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LA CALLE

21 de Noviembre de 2012

Homenaje al living comedor chileno

Por Richard Sandoval para No es na la feria Cuando la familia no era un patrimonio mediático de la UDI Popular, en el seno de la sociedad chilena el living comedor lo era todo. Fuente inagotable de amor filial, de calor ante los temporales y sopita frente a la pobreza. Jamás miseria, aunque el PIB […]

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Por Richard Sandoval para No es na la feria

Cuando la familia no era un patrimonio mediático de la UDI Popular, en el seno de la sociedad chilena el living comedor lo era todo. Fuente inagotable de amor filial, de calor ante los temporales y sopita frente a la pobreza. Jamás miseria, aunque el PIB per cápita hiciera ascuas.

Cuando se tenía una choclera de hijos, con la falla de la T de cobre incluida, los dormitorios estaban en segundo plano permanente. Encerrarse con pestillo se condenaba y se acusaba de autismo. En ese hogar profundamente sencillo, el arte y la decoración eran cruciales para la vida cotidiana.

Sin Homecenter Sodimac ni Casa&Ideas, el ingenio tan particular de nuestra tierra ideó la siguiente lista de locuras culturales que le dieron soporte a nuestra dignidad.

El patito en el bifé (posmodernamente conocido como “rack”): Era un ave de loza ubicado al centro del mueble principal del living comedor.

Misión: Dar un tenue saludo de paz a los invitados, con ojos tiernos y alas pintadas de verde musgo. Si estaba en promoción, lo acompañan patitos blancos chicos que hacían de hijos.

Venido a menos
 

El elefante con billete: Es una tradición generalmente heredada de la madrina o la abuelita. Se Trata de un elefante de losa (también pueden ser tres), que puede ser de cualquier color, y que debe mirar hacia el muro, dejando el poto en exhibición. El billete tiene que ser un dólar estadounidense regalado, sino no sirve. No hay método para comprobar la buena suerte.

Falta el dólar
Los pañitos de la mesa de centro: son de hilo carmelita, tejidos a crochet, y posteriormente almidonados (se hace un agüita con harina cruda, después se ponen al sol para culminar con un planchado. Dureza infinita. Hierro de amor. Heredados de generación en generación).

Realeza
 

El cenicero de concha: Su sonido de mar en el oído es un viaje mágico para los niños. ¡Qué isla negra!, la poesía de Neruda reside en esos depósitos de ceniza, los más fieles a la hora del carrete.

Místico
 

El mantel de látex: Las madres acostumbran a tener dos manteles; el de hilo que decora, y el de látex para comer. Este último, puede tener dos  diseños. El más común es el conocido como “carozzi” que tiene miles de cuadraditos rojos y blancos. El menos común es uno saturado de flores de todo tipo.

El Carozzi.
El florero con flores artificiales: Las flores artificiales siempre han sido muestra de pobreza. Y si son blancas aún mayor es la periferia. El afán de pulcritud se ve boicoteado por un color más percudido que el cielo raso en pleno verano, cuando es atacado por centenares de moscas. #pavre

Humildad
 

El árbol con las fotos para retratos: Se trata del tronco de un árbol con ramas, que trae generalmente cuatro espacios para poner fotos tipo carné. Suele ser un regalo chanta de navidad. No se le presta mayor interés, por lo que se queda con las caras de cartón que vienen de muestra. El esquinero es su lugar.

Así queda para siempre
 

El buda: típico de las casas noventeras para “llamar a la plata”. La religión no tenía nada que ver, porque en un acto surrealista de sincretismo cultural comparte pupitre con el díptico gigante de Cristo.

La tradición indica que al buda (de yeso pintado) se le da un cigarro prendido todos los viernes. Con esta finalidad también se confeccionaba un chanchito de limón, con las cuatro patitas de fósforo, cada viernes. A éste también se le daba un cigarro.

:(
 

El artículo extranjero: En todos los living comedor se hace presente el internacionalismo, con EL artículo que trajo un sobrino que fue a trabajar a Australia (un koala), una tía que vino de Estados Unidos (un banderín), o la hermana que estuvo en Argentina (es decir Mendoza=un mate).

Welcome to Australia
 

Las fundas de las sillas del comedor y los sillones del living: Ancestral tradición destinada a que no se ensuciaran tan fundamentales muebles, pues sin la usura desatada del débito, cambiar el living era una proeza económica.

Eternidad
 

El visillo: Antes la ventana era un patrimonio de la dignidad del hogar. Las cortinas costureadas con gran esfuerzo, iban precedidas por un humilde visillo, comprado en la feria, que a las tres semanas lucía un gris solemne.

Era blanco
 

El choapino: antes del boom de las cerámicas, en pleno reinado del flexit y el piso de madera, limpiarse los pies era una política de Estado. Cuando llovía, el papel de diario llegaba hasta los dormitorios, pues el barro podía dejar una cagá insoportable para la alfombra, que era una especie de Alameda del living. El choapino, lugar habitual del perro en verano, es de lana, también cosido a crochet.

Anfitrión
 

El calendario de Camiroaga: Es el más actual de los artefactos. EL Halcón era la parte humana del living comedor en la última década, y su partida merecía un lugar en él. Generalmente decora la puerta de la cocina, visible desde todas las partes del espacio cuando la casa tiene “cocina americana”.

El del caballo, el mejor.

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