Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

5 de Diciembre de 2012

De vuelta al terruño

La osadía de titular un libro “El sur” y que la evocación al cuento homónimo de Borges no cree expectativas luego defraudadas es una de las cualidades de este admirable libro de Daniel Villalobos (Temuco, 1974) compuesto por diecisiete viñetas o relatos breves. El sur de Villalobos no será el sur de Dahlmann, el personaje […]

Por

La osadía de titular un libro “El sur” y que la evocación al cuento homónimo de Borges no cree expectativas luego defraudadas es una de las cualidades de este admirable libro de Daniel Villalobos (Temuco, 1974) compuesto por diecisiete viñetas o relatos breves. El sur de Villalobos no será el sur de Dahlmann, el personaje de Borges, pero comparten el estar compuestos de sueños y memorias, de historias reales que parecen fantásticas, de personajes, como El Tótem, de una violencia silenciosa y una virilidad dudosa.

Los pasajes en los que Villalobos relata su estancia en un internado son lo mejor del libro. Los diferentes episodios, que van desde el robo flagrante de casilleros hasta historias de fogatas contadas alrededor de una botella de pisco donde el humo y la luz del fuego son remplazados por la estela débil de un cigarrillo, son de una intensidad excepcional, una enorme energía expresiva que se cuela por los espacios que deja la prosa lacónica y directa de su autor. Además, son buenas historias. El relato de Juan Fernando (“El sur y las novelas de Jazmín”) avanza por caminos predecibles para luego dar un giro verosímil, en cierta forma inesperado, que le da un sentido totalmente distinto a uno de los personajes de la narración, y reformula la relación padre-hijo que Villalobos venía trabajando hasta esa parte del libro.

“El sur” también es, entre otras cosas, un acto de memoria. Un ejemplo de cómo medir la nostalgia y no ser seducido por sus cantos temerosos. Villalobos trabaja muy bien, mejor que muchos otros autores chilenos publicados, el vínculo que une a un provinciano con su terruño. En un país donde la provincia es siempre hedionda y atrasada, el sur de Villalobos, un sur que es un conjunto de ciudades (Temuco, Huascapi, Puerto Saavedra, etc.), es una provincia hedionda y atrasada, pero también es la tierra natal. Es un regreso a la memoria sin grandes aspavientos, sin esas oscilaciones emocionales propias del que se siente culpable o avergonzado de su procedencia. En una de las viñetas, o entradas de un diario por terminar, Villalobos se pregunta por qué sentía vergüenza cuando en rigor parte importante de su identidad estaba alojada en la experiencia del sur. Su respuesta no es directa, pero entre líneas se lee perfectamente: esnobismo. “El sur” es un reconocimiento honesto y apasionado sobre el valor de la experiencia para un escritor, y una suerte de propedéutica cifrada que enseña, con vigor y mucho tacto, a no prescindir de la historia personal.

Notas relacionadas