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Opinión

23 de Septiembre de 2012

“No soy lo mismo que Evelyn Matthei porque tenemos diferencias de clase”

La primera mujer al mando de la Central Unitaria de Trabajadores está con la agenda más apretada que nunca desde exactamente un mes. El viernes 24 de agosto pasado fue el día la candidata del Partido Comunista colocó a Bárbara Figueroa al mando de la multisindical después de doce años de gestión bajo el mando […]

Ricardo Ahumada
Ricardo Ahumada
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La primera mujer al mando de la Central Unitaria de Trabajadores está con la agenda más apretada que nunca desde exactamente un mes. El viernes 24 de agosto pasado fue el día la candidata del Partido Comunista colocó a Bárbara Figueroa al mando de la multisindical después de doce años de gestión bajo el mando del Arturo Martínez.

Madre de Joaquín, de cinco años, profesora de filosofía, esta dirigente nacional del Colegio de Profesores, oriunda de San Fernando, quiere imprimirle un sello más activo a la CUT y apunta a una conducción mucho más participativa en el debate laboral del país. Además, dice que le gustaría ver a los dirigentes estudiantiles en el Congreso, incluida su compañera militante Camila Vallejo, y señala que su partido es el que goza de mejor salud de todo el espectro político actual.

El objetivo de la campaña era sacar a Arturo Martínez de la presidencia y lo lograron. ¿Qué viene ahora para la CUT?
– Sacar a Martínez era algo propuesto en campaña, pero no es el fin. Lo que representaba una conducción de Martínez era la de un CUT mucho más proclive al diálogo, no como si eso fuera malo porque es parte de nuestro trabajo como dirigentes, pero sí con una CUT muy encapsulada, muy disminuida, que no adquiría la relevancia, el rol protagónico que necesitaba para un diálogo efectivo para los trabajadores. Nosotros fuimos muy claros en decir que eso no era lo fundamental, eso no significaba que tenían que producirse cambios. Pero sin duda no era bueno que siguiera un liderazgo que ya estaba agotado.

Era parte de varias otras candidaturas, no sólo la de ustedes. ¿Qué se viene ahora para la CUT?
– Lo que proponemos nosotros no es sólo rostro nuevos, más vitales, si no que también un proyecto concordante con la imagen más fresca y activa. Sin duda que la elección capturó eso. No se si fue astucia nuestra o la sintonía que ese discurso tuvo con algo que era muy real: la necesidad de devolverle a los trabajadores un rol incidente y que se iba a mantener con el anterior mando. Eso, pese a que Arturo hoy es parte de la directiva y muchos otros dirigentes que han sido parte de procesos. No permitían, no daban a la CUT ese marco de credibilidad y confianza que se necesitaba para darle un nuevo empuje.

Eso lo dices porque Martínez no se va de la CUT.
– No, él seguirá como Secretario General. Seguirá en la directiva, pero la conducción será distinta.

¿Entonces cómo va a cambiar la conducción con él como Secretario General? Va a seguir causando ruido estando ahí.
– Es que siempre va a haber ruidos, pero también hay que ser justos y los trabajadores también votaron por Arturo. Hacer como si eso no fue nada sería como seguir con la lógica de que los que queremos cambios tenemos que exterminar a todos los otros. Hoy Arturo no es presidente, la mayoría la tenemos nosotros. Hay otro sector que no tiene la mayoría absoluta, que ha sido evidente para todos, pero están. No al mando, pero están.

¿Pero cómo se le da un nuevo aire con él de nuevo en un puesto relevante?
– El movimiento sindical no es intolerante, que busca que sus dirigentes salgan los más maltrechos posibles. Esas son prácticas distintas. Si ves la realidad, los dirigentes siguen siendo dirigentes después de salir de sus cargos. No se trata de sacarlos por completo. Es bien complejo cuando se afirma que los cambios se logran sacando gente, esa lógica nos hizo mucho daño hace algunos años. Mira, yo puedo tener diferencias, puedo tener matices, pero aquí hubo una elección y un voto soberano. Y Arturo sacó una buena votación, pero la mayoría la tiene el Partido Comunista e independientes. O sea, acá hay que desechar prácticas de cómo hacer y entender el sindicalismo, pero no desechar a las personas. De lo contrario nos entrampamos en debates pequeños, los mismos que tenían a la CUT en el oscurantismo absoluto estos años. En esos debates personalistas se pierde todo lo demás.

