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Cultura

2 de Enero de 2013

Angelitos Chilenos

En diciembre de 1899, el fotógrafo canadiense Obder W. Heffer, que hace pocos años se había instalado en Chile para trabajar en la Casa Garreaud en Valparaíso, le escribió a su familia sobre las tradiciones porteñas: “Tienen una rara costumbre aquí de traer bebés muertos al estudio para fotografiarlos. Tuve que tomar una foto de […]

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En diciembre de 1899, el fotógrafo canadiense Obder W. Heffer, que hace pocos años se había instalado en Chile para trabajar en la Casa Garreaud en Valparaíso, le escribió a su familia sobre las tradiciones porteñas: “Tienen una rara costumbre aquí de traer bebés muertos al estudio para fotografiarlos. Tuve que tomar una foto de uno el otro día. Se da más entre las clases pobres y los cargan en sus brazos, bajo sus mantos, por las calles”.

La rara costumbre que llamó la atención de Heffer se había asentado en todo Chile en la segunda mitad de 1800, cuando el tema de la muerte no era tabú y sobre todo la de un bebé, que era considerada como una bendición. En ese entonces, se creía que su alma pasaba a ser la de un “angelito” que cuidaría a la familia y a la comunidad por toda la eternidad. Y, por eso mismo, se les despedía con todos los honores. Se hacía una gran fiesta donde se bailaban cuecas, se comía y bebía a destajo para que no se notara pobreza. Lo único que estaba prohibido era llorar, pues impediría el ascenso del angelito al cielo. El niño muerto ocupaba un sitial importante en la fiesta. Lo maquillaban, lo vestían con una túnica blanca y lo acomodaban en una silla para que presenciara todo el ritual, que podía durar tres días.

Por eso mismo no era mal visto, ni considerado morboso, que se les retratara post mórtem. Era parte del ritual. De hecho, los padres juntaban plata para contratar un fotógrafo para que fuera a la casa a inmortalizarlo. Y si no les alcanzaba, pescaban a la guagua y se la llevaban al estudio más cercano. La idea era que la guagua apareciera en la foto como si estuviera viva y se le maquillaba para conseguirlo. Incluso, se les fotografiaba con los ojos abiertos. Y si no, simulando estar dormidos en brazos de sus padres. O simplemente simulando nada: se les retrataba en su lecho de muerte rodeados de flores. Violeta Parra cantó sobre esto en su “Rin del angelito” y Patricio Kaulen filmó un rito en su película “Largo viaje”.

Muchos de estos retratos de angelitos, como los que aquí publicamos, sirvieron para crear tarjetas postales que recorrieron el país.

 

 

 

 

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#Angelitos#bebés#Falecidos

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