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Opinión

21 de Noviembre de 2012

Paulo Coelho: “El Ulises de Joyce hizo mucho mal a la literatura”

Vía El País Atención lectores de Paulo Coelho. El nuevo libro del escritor brasileño (Río de Janeiro, 1947) puede desmenuzarse en tuits y leerse a modo de guía de valores a la que agarrarse en estos tiempos de depresión. Esa es la propuesta que ha lanzado el autor a sus seguidores —”17 millones entre Twitter y […]

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Vía El País

Atención lectores de Paulo Coelho. El nuevo libro del escritor brasileño (Río de Janeiro, 1947) puede desmenuzarse en tuits y leerse a modo de guía de valores a la que agarrarse en estos tiempos de depresión. Esa es la propuesta que ha lanzado el autor a sus seguidores —”17 millones entre Twitter y Facebook”— en la presentación hoy en Madrid de su nuevo libro, El manuscrito encontrado en Accra(Planeta). Ejemplo de su pasión por esas redes sociales es que justo antes de empezar a hablar de su obra hizo una foto a la numerosa prole periodística presente en la sala y la subió a su cuenta de Twitter. Después llegaron sus juicios: “Básicamente, el escritor de hoy debe escribir en las distintas plataformas para compartir mejor su trabajo”.

Coelho, de negro de pies a cabeza y mechón blanco en la calva y la nuca, ha trazado en El manuscrito encontrado en Accra una parábola en la que el protagonista, un griego erudito llamado el Copto, álter ego del autor, contesta a las preguntas que le hacen los angustiados habitantes de Jerusalén el 14 de julio de 1099, horas antes de que los cruzados entren a sangre y fuego en la sitiada ciudad. De ahí que el libro tenga como antetítulo en su cubierta: No hay arma más poderosa que las palabras. Con frases como “La derrota nos hace perder una batalla o una guerra. El fracaso no nos deja luchar”, se suceden, a modo de bienaventuranzas, las 176 páginas, con los jerosolimitanos interrogando al Copto sobre la soledad, la belleza, el amor, el sexo, el miedo… y este regalándoles su sabiduría, una especie de manual de autoayuda, con “unas respuestas que fueron válidas hace cinco mil años y lo siguen siendo hoy”.

El carioca, que debutó en la literatura con 39 años (El peregrino de Compostela) escribe “para ser leído”. Así de claro. “Lo del escritor encerrado en su torre de marfil creando grandes ideas ya no existe y si existió fue siempre falso. Yo quiero que los lectores sepan cómo es mi vida”, dice quien ha vendido “180 millones de ejemplares”, con sus obras traducidas a 73 idiomas y publicadas en más de 170 países. Sabe lo que es vender, quizás por ello asegura que “la gente del negocio editorial no se ha dado cuenta del cambio radical que vive el libro por los cambios tecnológicos y las redes sociales”.

Escritores reacios a Internet

Para los escritores que “se muestran reacios” a todo lo que huela a Internet, Coelho, remontándose a Gutenberg, aseveró que “con la imprenta también se decía que aquello no era literatura, cuando en realidad permitió que el pensamiento viajara más que nunca”. Entre blogs, posts, tuits y seguidores, Coelho se preguntó a principios de este año: “¿Dónde están los valores entre tanto avance tecnológico?”. Su respuesta fue escribir el pasado abril este libro, que acabó “en unos días”. Es su primera obra desde que hace casi un año los médicos le sometieron a un cateterismo que le salvó de la Dama de la Guadaña, como la llama repetidas veces en El manuscrito

Hablando de este mundo, Coelho, creyente en la reencarnación, no se muestra interesado en lograr la felicidad terrenal, “que es algo estático, parado en el tiempo y en el espacio”, sino en conseguir “la alegría”. Así que llega la pregunta inevitable: “¿Es usted un gurú?”. Él lo niega. “Solo soy un peregrino que busca la sencillez en su escritura”. Ese deseo de “ser muy directo”, le lleva a contraponerse con el extremo, el Ulises de James Joyce, “que hizo mucho mal a la literatura porque nadie lo ha leído pero todo el mundo dice que lo ha leído”. El autor que se hizo mundial con superventas como El alquimista agrega que después de la novela del irlandés “los escritores olvidaron la parábola como forma de narrar”. Asimismo, recuerda que ya una vez se metió con el Ulises, del que dijo que solo daba para un tuit, y los críticos lo hicieron mierda. “No me entendieron, todos los libros dan para un tuit”, dijo profundo.

Metido en esa harina, confiesa que su afán por ser claro al escribir le lleva a que “las primeras versiones de sus libros sean tres veces más largas que la final”. A ello le ha ayudado “mucho el ordenador”, que cambió su forma de redactar después de años con las máquinas de escribir. Coelho pone cara de que aporrear aquellos teclados debía de darle dolores de cabeza. Y como un hábil maestro de ceremonias y seguido con fervor, decide que tras casi una hora de rueda de prensa ha llegado el final, a pesar de las preguntas pendientes. Quizás aplica una de las máximas del Copto: “No intentes agradar a todo el mundo, o perderás el respeto de todos”.

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