Tú dijiste que querías recuperar el carácter épico de la CUT, que deje de ser pasiva. ¿Cómo se recupera en el contexto actual de los trabajadores?
– Hay problemas en la ley porque los empresarios tienen amplias facultades para hacer lo que quieren. La negociación colectiva es un chiste, hay baja participación sindical y una serie de otras garantías que no nos favorecen. Entonces, el primer enemigo al que atacar es el de la leyes laborales o sindicales. Esa es la tarea de primer orden, con un nuevo código de trabajo, negociación colectiva real, sindicalización automática, el derecho a huelga con todo lo que ello implica como garantía. Eso y varias cosas más que formen una ofensiva en los temas sindicales que hoy no están en la primera línea de debate.

Eso implica volver a movilizar a los trabajadores que no creen en la CUT.
– Por supuesto, debemos hacer una central que tenga acción y capacidad de movilización para poder ejercer presiones. De lo contrario tampoco vamos a poder avanzar. Por eso hay que hacer dos cosas: ganar confianza y credibilidad pública. Eso se logró en parte con las elecciones. Ahora somos bien recibidos, nadie tiene que defendernos y la recepción es mejor. Y eso demanda más participación en las organizaciones porque todo cambio logrado para los trabajadores nos beneficia a todos. Que todos se sientan parte de la Central, estén o no estén afiliados porque las demandas de los trabajadores son todas iguales.

¿Para quiénes tiene que apuntar la CUT?
– Según datos de la Fundación SOL el 75% de los trabajadores jóvenes ganan 230 mil pesos mensuales y, perdóname, pero nadie vive con eso. Se habla de ellos como la clase media emergente, como si no fueran trabajadores. A ellos hay que reunificarlos. También a las mujeres, que aún somos un sector precarizado. El país actualmente crece en empleo, pero nadie ve el detalle que es que no importa como sean. El gobierno dice que crearon 600 mil empleos, pero casi todos son tercerizados, sin seguro de cesantía, sin contrato. No se les paga salud ni previsión. Tenemos que responder a toda esa gama amplia de trabajadores.

La buena salud del PC

Tú eres una de las nuevas caras del PC. ¿Cómo está la salud actualmente en el partido, viendo que varias demandas que ustedes vienen repitiendo hace años ahora se escuchan como parte del discurso ciudadano?
– Si uno ve el panorama nacional, el partido nuestro es el más sano de todos. O sea, claramente nosotros somos el partido que goza de mejor salud dentro del mundo político. No es peyorativo para los demás, ojo, pero no caímos en ese mismo saco. Tampoco nos estamos palmoteando la espalda diciendo ‘oye, qué bien que lo hacemos’. Esto es bueno para Chile porque cuando avanzan las demandas del partido, es el país es el que avanza. ¿Quién era el que pedía cambios a la Constitución hace 15, 20 años? ¿Justicia y democracia real, un nuevo sistema educacional, salud? No es que los otros partidos que no son de derecha no lo dijeran, lo que pasa es que eso no logra imponerse dentro de su estructura. Ellos comparten la visión, pero están llenos de tensiones que no les permite comprometerse con estas políticas más democráticas.

¿Ustedes no?
– No, nosotros, en cambio, tenemos esa posibilidad de hacer algo más ágil y una acción más consistente de estos ideales. Hemos armado una línea de acción política que ha sido muy certera y que se da también por la influencia de otros grandes e históricos del partido como Covalán, Volodia y la misma Gladys, y es algo que ahora se consolida con la conducción de Guillermo Teillier. Sin embargo, yo no diría que la gente ahora adhiere a nuestro legado. Eso es meterse en una vanguardia que a mi no me gusta. Está bien ver que vamos bien enchufados, pero no ponernos adelante. Me gusta sentir que estamos en sintonía y que se empieza a cerrar esa transición eterna y pactada. Perder el miedo al conflicto, a salir a la calle sin temer que salgan los milicos. Este es hoy un país distinto que dice que se cerró el ciclo y ahora necesitamos algo que nos permita avanzar y no seguir en el ‘avancemos en la medida de lo posible’ porque con eso sólo han avanzado unos.

De todas formas, se escucha -y harto- el grito “el pueblo unido, avanza sin partido”.
– A ver, es que si uno lo quisiera medir, al ser invisibilizados en las encuestas no tenemos una visión clara de si cuánta cercanía hay o no con el partido. Con las municipales, más la incidencia en el movimiento estudiantil y en organizaciones sociales y sindicales, vamos a saber si el discurso hace identidad con el partido o se aleja. Ahora, sobre ese grito creo que hay una visión mal concebida, una mirada poco rigurosa respecto de como entender los procesos, pero me parecen más esfuerzos innecesarios de algunos sectores de cuadrarnos fuera de un marco en el que, de alguna manera, estamos todos reunidos. Esto de que el partido sea igual que todos es parte de esto y yo no lo dramatizo, aunque sí creo que es complejo porque eso da cuenta de un germen peligroso en términos sociales.

