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Cultura

12 de Noviembre de 2012

¿Dónde van los pianos cuando mueren?

Por BBC Mundo Karen Harper, de Baltimore, Maryland (Estados Unidos) publicó un anuncio, su esposo corrió la voz en su trabajo, pero 12 semanas después no encuentra quién se lleve su piano, ni de regalo. Su marido se está impacientando y ha amenazado con romperlo “en pedacitos” si no le encuentran un nuevo hogar. El […]

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Por BBC Mundo

Karen Harper, de Baltimore, Maryland (Estados Unidos) publicó un anuncio, su esposo corrió la voz en su trabajo, pero 12 semanas después no encuentra quién se lleve su piano, ni de regalo.

Su marido se está impacientando y ha amenazado con romperlo “en pedacitos” si no le encuentran un nuevo hogar.

El piano en cuestión -un Wessel, Nickel & Gross vertical fabricado en 1927- está en buenas condiciones, asegura.

Lo compró cuando sus hijos eran jóvenes, pero ahora necesita el espacio.

La idea de destruirlo entristecería a su hija, confiesa Karen, “es una decisión dura para un piano”.

Arrojado sin miramientos en un basurero y recogido en pedazos, ese fue el triste final del piano de media cola Windsor de la escuela Sandy Spring Friends, también en Maryland.

Un restaurador local esperaba llevárselo, dice la profesora Cathryn Carnevale, pero la reparación iba a costar más que el instrumento. Habría sido por amor, no por dinero.

Valor sentimental

John Gregory, de J Reid pianos en Londres, se deshace de instrumentos que han llegado al final de sus vidas útiles.

Pero la realidad, según Gist, es que fuera del valor sentimental, muchos pianos viejos no valen nada, aunque uno de marca -como Steinway- mantiene su valor.

Los restauradores suelen hacer la analogía con los coches antiguos: es más barato comprar uno nuevo que reconstruirlo.

Un piano tiene miles de partes móviles, y restaurarlo supone un trabajo especializado que consume mucho tiempo. Sólo pulirlo puede tomar 70 horas, 88 teclas.

Tiene un piano normal, y también es el nombre de una fundación sin fines de lucro establecida por la pianista Lara Downes para tratar de equiparar los pianos no deseados con las escuelas. “Parece haber una gran necedidad”, dice. Pero deben estar en buenas condiciones. “No puedes resucitar cada instrumento, necesitan ser retirados”.

“Se convierte en un barril sin fondo”, dice Gist, así que el mejor consejo es deshacerse de él.

“Ves una ruina llena de polvo y sabes que no se puede afinar”, afirma Stephen Willett, de SW Piano Movers en Londres, que acaba de diversificar su negocio para incluir la eliminación de pianos.

“Solía tratar de guardarlos; tenía un cobertizo lleno de pianos”.

Ahora -aunque no lo disfruta- va frecuentemente al basurero, donde descarga variopintas colecciones de viejos pianos.

Pocos se hubieran imaginado este triste destino a fines del siglo XIX y principios del XX.

Fue una era en la que la producción de pianos se saturó, y son esos instrumentos los que ahora, 100 años después, están condenados.
Ilustración antigua

Camden Town, en Londres, era el corazón de la industria de fabricación de pianos en Reino Unido, con unas 100 fábricas y talleres y 6.000 empleados en su apogeo en 1920. Nueva York era el eje en EE.UU. Entre ambos produjeron una avalancha de pianos para satisfacer la creciente demanda.

El piano era enormemente popular también en el norte de Europa, especialmente Francia, Holanda, Bélgica y Alemania, hogar del Bechstein.

“Cada casa debía tener un piano”, comenta Alastair Laurence, presidente de John Broadwood & Sons, único fabricante británico de pianos de esa época que sigue operativo.

A principios del siglo XIX, los pianos eran patrimonio de las clases media y alta -médicos y abogados, por ejemplo- pero después era común en las casas de los mineros ingleses, dice Laurence, cuando podían comprarlos con facilidades de pago.

Historias de pianos

El piano era una fuente importante de entretenimiento hogareño, así como signo de status, y estaba en la mejor habitación de la casa, para mostrarlo a los vecinos e incluso atraer pretendientes.

