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Cultura

7 de Noviembre de 2012

Los diez libros más difíciles de terminar

Marilyn, como David Benedicte, prefirió leer ‘Ulises’ de atrás adelante. Vía Cookingideas.es No nos engañemos: hay clásicos de la literatura universal que son un tostón, por más que los guardianes del canon insistan en que se trata de son obras maestras. Sólo los valientes y los muy perseverantes son capaces de terminarse el ‘Ulises’, de James […]

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Marilyn, como David Benedicte, prefirió leer ‘Ulises’ de atrás adelante.

Vía Cookingideas.es

No nos engañemos: hay clásicos de la literatura universal que son un tostón, por más que los guardianes del canon insistan en que se trata de son obras maestras. Sólo los valientes y los muy perseverantes son capaces de terminarse el ‘Ulises’, de James Joyse; ‘El hombre sin atributos’, de Musil; ‘Moby Dick’, de Melville; ‘El almuerzo desnudo’, de Burroughs o incluso el renombrado ‘Rayuela’, de Cortázar, que “hace bola”, como gráficamente describe uno de nuestros entrevistados.

Hemos preguntado a varios escritores, periodistas y, en general, leones qué libros clásicos no fueron capaces de acabar. Son los siguientes:

‘Tokio blues’, de Haruki Murakami

 

“’Tokio blues’ se me hizo tan difícil que no pude terminarlo ni siquiera viajando en avión, mi espacio sagrado para la lectura, donde sería capaz incluso de leerme a Wittgenstein en alemán. No estoy seguro de que entre en la categoría de libro difícil. Para mi es simplemente mediocre”.

Emilio Sánchez Mediavilla, editor de Libros del K.O.

‘Ulises’, James Joyce

“Tardo medio nanosegundo en encontrar la respuesta: ¡El ‘Ulises’, de James Joyce!, que tiene el dudoso honor de ser la novela más veces interrumpida por el tedio lector. Y ahora que lo pienso, imagino que no es por culpa de la espléndida y ‘encabronada’ prosa del Mister Magoo dublinés, sino porque el argumento, en realidad, no hay dios que lo entienda. Cosas de la relatividad, lo sé, pero es que no comprendo cómo un único día en la vida de nadie puede alargarse taaaaaaaanto. No puedo con las andanzas de Leopold Bloom y Stephen Dedalus, lo confieso. Me supera su cripticismo hasta el punto de entrarme unas incontenibles ganas de –por este orden–: vomitar bilis, rascarme el sarpullido y recorrer Dublín en su busca armado de un bazooka.

Y que conste que no le quito el mérito al bueno de James por escribir como le vino en gana, al margen de todo y de todos. Salvo de la quema el monólogo de Molly Bloom y su ‘Sí dije sí quiero, sí’ con el que concluye su apabullante ‘speech’. Confieso que, animado por la contundencia de ese capítulo y de la genial Molly, he tratado un par de veces de leer la novela entera al revés. Pero no ha habido manera”.

David Benedicte, periodista, poeta y novelista, autor de ‘Guía Campsa de cementerios’.

 ‘Cincuenta sombras de Grey’, E.L. James

“Yo creo que habría que hacerle un monumento a todo hombre que sea capaz de terminar una novela de E.L. James sin vomitar varias veces.”

Emilio Bueso, novelista, autor de ‘Cenital’, entre otros títulos.

‘En busca del tiempo perdido, Marcel Proust

“Nunca pude terminar ‘En busca del tiempo perdido’, de Marcel Proust, ni siquiera “A la sombra de las muchachas en flor”, y mira que me gustan esos títulos. Quizá sea un prejuicio antiasmático, me pasa lo mismo con Lezama Lima”.

Raúl Guerra Garrido, novelista, autor entre otros de ‘Quien sueña novela’.

‘Entrevistas breves con hombres repulsivos’David Foster Wallace

“Estar en una frecuencia sensorial distinta al resto de los humanos, ser un superdotado de la percepción y, además, describirla para los otros con un virtuosismo de otro mundo, duele. Leer a Foster Wallace es ser Foster Wallace. Hay mucho sarcasmo y mucha ternura pasmada ante lo ridículo de lo humano en este recopilatorio de relatos. Pero sobre todo hay una enorme potencia expresiva, una capacidad de detalle exasperante y una melodía infinita y reiterativa alrededor de cualquier acción y de cualquier no-acción. Disecciones microscópicas tan precisas que aterran. Acompañar durante diez páginas a un adolescente en su ascensión y lanzamiento del trampolín de una piscina municipal; transitar por las reflexiones, interferencias, alusiones, autoengaños, conclusiones, de la mente de una persona deprimida; acompañar las paranoias de una mujer que sospecha de la infidelidad de su marido y se autoinculpa por ello en una espiral de autoflagelación y desconfianza.… Y así en prácticamente todos los relatos de esta antología de veintitantos. Difícil.”

