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Opinión

8 de Noviembre de 2012

¿Habemus cojones?

Los analistas insisten en que con este cambio de gabinete termina el gobierno de Sebastián Piñera. Que de aquí en adelante todo será campaña presidencial. Golborne y Allamand se mostrarán las garras, y tras ellos sus respectivos ejércitos. Allamand deberá desplegar fuerza y maña para pasar por encima del lugar común instalado de que Golborne […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Los analistas insisten en que con este cambio de gabinete termina el gobierno de Sebastián Piñera. Que de aquí en adelante todo será campaña presidencial. Golborne y Allamand se mostrarán las garras, y tras ellos sus respectivos ejércitos. Allamand deberá desplegar fuerza y maña para pasar por encima del lugar común instalado de que Golborne es el mejor candidato de la derecha. Ambos le darán la espalda al gobierno cada vez que sea necesario. La prensa repite que el presidente se ha convertido en un pato cojo. Probablemente sea cierto, pero no tiene por qué serlo. En lugar de dar por finalizado su gobierno, Piñera podría jugarse por entero en el año que le queda, y volverse memorable. Siempre ha sido un pato cojo. Sus peores detractores, los más crueles, han estado permanentemente entre sus filas.

Si por algún motivo Hinzpeter duró tanto en ese puesto que no supo desempeñar, es porque Piñera, emocionalmente hablando, confía en él. Intuyo que durante un buen tiempo no confió en nadie más. Pero ahora sí. Con Andrés Chadwick, su primo, se hermanaron. Chadwick sí conoce el oficio. Tiene tono, es dialogante, no genera los anticuerpos de esa especie de guardia de seguridad norteamericano en que se fue transformando Hinzpeter. No termino de entender cómo permitió semejante atentado contra sí mismo. Salió a buscar a las calles de Chile a esos terroristas imaginarios que en realidad estaban adentro de su cabeza. El tipo que llegaba a La Moneda con el reto de cambiarle la cara a la derecha, de volverla amigable, desprejuiciada, sorprendente, acabó víctima de estas neuronas subversivas que terminaron convirtiéndolo en un inspector de colegio mal agestado. Hinzpeter debutó hablando de “la nueva derecha”, de sus valores democráticos y liberales, antes de enloquecer.

Su lealtad, sin embargo, terminó de probarse. Si a Chadwick y a Hinzpeter le sumamos a Evelyn Matthei (pareja de reconciliados), Luciano Cruz Coke y Carolina Smith -todos buenos postulantes al Congreso que, a sabiendas o convencidos, de que la próxima elección está perdida, aceptaron morir con el presidente-, tenemos al fin un piño de auténticos piñeristas. Ellos, y también la nueva vocera, se notan más fieles al presidente y su gobierno que a sus respectivos partidos. La nula agenda política de Harald Beyer lo incorpora sin complicación a este lote de leales. Para ser de derecha, son todos bastante liberales, más de lo que ellos mismos se han atrevido a reconocer.

¿Y si por fin el pato cojo se pusiera a caminar? ¿Si en lugar de seguir humillado, avanzara en aquello que cree, explotando incluso las divisiones de la Alianza? Fin del binominal, voto en el extranjero, matrimonio gay, abrir, ¿por qué no?, un inteligente debate acerca de nuestra Constitución, son algunas de las lanzas con que podría salir a romper esquemas. Los impuestos y la educación pública no forman parte de sus amores, y por eso es de derecha (de eso tendrá que hacerse cargo la señora que le suceda), pero nada de esto otro le es ajeno. ¿Tendrá los huevos que se requieren para pasar a la historia? Mentiría si no digo que lo dudo.

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