos especiales que permiten a los dueños del capital la creación de empresas de papel mediante las cuales disfrazan retiros de utilidades como gasto personal (artículo 14 Bis, 14 Quarter) y beneficia a la proporción más adinerada del país, con mayor énfasis en los percentiles más ricos, dado que 88.5% de los chilenos gana menos $535 mil pesos y están exentos de imposiciones a la renta, 11.2% gana entre $535 mil y $2.7 millones, y 0.3% gana más de $2.7 millones, siendo estos últimos quienes más ahorraran producto de la reducción de impuestos (Servicio de Impuestos Internos, 2012).

La omisión de estos factores no tan solo hace caso omiso de la voluntad colectiva, si no que lleva a la violación del principio básico de equidad horizontal, mediante el cual personas de igual ingresos debiesen tributar montos iguales, evento que hoy no sucede puesto que los trabajadores dependientes pagan sistemáticamente más impuestos que personas con ingresos idénticos que proceden de otras fuentes (Agostini, 2011).

Si el pueblo decidiese deliberadamente los objetivos y roles que desea del Estado, el tipo de sistema tributario debiese ser tal que se ajuste a la voluntad colectiva, pudiendo dejar de lado al caudillo de turno y sus pasadas de gato por liebre que hacen creer a la ciudadanía que sus políticas públicas producen mejoras sobre amplios sectores de la ciudadanía, cuando en la realidad lo hacen sobre un sector acotado y acomodado del cual forman parte ellos y sus cercanos.

En una sociedad tan desigual como la chilena, la economía de mercado, sus ciudadanos, y los mandatados a gobernar debiesen abrirle un espacio a servicios públicos y mecanismos de redistribución suficientemente desarrollados para que los perdedores del mercado tengan un recurso para desarrollarse de forma íntegra. Esto solo será posible si somos capaces de potenciar la creación de una esfera de vida pública suficientemente viva y animada para que los hombres políticos accionen en post de un bien común reconocido y valorado por la sociedad, y no sigan, como la actualidad, condenables dogmas mediante los cuales se logra un falso progreso económico y social que no es ni justo ni igualitario.

Estudios Nueva Economía
@esnuevaeconomia

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