Una joven que tocara bien el piano era considerada como un buen partido.

Debido a que los pianos se hacían en tanta cantidad, la calidad no era siempre la mejor.

“En la década de 1920, eran para el mercado masivo. No estaban hechos para durar, sino para vender” indica Marcus Roberts de Roberts Pianos, en Oxford.

Agrega que, al igual que una casa, un piano necesita buenos cimientos para durar.

Este exceso de pianos producidos masivamente está ahora convertido en chatarra.

Además ya “no es tan culturalmente relevante” como antes, señala Brian Majeski, editor de la revista The Music Trades.

La cantidad de pianos vendidos en EE.UU. se ha reducido a la mitad en los últimos diez años.

“No tiene sentido echar madera y metal en la basura, como si fueran cáscaras de banana”

En cambio, la venta de pianos digitales ha subido un 50% en el mismo periodo.

“Realmente dieron en el blanco… y encontraron un público”, afirma Majeski.

Los pianos digitales fueron alguna vez menospreciados por los conocedores, pero la calidad ha mejorado mucho. Tienen la ventaja del precio razonable, ocupan menos espacio y se pueden usar audífonos para no molestar a los vecinos.

China, el nuevo paraíso del piano

Pero hay un mercado donde el piano está floreciendo: China.

Unos 300.000 pianos fueron hechos en grandes fábricas el año pasado en China, así como buena parte de los repuestos para todo el mundo.

La vasta mayoría -hasta 250.000- fueron para el mercado interno, que ha aumentado estratosféricamente en los últimos años.

“Es como una explosión atómica y sigue subiendo”, dice Julia Kruger, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Profesores de Piano, que trabaja en más de 70 países.
Lang Lang

El éxito del pianista Lang Lang se ha sumado a la atracción por el piano en China.

Durante la Revolución Cultural, el piano era considerado el más peligroso de los instrumentos occidentales, pero ahora muchas familias chinas están comprando uno por primera vez para sus hijos.

La calidad varía, como hace 100 años en EE.UU. y Reino Unido.

El reciclaje como opción

Pero en cuanto a los pianos viejos en Occidente, “no sabemos qué hacer con ellos”, confiesa Matt Hirschfelder, restaurador en Salem, Oregon, que recientemente ganó una subvención para buscar opciones de reciclaje.

Shauna Holiman y Penny Putnam convierten viejos pianos en arte. Han hecho más de 35 piezas, usando madera, teclas, cuerdas y puentes (el mecanismo que junta la tecla al macillo). “Las entrañas de los pianos son realmente bellas”, dice Holiman. “Cada tecla es única”, señala Putnam, como cada pedal. “A veces el pie ha pisado tanto esos pedales de bronce que les ha hecho un agujero”, agrega. “Parece que todo el mundo tiene un viejo piano del que desea deshacerse”, señala Putnam. Sin embargo, solo hay una cantidad limitada de pianos que se pueden llevar. Animan a la gente a que por lo menos salve las teclas de marfil.

“No tiene sentido echar madera y metal en la basura, como si fueran cáscaras de banana”, señala.

Por otro lado, no es tan fácil salvar partes de un piano.

Aflojar las cuerdas y separar la madera del metal toma unas 10 horas, dice Hirschfelder.

Un piano descuidado puede atraer ratas o ratones, que comen el pegamento usado en su fabricación y pueden transmitir el mortal hantavirus.

Pero vale la pena, arguye. Las cuerdas son de acero de alto grado, tan fuertes que pueden usarse como cables para aviones.

Las teclas son de ébano y marfil, que se convierte en joyas, arte y hasta azulejos en piscinas.

Los pianos no suelen ser de madera sólida, sino de chapa de madera gruesa que vale la pena reciclar ya que hay quienes fabrican muebles con eso.

Donde vive Hirschfelder no hay servicios de reciclaje de madera, por lo que habitualmente la quema o la convierte en viruta para el jardín.

Pero incluso reciclar no siempre gusta al dueño de un piano, que muchas veces lo asocia con música, recuerdos y momentos de intensidad emocional.

Deshacerse de los instrumentos, que han alegrado a tanta gente, puede causar muchas emociones.

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#Órgano#muerte#Piano#SOnido

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