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Planeta

16 de Septiembre de 2012

Las 100 especies que desaparecerían en menos de 20 años

Fuente El Tiempo Todos estos animales tienen dos cosas en común: son poco atractivos y más bien desconocidos, hasta insignificantes, con nombres que enredan la lengua al pronunciarlos, como el correlimos cuchareta, ave que se reproduce en Rusia; o el araripe manakin, de Brasil. Y, además, hacen parte del listado de la infamia, por culpa […]

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Fuente El Tiempo
Todos estos animales tienen dos cosas en común: son poco atractivos y más bien desconocidos, hasta insignificantes, con nombres que enredan la lengua al pronunciarlos, como el correlimos cuchareta, ave que se reproduce en Rusia; o el araripe manakin, de Brasil. Y, además, hacen parte del listado de la infamia, por culpa del hombre: son las especies en máximo riesgo de extinción en el mundo, las que desaparecerían antes de 10 o 20 años, entre otras causas, por la tala de los bosques o la agricultura extensiva.

Ninguna es comercial o mediática, y por eso la Unión Internacional para la Naturaleza (UICN), autora del informe, teme que desaparezcan porque no generan beneficios comerciales para los humanos. Y, mucho menos, interés recreativo. Aquí no aparece el tigre o el oso polar. Mucho menos el gorila o el lince, que están en situación crítica, pero no al punto de tener menos de 1.000 individuos en vida silvestre, otra característica que reúne a este centenar de bichos de 48 países.

Como el perezoso pigmeo, una especie que sólo se ve en una isla de Panamá. O las dos especies colombianas en la lista: el ratón arbóreo de Santa Marta, un roedor que fue fotografiado el año pasado después de 113 años de estar perdido en la Sierra Nevada de Santa Marta y del que aún no se sabe cuántos ejemplares sobreviven, y el Magnolia wolffi, un árbol de magnolio del que sólo se mantienen en pie cinco ejemplares en Risaralda.
También figuran el rinoceronte de Java, que se extinguió en Vietnam y del que quedan algunos ejemplares en Indonesia; el lemur grande del bambú, habitante de la isla de Madagascar; el saola, un mamífero conocido popularmente como el unicornio asiático, y otras plantas, como una carnívora gigante de Filipinas (Nepenthes attenboroughii).

Hoy, las especies y los hábitats silvestres se valoran según los servicios que ofrecen a las personas. Por eso, frente a esta cantidad de seres al borde de la muerte, aparece el dilema: ¿no tienen valor o son, por el contrario, de un valor incalculable?

La humanidad deberá responderse si comenzará a luchar por la supervivencia de estas especies o permitirá que sean condenadas a su exterminio definitivo. Una solución que plantea la misma UICN, siempre y cuando se escoja la primera opción, es subir el porcentaje de áreas protegidas para reducir la pérdida de hábitats. Es una opción económicamente viable, porque, como lo explicó Ellen Butcher, de la Sociedad Zoológica de Londres, “si desaparecen (esas especies), después ya no habrá dinero para hacerlas volver”.

Según la UICN, el mundo vive un déficit de áreas protegidas, marinas y terrestres, que frenen la pérdida de biodiversidad. Hoy, las zonas de reserva terrestres ocupan el 12% del globo, y sólo el 1,6% de las áreas marinas y costeras. El Convenio de Diversidad Biológica sugiere que sean del 17% y 10%, en su orden.

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