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Opinión

5 de Octubre de 2012

“Luis XIV era una alpargata vieja al lado de los poderes que tiene el presidente de Chile”

Bajo un carpa instalado en medio del patio Ingeniería del Campus San Joaquín de la UC, el presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, debatió durante la hora de almuerzo de ayer con el abogado y profesor de Derecho Fernando Atria sobre el sistema Binominal y las reformas constitucionales que requiere la política nacional. Allí, frente […]

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Bajo un carpa instalado en medio del patio Ingeniería del Campus San Joaquín de la UC, el presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, debatió durante la hora de almuerzo de ayer con el abogado y profesor de Derecho Fernando Atria sobre el sistema Binominal y las reformas constitucionales que requiere la política nacional.

Allí, frente a cientos de alumnos de la PUC, el ex concejal por Las Condes explicó sus intenciones de reformar el sistema institucional chileno, dentro de los parámetros equilibrados, y apuntó directamente a rebajar las facultades de la figura presidencial actual en Chile, la que a su juicio se excede en sus poderes.

“Luis XIV era una alpargata vieja al lado de los poderes que tiene el presidente de Chile. O sea, era un nomo político. Cierto: le hacían reverencias, pelucas, comían con ceremonias, se levantaba y se acostaba, etcétera. Pero no pinchaba ni cortaba al lado del presidente de Chile. Hoy día, el Ejecutivo, digámoslo así, se gasta 60 mil millones de dólares, y ¿sabemos cómo?”, dijo el senador designado, dando rienda suelta a un debate donde se debatió poco y se habló menos del sistema binominal.

Larraín, con diez minutos para hablar del contexto institucional actual, dijo que el binominal no era el culpable de todos los quebrantos políticos nacionales, aunque se mostró a favor de ir en dirección de corregir el binominal. Eso, mostrando un “libraco” definido desde 2006 para cambios a la institucionalidad y por el que este año lograron un acuerdo con la DC.

“Yo creo que hoy en día el sistema binominal no nos está proporcionando estabilidad. Yo trabajo en esto desde hace un tiempo ya y les puedo contar algo que todos saben, o quizás no: buena parte del trabajo político se reduce a conseguir votos individualmente. Entonces, en definitiva los supuestos dos bloques hiperestables es un puro cuento chino”, señaló.

Para Larraín, según lo que expresó en el patio de Ingeniería de la UC, a la política le vendría bien una “atomización de representantes” y la entrada de una figura semi presidencial y un parlamento que se pueda remover fácilmente no debería escandalizar tanto. “Con la DC pensamos más o menos lo mismo, entre otras cosas, porque más o menos 25 demócratacristianos que yo conozco se sienten primeros ministros. Y yo muy contento porque con eso podemos tener un ejecutivo un poquito más equilibrado”, señaló.

Eso, sin embargo, rechazando la idea de una Asamblea Constituyente “de la que no sabemos quién diablos va a integrar”, la que a su juicio viene siendo una operación de los sectores de izquierda para desprestigiar la política.

“Hoy día hay gente que arranca su identidad de la indignación. Es una especie de cartesianismo al revés. “Me indigno, luego existo”. Oye, indignémosnos un poco menos, quizás colaboremos un poco más. Tengamos política menos confrontacional y así podremos sacar algunos objetivos comunes”, dijo el senador.

La herencia del Binominal

Atria, por su parte, debatió del tema que los convocaba y explicó con peras y manzanas el problema que produce el sistema binominal, el que sólo persigue producir empate y construye un régimen institucional “diseñado para mantener el arreglo político de la dictadura militar. (…) Diseñar la cancha para que, gane quien gane, lo que haga en el gobierno sea básicamente lo que nosotros queremos que haga”, dijo Atria.

Por eso, a su juicio las razones son más profundas que la existencia de díscolos y genera, entre otras cosas, la mala reputación de los políticos hoy en día.

“No hay ninguna razón para pensar que los políticos son gente más desloable o más despreciables que el resto. ¿Por qué? Eso muestra que el problema, esta especie de desprecio a políticos que hay no es reducible a una cuestión moralista. No, esa es una cuestión que tiene que ver con las circunstancias institucionales en las cuales ellos tienen que funcionar”, explicó Atria.

A su juicio, a diferencia de lo que explicaba Larraín, las dos más importantes que brotaban fruto del binominal: “el hecho que da lo mismo cuál es el resultado de una elección porque el resultado ya lo sabemos de antemano” y “el hecho de que da lo mismo quien gana o pierde una elección, porque para obtener de manera significativa es necesario tener el acuerdo de quien fue derrotado”.

Para Atria, el asunto no es reformar la Constitución completa, si no que las Leyes Orgánicas Constitucionales, “donde leo a Jaime Guzmán”. “Aquí está el programa político de la dictadura militar mantenido por 20 años, en parte, por acomodos, estamos de acuerdo, pero en parte porque no se puede cambiar sin la venia de quienes lo representan, que son los herederos de ese programa”, concluyó.

Larraín, en cambio, dijo cree que las supermayorías son útiles para definir una ortodoxia básica o común denominador cívico encarnado en la Constitución. “Las Constituciones no podemos llevarlas pa’rriba y pa’bajo como si fueran un boleto de micro. Hay que tener algunas protecciones para ciertos elementos básicos”.

Y cómo no, apoyar y consolidar la estructura y financiamiento de los partidos políticos, los que hay que resguardar para mantener cierto orden de las cosas. “Los partidos políticos hoy son completamente un archipiélago: muchos caracteres individuales, muchas monerías. Entonces salimos a contratar locutores, reinas de belleza. ¿Y el pozo doctrinal dónde está? Tenemos que construir una cierta mayoría de ortodoxia política. Y las supermayorías pueden contribuir”, dijo.

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