¿Un germen radical, más violento?
– Cuando no eres capaz de reconocer diferencias y matices en un entorno democrático, entonces no sé cómo puedes proponerle al pueblo que avance en unidad. Si todo tiene que ser tras tu bandera y todo aquel que no esté tras ella en realidad no es nada, eso me parece complejo. Y es parte de una transición como la que nosotros vivimos. Eso sí, yo no veo esa actitud en los cabros. No los subestimo, pero creo que es algo de otras generaciones que en su estrecha visión de la política no logran distinguir. Y con tal de separarse del partido, pueden caer en el charco de cualquiera. Yo al menos no creo en esa fórmula. Eso da pie también para cosas como el intento de toma de la sede del partido, cuando nosotros votamos en contra de la reforma tributaria.

¿Te pareció adecuada la declaración de Camila Vallejo de los ‘fascistas de izquierda’?
– Yo creo que es natural cuando se van a tomar la sede del partido por algo de lo que nosotros no éramos parte. Encuentro normal que los cabros respondieran como lo hicieron porque son jóvenes. Me parece más vergonzoso lo que dice Hernán Larraín, olvidándose que ellos bombardearon La Moneda y estuvieron dispuesto a derrocar un gobierno por no estar de acuerdo. Yo no diría eso si tuviera ese curriculum. Porque cuando fueron -la JJCC- a la UDI, entraron, desplegaron un lienzo y gritaron en ese antejardín, sin hacer escándalo. Lo que nos ocurrió a nosotros fue muy distinto, porque llegaron con palos, de una forma sumamente violenta y por un motivo que no conocemos. Por eso, creo que lo dijo la Camila es lo que fue nomás porque nadie nos va a venir amedrentar. Ella es una militante de la Jota e hizo esa declaración como tal. Mucha explicación no creo que haya que dar porque fue del momento. Los comunistas somos como gran familia y nos cuidamos entre todos. Creemos en la política limpia.

¿No es tan grave lo que dijo entonces?
– Es que no es tan errado tampoco. Sabemos que no se puede entender el fascismo desde otra óptica, pero también es propio de sociedades que viven transiciones como la nuestra en la que aparecen grupos así. Hay que tener cuidado, porque es un fenómeno que preocupa. Ojalá no signifique el día de mañana nuestros dirigentes tengan que andar con cuidado en la calle, como ya pasó en dictadura.

¿A qué atribuyes la figuración de mujeres en el PC? Camila Vallejo, Karol Cariola y ahora tú en los últimos dos años. ¿Es una estrategia o es mera coincidencia, de la mano de la renovación?
– Quizás es muy burro decirlo, pero es un buen gancho. Representa a la mujer hoy día y en términos de forma y estética a lo que uno quiere aspirar. De alguna manera lo inauguró la ex presidenta, que en un principio la trataron súper mal pero que nunca dejó de tener esas características que inspiran confianza en la gente. La empatía, el ser cálido, acogedor. Esos atributos “blandos” le dan más credibilidad a las instituciones. El gobierno actual no genera eso. Ahora, no es algo general para las mujeres. No es mero cuoteo. Yo no soy lo mismo que Marcela Sabat, no soy lo mismo que Evelyn Matthei porque tenemos diferencias de clase. y no porque seamos mujeres me voy a entender mejor con ella.

¿No crees en la ley de cuotas, por ejemplo?
– Puede ser valiosa como tránsito, pero no como una ley per sé. No es un valor ser mujer, uno lo es nomás. Nosotros tenemos una identidad marcada por el liderazgo de Gladys, por ejemplo, que no es la imagen de una mujer ahombrada. Podía ser muy dura, muy firme en el debate, pero nunca perdía su femeneidad, su candor. Era muy seductora y al mismo tiempo una mujer de mucha fuerza. Pero acá no se trata que por ser mujer vas a estar en la primera línea. No creo en la discriminación positiva. En un tiempo en el partido teníamos roles secundarios, pero ya no.

Por último, ¿Te gustaría ver a Camila Vallejo en el parlamento?
– Sí. En general, a todos los liderazgos juveniles. A Camilo (Ballesteros), a Giorgio (Jackson) y a Camila y a otros me gustaría porque creo que son un aporte. Sería muy bonito verlos apoderándose de los espacios para construir desde adentro las mejores que todos queremos.

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