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Opinión

2 de Noviembre de 2012

La guerra de los libros y el Estado

Molestia entre escritores, editores y críticos provocó la compra de libros que este año hizo el Estado para las bibliotecas públicas. Acá un recuento. El estudiante Exequiel Tapia, en pleno debate presidencial del 2009, le hizo una pregunta a Piñera -que se encontraba con Arrate, MEO y Frei en un estudio en Canal 13- sobre […]

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Molestia entre escritores, editores y críticos provocó la compra de libros que este año hizo el Estado para las bibliotecas públicas. Acá un recuento.

El estudiante Exequiel Tapia, en pleno debate presidencial del 2009, le hizo una pregunta a Piñera -que se encontraba con Arrate, MEO y Frei en un estudio en Canal 13- sobre si tenía alguna propuesta para bajar el impuesto al libro para así fomentar la lectura en la gente joven, en los cesantes o la gente de bajos recursos. Luego de saludar a Martita y Diamela, que estaban en la casa, y de decirle a Arrate que lo “envidiaba por pololear con su mujer en Nueva York”, Piñera le respondió al joven con una Piñericosas para la historia: “Cuando usted rebaja el IVA a los libros, le baja el IVA a todos los libros, a los buenos, a los malos, a los que sirven, a los que no sirven. En cambio con un Fondo de Promoción, usted va a promocionar los libros que vale la pena leer… Y le puedo decir que de los millones y millones de libros que hay, no todos valen la pena”. Y el mismo Piñera se preguntaba quién debía escoger los libros buenos. La gente, se respondió solo: “Estoy seguro que elegirán bien. Porque lo he visto con mis ojos, los libros que más se leen en las bibliotecas son los libros más valiosos…”. Su argumento inmediatamente fue considerado en las redes sociales de “ridículo”, “chanta” y “patético”.

Han pasado los años, y como si fuera un pitoniso, su premonición se cumplió. El pasado 12 de septiembre, el Consejo del Libro y la Lectura dio a conocer en su web la lista de los 116 libros chilenos comprados por el Estado para distribuirlos en la red de bibliotecas públicas del país.

La lista escandalizó, o enchuchó, a muchos. Títulos como “Amor. Los secretos del Feng Shui y aromaterapia”, “Virología clínica”, “Supersticiones y creencias con historia”, “Moneda Cósmica” o “Cómo formar personalidades breves”, fueron inmediatamente tildados por escritores, editoriales pequeñas, personalidades de la cultura, críticos y hasta por la Cámara Chilena del Libro como “banalidades” que no contribuyen a enriquecer nuestras estanterías públicas.

Nadie podía ni puede entender el criterio usado por el jurado para seleccionar estas obras y darle un portazo a buena parte de la poesía, a obras premiadas, a las nuevas voces de la narrativa y el pensamiento crítico.

De hecho, entre los autores que publicaron el 2011, en las más diversas editoriales, grandes medianas y chicas, y cuyos libros no fueron comprados, se encuentran Francisco Mouat, José Gai, Pablo Oyarzún, Isabel Allende, Óscar Hahn, Fernando Debesa, Grínor Rojo, Carla Cordua, José Leandro Urbina, Germán Marín y David Bustos, entre muchos otros, para todos los gustos (menos los del gobierno).

LA PESCADA

El ítem que generó la molestia este año fue el de “Generalidades” -en el que tienen cabida los libros de autoayuda, esotéricos, manualidades, entre otros variopintos-, ítem que se llevó el 15% de los 450 millones del presupuesto para almacenaje, distribución y envíos del gobierno. En todo caso, en años anteriores se compraba este tipo de libros, pero nunca de manera tan grosera como este año, lo que incidió directamente en la merma de libros literarios, sobre todo los provenientes de editoriales pequeñas. “Antes los habían, pero nunca como ahora”, dice Arturo Infante, presidente de la Cámara Chilena del Libro, quien ha sido uno de los más críticos de esta adquisición.

Leonardo Sanhueza en su columna en LUN lanzó hace unas semanas los primeros dardos al Consejo del Libro por menospreciar a las editoriales chicas: “Resulta patético que el Estado sencillamente las pase por alto, ni siquiera sepa de su existencia y prefiera comprar humo y pescadas antes que cumplir con su obligación en el fomento de la cultura”. La discusión llegó a oídos del crítico literario Ignacio Echeverría, que metió la cuchara en una columna publicada esta semana en El Cultural de España: “Parece evidente que las compras del Estado se han hecho en atención a las demandas del mercado”.

En la misma línea está lo que piensa Arturo Infante, que ha criticado duramente la adquisición de libros este año. Esta política podría generar un peligro, dice: que se sigan los mismos mecanismos del rating televisivo. “El consejo de TV jamás financiaría un programa de Kike Morandé. Por eso creo que el Consejo del Libro no debiera comprar libros que son prescindibles, que no tienen ninguna importancia bibliográfica, que son banales, de los que nadie se acordará dentro de muy poco tiempo y no servirán para nada”.

Paulo Slachevsky, Presidente de Editores de Chile y director de LOM, agrega: “No pueden confundirse las compras públicas de libros con los ránking de fama o de venta. El mundo del libro no puede moverse por la demanda, su riqueza está en la posibilidad de dar circulación a lo diverso, y esa circulación es importante que se dé en librerías y en bibliotecas”. Se le suma Galo Ghigliotto, editor de Cuneta y organizador de la Furia del Libro, que en todo caso no quiere pensar mal. Cree que los culpables de “escoger tanta basura y títulos tan escandalosos” son los miembros del jurado. Para él, sería “súper feo” pensar que para el Consejo del Libro actual es más valioso un libro de “Virología Clínica” que el poemario “Colonos” de Leonardo Sanhueza. Estas elecciones, a juicio de Infante, son preocupantes: “Son dineros del estado. Y las platas son pocas. Si eligen un 20% de literatura es que están equivocándose”.

Hasta el cierre de esta edición esperamos la entrevista prometida por la gente del Consejo del Libro para recoger su postura. Pero no respondieron.

En cultura.gob.cl puede verse el listado entero.

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#Educación#gobierno#libros

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