Ana García Huerta, periodista y futura anciana promesa de la narrativa española.

‘Bajo el volcán’, Malcom Lowry

“A pesar de que me lo llevé como lectura de viaje a México, donde se ambienta precisamente el libro, no pude pasar de las primeras páginas de la celebrada ‘Bajo el volcán’, de Malcom Lowry. Y eso que lo intenté varias veces. Me resultó farragoso, no me enganchó. Quizá parte de la culpa la tuvieran la sobreabundancia de estímulos mejicanos y, también, las resacas de tequila”.

Rafael Benítez Pinzón, periodista, poetisa y factótum de Los Sexys.

‘Rayuela’, Julio Cortázar

“Para mí, e imagino que para muchos, el libro difícil es aquel que he tomado una y otra vez y que nunca he sido capaz de terminar. La diferencia entre un libro difícil y un libro que no merece la pena es precisamente esa: que con el libro difícil lo seguimos intentando.  Lo siento, Cortázar, pero sospecho que a estas alturas debería abandonar tu obra. Esos son mis libros difíciles, las obras cuya prosa me cansa y aturde, cuya forma no termina de casar con la estética que busco y disfruto.”

Gabriela Campbell, experta en literatura comparada, en Lecturalia.

‘El hombre sin atributos’, Robert Musil

“Esta famosa y compleja novela en tres volúmenes empieza con su protagonista, un matemático de 32 años llamado Ulrich, en la búsqueda de un sentido de la realidad. Su ambivalencia entre la moral y la indiferencia hacia la vida le ha reducido al estado de “un hombre sin atributos”, que depende del mundo exterior para formar su personalidad. Los fans de Musil perciben una meditación de prosa inquietante, pero mi experiencia osciló entre el tedio y la exasperación. Tal vez en alemán remonte el vuelo, pero en inglés, Musil hace que Proust parezca Agatha Christie”.

Robert McCrum, crítico literario de The Guardian.

‘El Péndulo de Foucault’, Umberto Eco

“Quizá solamente se me atragantó tanta sátira, tanto dato y las manías que tiene el autor contra las lineas narrativas convencionales, pero este no es precisamente uno de esos libros que lees “del tirón”. Es el paso que todo lector da después de leer El nombre de la Rosa, convencido que será digerible, pero es el paso en falso que todos hemos dado con Eco, reconozcámoslo con humildad. Si pretendía abrirme los ojos la mediocridad de la existencia, he de decir que lo consiguió. Nunca podré presumir de haberlo terminado. Acabé buscando el tiempo perdido, y en eso sigo, es el propósito de todos los años.”

Idoia Cantolla – Ilustrae-dora

‘Moby Dick’, Edgard Melville

“¿Por qué será que la gente ama este libro? Es una pregunta seria. Que alguien por favor me explique. NO PASA ABSOLUTAMENTE NADA en él. Bueno, algo sobre unas ballenas. Y on and on and on sobre las ballenas. Y luego un poco más de nada.”

Lisset Lanuza Saénz, escritora, autora de ‘Destinos circulares’ y del blog Absurday.

Bonus track: Emilio Ruiz Mateo –el tercer Emilio de la lista- nos envía su respuesta fuera de plazo y desafiando la temática del artículo: él sí logró acabar el libro, pero necesitó tres intentos.

‘Memorias de Adriano’, Margerite Yourcenar

“Como suele ocurrir, ese libro que se resiste a su lectura, que empiezas una y otra vez y se te cae de las manos, pero te hace volver a él, atraído por “ese algo” que tiene lo bueno, acaba convirtiéndose en uno de tus fetiches. Así me ocurrió a mí con ‘Memorias de Adriano’, de Marguerite Yourcenar. Dos veces lo empecé, hace años, y en ambos intentos fracasé, por puro aburrimiento. Pero en la tercera sonó el “click”, lo que antes me pareció pretencioso se convirtió en una voz creíble y adictiva, una conexión plena con el personaje. Que una mujer francobelga del siglo XX me haga creer que estoy escuchando los pensamientos más íntimos de un emperador romano del siglo I es bastante extraño. Y grandioso.”

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