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Opinión

4 de Octubre de 2012

El Monstruito

Lo sentaban en una banca cuando el sol comenzaba a calentar, antes del mediodía, a las afueras de su casa, frente a una plazoleta que hizo construir la municipalidad en un sitio eriazo. Él se reía al vernos jugar a la pelota y otros juegos más duros, como cuando imitábamos a los Titanes del Ring, […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Lo sentaban en una banca cuando el sol comenzaba a calentar, antes del mediodía, a las afueras de su casa, frente a una plazoleta que hizo construir la municipalidad en un sitio eriazo. Él se reía al vernos jugar a la pelota y otros juegos más duros, como cuando imitábamos a los Titanes del Ring, y eso lo hacía verse bonito. Muchas veces exagerábamos nuestros juegos para entretenerlo. Su cabecita en forma de pera y su carita de escamas y su pelito como de paja lo hacían parecer una plantita rara, de esas que le gustan a mi abuelita que es medio loca. Eso al menos dice mi mamá.

Cuando el niño feo estaba en la plazoleta, los niños malos del barrio (o los más grandes que nosotros) no nos molestaban, como que su presencia era un salvoconducto que nos liberaba de su abuso, incluso jugaban con él, más bien lo entretenían, como nosotros, para hacerle la vida más feliz, simulaban peleas muy gimnásticas, igual que nosotros, para que él se riera y aplaudiera entusiasta. Era común verlo instalado en su lugar de observación, con una mantita de lana de cuadros negros y blancos desde el comienzo de la primavera hasta el verano. En la época vacacional se entretenía mucho cuando nos manguereábamos y nos metíamos en unos lavatorios de plástico con agua, en donde nuestras mamás lavaban la ropa, como una micro piscina.

Yo creo que hubo un tiempo en donde sólo jugábamos para entretener al monstruito, lo que de algún modo nos volvió aburridos y predecibles, nuestros juegos sucumbieron a una rutina que no supimos administrar, y nos deterioramos como grupo de amigos. Pero, eso sí, concluimos que no era culpa del monstruito, como le decíamos cariñosamente, era nuestra propia responsabilidad porque no fuimos capaces de construir un espectáculo sostenible para él y para nosotros. Es probable que él también se diera cuenta de todo, porque su comportamiento fue otro. A veces yo lo veía distraído observando a los pájaros o a los perros y gatos del vecindario, sin atender a nuestros juegos, o quizás nos pusimos muy futboleros y eso no le agradaba.

De pronto ya no estuvo más donde acostumbrábamos verlo. Según mi mamá, se lo dijo una vecina, la familia lo habría internado en un hospital de Valparaíso para un largo tratamiento. Ninguno de nosotros se atrevió a preguntar directamente a su familia, porque no nos sentíamos con derecho a hacerlo. Los más grandes comenzaron nuevamente a hacernos sufrir. Nos pusimos violentos y temerarios, por cualquier cosa nos agarrábamos a combos o hacíamos competencias peligrosas, como peleas de gladiadores con palos de eucaliptos o nos lanzábamos con cuerdas desde un muro que daba a la carretera hasta un pimiento que había en el centro de la plazoleta. Ahí fue que uno del grupo se fracturó la clavícula. Nuestras mamás dejaron de enviarnos a la calle y fuimos sometidos a ver una televisión que no estaba a la altura de nuestras necesidades.

Lo echábamos de menos, más aún lo necesitábamos. Yo hubiera querido escribirle una carta contándole de todo esto, pero no me sentía con la capacidad para hacerlo, me daba vergüenza. Si hay algo que no sé hacer es escribir. La plazoleta se deterioró visiblemente. Otros cabros más grandes incluso que los que abusaban de nosotros comenzaron a usarla para hacer todo tipo de maldades. La plazoleta fue cercada por el municipio porque se transformó en un foco delictual y la gente habló de un proyecto de construir la sede de la junta de vecinos ahí. Todos comenzamos a deteriorarnos físicamente, no teníamos fuerza y nos pusimos muy feos. Nuestras mamás comenzaron a ubicarnos a las afueras de la casa a mirar cómo unos obreros construían la nueva sede, sentados en una banca con una mantita negro con blanco en la que nos envolvían.

Nota: Del proyecto de relatos “Cuentos ácidos para niño(a)s raro(a)s”.

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#cuentos#Titanes del Ring

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