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Opinión

26 de Noviembre de 2012

Recorridos

Hago o un corto o un mediometraje mental cada vez que tomo el 8, el microbús que me lleva del Aeropuerto de Ezeiza hasta el centro de Buenos Aires, en donde vive mi hijo. Ese trayecto recorre una parte de Buenos Aires que es un poco el país entero: esos desiertos polvorientos con paraderos de […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Hago o un corto o un mediometraje mental cada vez que tomo el 8, el microbús que me lleva del Aeropuerto de Ezeiza hasta el centro de Buenos Aires, en donde vive mi hijo. Ese trayecto recorre una parte de Buenos Aires que es un poco el país entero: esos desiertos polvorientos con paraderos de micro de lata en donde hay unos niños morenos esperando una micro que no pasa nunca. Luego Ciudad Evita, algunas poblaciones marginales, luego unos blocks o edificios de departamentos enormes y pobres. Hasta Liniers entrando por Rivadavia y todas esas tiendas ochenteras con helados y guitarras eléctricas gigantes, toda esa publicidad alharaca estilo mansión siniestra con muñecos y luces con las que el tiempo fue implacable. Luego Caballito, de clase media alta, y luego Once, la Plaza Once, que podría ser un lugar de La Paz excepto por los judíos ortodoxos que se ven ahí. Dos horas demora el avión, dos horas y media demora el microbús hasta el centro.

Desde 1999 hago ese viaje y ese es mi cortometraje, mi road movie. Pensé en esa película de carretera luego de ver la decepcionante versión de On the road, dirigida por Walter Salles. No tenía ninguna esperanza con la película, esperaba algo adolescentista onda “La sociedad de los poetas muertos”, pero con más reviente, ya sabía que se trataba de un Kerouac for dummies, pero no me esperaba algo tan definitivamente reaccionario: en este bodrio, Sal, el protagonista, se condena porque es un reventado y mujeriego. No se lo retrata en la santidad del exceso sino en un vulgar carrete irresponsable. Lo mismo con Carlo, el personaje de Ginsberg, quien en la película aparece viviendo una homosexualidad culposa y no gozosa y santífica como en el libro y en la vida del poeta. Todo trucho.

Darius Khondji, el director de Seven (Pitt, Freeman) quería rodar esta película en 16 mm. Mil veces habría preferido ver eso, y era también el sueño del noventero Mat Dillon hacer a Sal, el protagonista. El segundo habría hecho una cosa tipo Barfly, la figura medio romántica del poeta que tanto gusta, algo ingenuo pero no algo directamente reaccionario como esta versión. Coppola tenía los derechos del manuscrito, no los había vendido nunca hasta ahora que cayeron en las peores manos. Pero el error de confundir carrete con exceso, o de restarle la beat(itud) a ese grupo que es hoy pasto de adolescentes es un error bastante generalizado. Y en este caso, una mariconada, me parece a mí, considerando que la película se hace ahora que todos ellos están muertos. Si la hubiera visto Ginsberg, la habría desacreditado en el acto. No se habrían atrevido a hacer algo así con los protagonistas vivos.

Pero la representación es difícil. Imposible, diría. Siempre dejan la cagada: no quiero ver la de Víctor Jara cuando alguien como Wood o vaya a saber quién lo represente hablando raro. Picasso actuado por Anthony Hopkins, o Pollock o Dalí. La representación no sirve: sólo sirve trabajar con metraje encontrado, grabaciones, y hacer obras a partir de la creación de estos artistas, con testimonios y documentos. Quizás sólo una pequeña puesta en escena por ahí, una en donde el actor no hable por ningún motivo. Sólo a veces resultan estas cosas, como cuando Jay Rosenblatt investiga documentos y cartas y a partir de eso arma un discurso autobiográfico de Hitler, Mao, Stalin y Franco. Pero en la de Rosenblatt no hay actores. A veces hay que prescindir de ellos. Siempre lo he dicho: se creen la raja y actúan como el pico.

Por eso mi película mental de carretera o recorrido nada tiene que ver con el manoseado libro beat, que es hoy algo así como El Principito para adolescentes de clase media. Mi película mental es un recorrido por toda la Argentina; el recorrido del 8 desde Ezeiza hasta el centro.

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